Iconoclastia

Historia

La iconoclastia o iconoclasia es la expresión de destruir íconos o imágenes. La palabra estuvo de boga cuando el emperador del Imperio Romano Oriental (Imperio Bizantino para el mundo moderno) León III decretó en el año 726 una prohibición a la veneración de íconos. Esto debido a razones religiosas, dado a que el emperador creía que el pueblo en su ignorancia había pasado de la veneración a la adoración de las imágenes. León III desconocía que el cristianismo era el producto de una serie de sincretismos que llevaron a que la fe cristiana fuera evolucionando, adquiriendo vestigios de religiones que poco a poco se habían estado erradicando. El conflicto entre iconoclastas e iconódulos (los que veneraban las imágenes sagradas) continuó en la región balcánica de manera sangrienta, luchas que en momentos salpicaron a la península itálica, hasta que la emperatriz Teodora, quien asumió el trono luego de la muerte de su esposo Teófilo, en el 843 reunió un sínodo donde se restauró el culto a las imágenes y se declaró el fin del conflicto.

La realidad histórica nos presenta que la iconoclastia nació mucho antes de este periodo. Existe evidencia de que el faraón egipcio Akenatón (1353-1336 a.C.) al realizar una reforma religiosa a favor del dios Atón (el Sol) mandó a destruir todas las otras imágenes sagradas en su reino. A su muerte, las imágenes de Atón fueron las destruidas. Aproximadamente, para el 1200 a.C. el pueblo judío, durante su peregrinación, de Egipto a Canaán, desarrolló la idea de destruir y erradicar todas las imágenes religiosas de los pueblos conquistados. Tanto el culto judío como el de Atón eran monoteístas.

Con el desarrollo del cristianismo (otra religión monoteísta) y la persecución de pueblos paganos hubo instancias donde se perseguía a los adoradores de imágenes y se les destruían sus ídolos, aunque esta conducta no fue realizada de manera generalizada. Durante el reformismo protestante, algunos líderes como Thomas Muntzer y Andreas Karlstard promovieron esta idea, aunque nuevamente no tuvo mucho auge.

Dentro del mundo islámicos (seguimos con el monoteísmo) también se ha dado el fenómeno, especialmente cuando el fundamentalismo arraiga. Las guerras entre musulmanes e hindúes en la India son el mejor ejemplo de esta práctica, aunque entre los mismos hindúes, quienes veneran distintas deidades existió. En la actualidad conocemos de los casos del Estado Islámico en Medio Oriente o de los Talibanes en Afganistán con su política de destrucción de toda expresión cultural que contenga imágenes. En el caso más conocido de los talibanes está la destrucción de los dos Budas de Bamiyán (si hubiera sido un yacimiento de petróleo o minas de uranio el mundo occidental los hubiera protegido). En cuanto al Estado Islámico, estos de manera organizada la emprendieron en contra de cualquier símbolo no islámico. Esto llevó a la destrucción de imágenes de sobre 3,000 años de antigüedad y daños irreversibles a muchos de los lugares que han sido considerados patrimonio de la humanidad por su significado histórico entre los actuales territorios de Siria e Irak.  

Posiblemente, la mayor de todas las iconoclastias fue realizada durante el periodo de conquista castellana en las Indias (América) donde los invasores destruyeron una gran cantidad de íconos nativos, alentados por la creencia de que estos eran diabólicos. Esta destrucción de imágenes y otros aparejos propios provocó la pérdida de un acervo histórico y cultural de gran valor.

Fuera del ámbito religioso, la iconoclastia también ha sido utilizada con fines políticos. Estatuas de gobernantes, reyes, príncipes o militares han sido derribadas a través de la historia por el solo hecho de estos haber sido derrotados o removidos de sus puestos. Los primeros casos documentados se dan en el Imperio Romano, donde figuras de Sejano (31 d.C.), Domiciano (96 d.C.) y Cómodo (196 d.C.), entre otros sufrieron esta práctica luego de ellos haber muerto.

Durante la Revolución de las Trece Colonias se dieron varios casos, siendo el más famoso el derribo de la estatua de Jorge III en Nueva York el 9 de julio de 1776. Durante la Revolución Francesa se da el mismo fenómeno. En el siglo XX, las guerras mundiales y la caída del bloque soviético, entre otros conflictos también estuvieron plagados de esta conducta. El siglo XXI inicia con el derribo de las estatuas de Sadam Hussein en Irak. Aún más recientemente, las demostraciones en contra de los abusos racistas en los Estados Unidos han revivido esta práctica, pero con motivaciones provenientes de luchas sociales.

Estemos de acuerdo o no (y cualquiera que sea nuestras razones), la iconoclastia es una manera de manifestar una inconformidad hacia sistemas o pensamientos distintos. Esta conducta, por lo que hemos visto, ha sido casi universal y utilizada desde el inicio de las civilizaciones no solamente por los vencedores, sino que los marginados han utilizado el mismo recurso. Claro, desde la oficialidad el vencedor tiene todo el derecho de hacerlo, mientras que el marginado es considerado un delincuente (otro ejemplo de nuestra doble vara).

Para más detalles sobre la iconoclastia invito a los lectores a que vean el programa de Coloqueo ICP del 15 de septiembre de 2020 titulado: “La iconoclastia a través de la historia” con el profesor Miguel Rodríguez, el cual puede ser visto en el canal de Youtube del Instituto de Cultura Puertorriqueña en el siguiente enlace:  https://www.youtube.com/watch?v=ac798hEI4aA&t=2s