[Yo acuso a] Jennifer González: cómplice de trata infantil de la niñez inmigrante

Economia Solidaria

La adulación y fanatismo de Jennifer González hacia Donald Trump y sus políticas, la hacen cómplice del maltrato y abuso que el gobierno de Trump tiene hacia los inmigrantes, particularmente hacia los niños y niñas inmigrantes.  Es conocido que, bajo las políticas migratorias de Trump, miles de niños y niñas que han llegado a la frontera entre Méjico y Estados Unidos, Todos estos menores han sido enjaulados, como animales, en centros de detención.

¿Por qué Jennifer es cómplice de trata infantil? Por su silencio, por su falta de coraje y valor para denunciar lo que es indefendible, el maltrato institucional que reciben los niños y niñas inmigrantes en los Estados Unidos.  Se estima que para el 2019, se arrestaron a 76,020 menores “no acompañados” cruzando la frontera de Estados Unidos.  Este número aumentó en el 2020.  El termino de “menor no acompañado” es definido como un menor de 18 años, sin estatus migratorio legal, no tiene madre, padre o tutor legal que cuide por él o ella.  Sin embargo, estos menores, no necesariamente entran “solos”, sino que son efectivamente separados de sus padres, madres o familia, al llegar a la frontera, por autoridades americanas. Otros son abandonados por traficantes u otros migrantes, al llegar a la frontera.

Los niños y niñas son una población muy vulnerable.  Sin la protección de sus madres, padres, algún familiar o adulto encargado, están sujetos a ser engañados y vejados con facilidad en todas las áreas básicas de su vida. Estos menores buscan encontrarse en Estados Unidos con familiares y su viaje escabroso por demás lo hacen para escapar de la pobreza, la violencia y la guerra de sus países que incluye Méjico, Guatemala, Honduras y San Salvador.

En estos centros de detenciones, que han resultado ser una industria lucrativa, donde intereses privados acumulan millones de dólares, la violación de derechos civiles de estos menores es flagrante.  Desde el 2018, han muerto seis menores bajo la custodia de inmigración, luego de una década de que esto no ocurriera. En estos centros los menores detenidos no reciben atención de salud adecuada, viven bajo condiciones no sanitarias ni higiénicas, se le presenta ante procesos migratorios solos sin la asistencia de un abogado o un adulto que pueda proteger sus intereses.

Recién las autoridades migratorias han comenzado a llevar al limite las protecciones hacia los menores inmigrantes y los acuerdos diplomáticos alcanzados.  Los están removiendo de centros de detención y expulsan a estos menores, mayormente provenientes de Guatemala, Honduras y San Salvador, otra vez a Méjico. Esta pone a los menores a correr su propia suerte y posiciones de inseguridad y alto potencial a ser expuestos a trata y depredadores infantiles. La niñez no tiene la capacidad para defender sus derechos.

Imaginémonos por un momento, el sentimiento de coraje e incapacidad cuando vemos que el Departamento de la Familia en Puerto Rico, remueve menores de forma atropellada.  Pues ahora, pensemos este escenario en miles de menores siendo maltratados por el sistema migratorio federal. Menores a quienes sus derechos humanos universales se le vulneran.  Sin embargo, nuestra representante en Washington hace mutis contra políticas que, a toda luz, maltratan la niñez.  Que sean menores inmigrantes no justifica que se maltraten o se les ponga en riesgo por los Estados Unidos, una vez están es ese territorio.

Para Jennifer Gonzales su lema es “ojos que no ven corazón que no siente”.  Sin embargo, ella le da “gracias a papito Dios”, por los huracanes, los terremotos y la pandemia que han azotado a Puerto Rico desde el 2017 al presente. ¿Porqué? Porque ella dice que, a causa de esos eventos naturales, ha podido conseguir fondos millonarios para la isla.  El problema es que esos fondos, igual que sucede en los centros de detención de migrantes, han ido a enriquecer el bolsillo de sus amigos del alma, y no al país, que aún espera por un gobernante o una comisionada que sea honesta y sensible, y más allá de pensar que su función solo se traduce a traer fondos, que se embolsican grandes intereses, sea vocal y verdaderamente capaza de denunciar las injusticias sociales que nos afectan y atrasan nuestro progreso como pueblo.  De modo que Jennifer, al callar ante los atropellos de Trump, tanto hacia el pueblo de Puerto Rico como hacia los niños y niñas inmigrantes, es tan cómplice y culpable de maltrato humano como lo es él.  Jennifer no representa los valores del pueblo puertorriqueño, ella representa al capital.