Poesía y erotismo: verdugos del amor

Historia

Los hombres desnudos son criaturas de flama 

erizos que de súbito girar prenden el aire 

con voces de su luz cutánea y ágil. 

Son hologramas del sueño 

generosos abrevaderos 

escarchas que se quedan en las manos. 

  

.           Un hombre desnudo es un paisaje bienvenido  

Kattia Chico  

 

¿Qué es el erotismo? ¿Cuál es la diferencia entre erotismo y pornografía?  Se ha  dicho que una fina línea divisoria aparta a ambos, pero lo cierto es que es muy difícil juzgar cuándo se debe trazar esa línea o si nos debemos valer de  la misma o no. A pesar de las prohibiciones religiosas y de las miradas trasnochadas en ciertos  ámbitos discursivos y fundamentalistas, 

 las paredes de la ciudad nos hablan  de Eros.  

Pero, ¿qué es la pornografía? Lynn Hunt observa en su libro  Eroticism and the Body Politic que esta  se separó de lo erótico  en los siglos XIX y XX. Es casi a mediados del siglo XIX que adquiere la acepción moderna de obscenidad. (2-3) La definición que ofrece el Diccionario de la Real  Academia es la de “la presentación abierta y cruda del sexo”. Al erotismo le otorga las siguientes definiciones: “amor o placer sexuales” y “carácter de lo que excita  el amor sexual”.  Es obvio que los académicos no  formulan una diferencia clara entre los dos términos que se encuentran difuminados en la propia definición. Esto es lo que se observa en algunos poetas de las últimas tres décadas: una oscilación entre erotismo y pornografía. Tal vez esto es la negación de que la pornografía existe.

            Es necesario citar a Octavio Paz y a  su libro La llama   doble cuando nos incita a conocer “la faz luminosa del erotismo, su 

radiante aprobación de la vida”, al igual que al teólogo Leonardo Boff en su libro sobre San Francisco en el que  declara  que el erotismo es pulsión de vida. Paz  le percibe como un desprendimiento de la sexualidad que le desvía de su supuesta finalidad: la reproducción”. (29) 

La literatura contemporánea puertorriqueña se une a la  latinoamericana en su afán de destapar viejas concepciones sobre las 

prácticas sexuales y el erotismo  convirtiendo a esta temática en uno de sus centros discursivos, como se puede apreciar en la famosa obra narrativa  Detectives salvajes de Roberto Bolaño en la que se discute qué es la pornografía, como también lo hace Edgardo Rodríguez Juliá  en su ensayo/novela Cámara secreta,   Este también  ha tomado un realce mayor en la literatura femenina del Caribe hispano que aborda ahora temas como la  masturbación y hace alusiones a las partes llamadas íntimas de las mujeres, antes innombrables. Tomemos de ejemplo a las puertorriqueñas Mayra Santos Febre y  Ana María Fuster Lavin y a  las cubanas Lourdes de Armas y  Ana Lydia Vega Serova.

Desde los albores de la literatura puertorriqueña el erotismo forma parte de la poesía. En el  Aguinaldo puertorriqueño  de 1843 Carlos Cabrera presenta abiertamente el tema en el poema titulado “A Jacobo” en el que la voz lírica cuenta sus amores a un amigo : Yo gocé sus caricias celestiales/bebí en su seno regalado amor/ y mis gratos deliquios ideales/no turbó la ponzoña del dolor”. (67) A comienzos del siglo XX se destacan varios poemas eróticos de Luis Lloréns Torres, como se evidencia  en Sonetos sinfónicos, texto  publicado en el 1914;  los del  propio Luis Palés Matos en la década del treinta, como se ve en Majestad negra” (“prieto trapiche de sensual zafra”), los de  Julia de Burgos en “Río grande de Loíza” y de Clara Lair en su poema “Lullaby Mayor”.  

Aclaro que hablar de generaciones es mencionar un término ambiguo que provoca muchas polémicas, pues es un mal, como ha dicho el poeta Edgardo Nieves Mieles, “que ha cobrado vigencia desmedida en la crítica literaria hispánica” (11), por lo que comento aquí el tema tratado de manera general según las décadas en que fuera cultivado. El corpus de estudio de la poesía erótica puertorriqueña es vasto, y amerita una investigación profunda. Solo ofrezco una meditación sintética sobre el  tema. La palabra generación no pierde necesariamente su utilidad, pero prefiero afirmar que lo que existe hoy en día es un intenso  diálogo intergeneracional en el que se intersectan autores de diversas edades y estéticas.

Los sesenta fueron años de gran agitación  política, lo que hizo que los  elementos sociales tuvieran mayor relieve en la poesía.   De todas formas se cultivó el tema del amor, pero el erotismo no estuvo en escena  de la misma  forma que en los años siguientes. Vicente Rodríguez Nietzche fue el mayor cultivador de este tema  entre los integrantes del grupo Guajana, la  revista más importante de la década. Puede verse su destacado libro Amor como una flauta. Otros como Marina Arzola, Andrés Castro Ríos, y José Manuel Torres Santiago escribieron  poemas de un erotismo más sutil.

En  los años setenta hubo una ruptura radical  en el tratamiento del erotismo, que a fines de los noventa se vuelve más profunda.  Olga Nolla fundó la revista Zona de carga y descarga en 1972 junto a Rosario Ferré, la que fue innovadora y que introdujo nuevas lecturas, nuevas infuencias literarias como las de Julio Cortázar, Gabriel  García Márquez, José Donoso y otros autores del boom. Ambas, desde una postura feminista, impugnaron el patriarcado en sus respectivas obras narrativas y poéticas. En el texto “Presentimiento de lo sagrado” del libro Clave de sol Nolla expresa abiertamente los deseos sexuales del hablante lírico, tema anteriormente censurado en las mujeres poetas:

            Llevándote debajo de cada pensamiento

y cada sorbo de agua,

            cada hora, cada acto,

te recreo incesante

posando dedos, labios

en tu cuello, en tu boca,

en tu sexo erecto,

en tus nalgas tan tiernas como uvas

en tu pecho,

aún m҈ás tierno,

tan tierno,

tan tierno,

que quedo deslumbrada

por la sospecha de saberme Dios

en la emoción sentida ante tu fuerza. (10)

 

Rosario Ferré trabaja más el erotismo en su narrativa que en su poesía, en la que es prominente su denuncia visceral del patriarcado. En su cuento “Cuando las mujeres quieren a los hombres” alude a Isabel Luberza, conocida prostituta de los años cincuenta y sesenta, en cuyos brazos “todo estaba permitido, mijito, no hay nada prohibido, el cuerpo es el único edén sobre la tierra, la única fuente de las delicias, porque conocemos el placer y el placer es lo que nos  hace dioses” (31)

Manuel  Ramos Otero, “esa figura desafiante de nuestras letras”, (XIII) como le llama Juan Gelpí,  es una de las voces  principales de esta generación. Ramos rompió de forma abierta con los cánones de la heteronormatividad por medio  de su trabajo poético que entrelazó lo político. Influido por la poesía de Quevedo, escribe en Invitación al polvo: “¿Quién habrá inventado a Dios y al demonio del amor,/A la herencia de la muerte, a la apariencia que dura/como si fuera la cuna de la vida y de la suerte?”. (7 16)  En otros versos de su libro  el autor utiliza la metáfora para expresar su amor profanamente:

 

No amo tu cuerpo sino el misterio 

que tu cuerpo habita 

la cueva que me arropa de noche 

solamente apacigua la oscuridad. 

Amo tus gestos más que tus ojos 

siempre abiertos cuando la boca besa 

con humedad de mar mi isla irregular 

de costas bravas y rocas puntiagudas. 

(Poema 4. 13)

 

            Liliana Ramos Collado, fundadora de la revista Reintegro, y partícipe  de “la deconstrucción del sexo biológico  como punto de partida hacia la identidad sexual”, como expresa Mayda Colón, ofrece en el libro Reróticas versos que desafían a los lectores con nuevas formas de abordar el lenguaje y de elaborar un nuevo canon erótico.

                                        

Tus labios rojos mudos

                                   

y ciegos

                                    tus labios vibrantes

                                    tus

                                    rojos

                                    labios tensos

                                    rojos

                                    oscuros

                                    tus labios secretos

 

                                    cuánto labio disperso por tu piel

                                    cuánta piel para besar tu labio. (44)

 

 

            En la década del ochenta sobresale un nutrido grupo de  autores de poesía como Alberto Martínez Márquez, Mario Cancel, Rafael Acevedo, Mayra Santos Febre, Zoé Jiménez Corretjer, Carlos Roberto Gómez Vera, Daniel Torres,  y Edgardo Nieves Mieles. De Rafa Acevedo destaco este fragmento de su poema “Suavemente caníbal”:

                                               Tu cabellera negra es un apagón general

                                               Se suelta el corcel negro que monto

Y llego hasta aquí

                                              Donde se anuncia tu voz como las banderas húmedas (28)

 

Luis Raúl Albadalejo,  miembro de la misma generación, en esa forma cultivada desde la Edad Media que es el  soneto,  escribió “El revés de la caricia”, texto en el que el autor asume una mirada transgresora.

 

                                               Por detrás  de esta mano que te toca

                                               En la espalda del beso amanecido,

Una sutil caricia se ha dormido

Esperando llegar hasta tu boca.

 

Te toco en el reverso de los gestos

con que invisto mis ritos cotidianos

detrás de estas caricias que mis manos

desgranan en tu piel con besos lentos

 

Asómate a esta orilla de mi tacto,

como la cara oculta de la luna,

trastienda del placer, sensual y exacto,

 

donde el amor su gran ritual oficia,

hoguera donde el sol tiene su cuna:

clandestina ciudad de mi caricia. (El límite 47)

 

 Por otra parte, en el libro Las muchas aguas no podrán apagar el amor Nieves Mieles escribe una poesia conversacional preñada de erotismo: “Este zurdísimo modo mío de levantarme/La fronda de mi semen mejor/El húmedo abracadabra/de estos innumerables brazos/incendiando el mapamundi de tu sexo”. (40)

 A fines de los noventa y principios de los dos mil el  erotismo adquirió un protagonismo mayor, lo que se aprecia en el poemario Memoria de papel de Carmen Vázquez Arce. En él se funden el ámbito  de la cocina y la sexualidad:

            Me gusta preparar tu cuerpo para mi horno tibio,

            Donde se cocerá lentamente como un  pan de jengibre

y mientras voy amasándote

comienzo a salivar por todos los deseos

apeteciendo tu crujiente corteza. (VII)

 

En estas décadas surgieron  autores que  tienen el propósito   de desmitificar el canon heteronormativo, ya sea desde una óptica feminista o desde la crítica de los que pertenecen  a la comunidad  homosexual y lésbica que busca dislocar el androcentrismo.   Adquiere de esta forma un carácter politico. En referencia a este, Julio César Poll le califica como eje central del discurso poético. En su antología dedicada a los poetas puertorriqueños del siglo XXI señala que en el caso de las escritoras de esta época se presenta “una nueva construcción de su sexualidad”, “un apoderamiento de su cuerpo” como se privilegia en la poesía de Kattia Chico, Mayrim Cruz-Bernall, Irizelma Robles Alvarez, Alexandra Pagán , Kristina Medina y   Awilda Castro, Distinto a los discursos feministas anteriores que se rebelaban contra el falocentrismo, plantean un nuevo fundamento social: ”a una mujer dueña de su sexualidad y diestra  en los juegos sociales, utilizando su sexo para su satisfacción, como mecanismo de manipulación o, simplemente como una estrategia de poder” (XXVI)  Así lo demuestra Alexandra Pagán  en su poema Retrato:

Tu lengua entre tus dientes

Los lunares alocados aturdidos

Me comprimo en tus ojos cerrados

Con mis dedos me pierdo

En el compás irregular de tus abrazos

Y te muerdo,  te muerdo

Muerdo la axila, muerdo el cuello

Muerdo el labio que no diga nada

Tu voz, tu aliento, tu cuerpo

¿qué era lo que quería decirte?

 

En los dos mil la poesía del prolífico escritor  Miguel Angel Náter sobresale por su creatividad y por el trabajo que elabora en versos a veces herméticos que dialogan con los clásicos del misticismo. Sus versos recuerdan al texto bíblico del Viejo testamento, el “Cantar de los cantares”,  y a la metafóra del castillo de Santa Teresa.

 

También hay un Cantar de los cantares del amor  oscuro

Déjame desatar las violetas azules de tu carne.

Que tu lengua me nombre palabras en desuso.

Que tu lengua recorra como el ánsar salvaje

Mi huerto que destila un aroma a desnudo.

 

                        (..)

 

_Mi Amado se extravió la útima noche,

Pero yo iba acunándome en su pecho.

Me llevó por castillos de amatista,

Me dio del vino oscuro de sus besos.

Mi Amado me escribió versos de ámbar.

Mi Amado es un arcángel en mis sueños.

 

En medio de la convivencia de poetas que se distinguen por su diversidad Daniel Torres publica debellaqueras, texto que rompe por completo con los límites entre pornografía y erotismo desde una perspectiva homoerótica.. “No es tan común que las composiciones poéticas utilicen un lenguaje tan explícito, casi pornográfico (glandes, nalgas, entrepierna, verga, leche, jugos, sudor, culito, orgasmo...)”, comenta Guillermo Arróniz López sobre el texto, que a su vez está marcado por su referencia  a la cultura queer. (Post Antillano) De hecho, Torres  mismo llama a parte de su producción pornopoemas y declara que estos “recogen el sentir de la palabra que se conjetura en la carne y en la bellaquera de sentidos  de los cuerpos por los otros que se erotizan en el de uno”. En “Clavándote” (88) resalta el uso de lo llamado soez en la construcción  de un  erotismo descarnado:

Méteme tu verga por ojos, nariz y boca.

Pásamela por entre las nalgas

bajando por la espalda lentamente

clavándome de golpe hasta el ñame…

Muévete al unísono conmigo.

Déjame llevarte hasta el paٕís del sinsentido.

Apretarte en la embestida.

Sacarte toda la leche que se viene

y se derrama mientras el culo queda exhausto

en el escozor de la posmetida.

Tu verga dentro se extasía en los espasmos.

“¿Quién posee a quién?”

te pregunto ensimismado

entre los jugos y el sudor

del rendimiento de los cuerpos al amor.

(Deja que te huela)

 

La notable elaboración de una poesía erótica que desborda los límites sociales a que estamos atados tiene un gran impacto en  el resto de la praxis discursiva literaria puertorriqueña que a veces entremezcla lo poético con lo narrativo. Festejar el cuerpo, detener el biopoder, transgredir los convencionalismos, celebrar a Eros, ese dios de la alegría, es lo que define mayormente a esta producción poética que hemos analizado.

 

 

 

 

 

 

Bibliografía

Arróniz López. Guillermo. De bellaqueras de Daniel Torres http://www.elpostantillano.net/index.php?option=com_content&view=article&id=24319:2020-01-19-18-54-11&catid=311&Itemid=1021

 

Cabrera, Carlos. “A Jacobo”. Aguinaldo puertorriqueño. Carolina, Puerto Rico: Terranova, 2004.

Ferré,  Rosario. Papeles de Pandora. Río Piedras, Puerto Rico: Ediciones Huracán, 1991.

Gelpí, Juan. “Cuestionar, desafiar, escribir”. No tener miedo a las palabras. San Juan, Puerto Rico: Follium, 2020.

 

Hunt, Lynn. Eroticism and the Body Politic. London: John Hopkins Press, 1992.

Martínez Máquez y Mario Cancel. El límite volcado. Antología de la Generación de Poetas de los Ochenta. San Juan/Santo Domingo: Isla Negra editores, 2000.

 

Náter, Miguel Angel. Más de Sodoma. San Juan: Editorial Tiempo Nuevo, 2014.

Nieves Mieles, Edgardo. Este juego de látigos sonrientes. Poesía puertorriqueña de fines del siglo XX y comienzos del XXI. Río Piedras, Puerto Rico: Espejitos de papel editores/Gaviota, 2015.

 

___________________Las muchas aguas no podrán apagar el amor. San Juan, Puerto Rico: Isla Negra editores, 2001.

 

Nolla, Olga. Clave de sol. . San Juan, Puerto Rico: Instituto de cultura Puertorriqueña, 1977.

Paz, Octavio. La llama doble. España: Galaxia Gutenberg, 1997.

Poll, César. Los rostros de la hidra.  Antología de revistas y poetas puertorriqueños del siglo XXI. San Juan, Puerto Rico: Gaviota/Isla Negra, 2008.

 

Ramos Otero. Invitación al polvo. Río Piedras, Puerto Rico: Plaza Mayor, 1991.

Torres, Daniel. debellaqueras. San Juan/Santo Domingo: Isla Negra editores, 2019.

Vázquez Arce, Carmen. Memoria de papel. Río Piedras, Puerto Rico: Ediciones Huracán, 1992.