Naomi Klein y la Batalla por el paraíso [reflexión crítica a un libro sobre nosotros]

Cultura

(San Juan, 10:00 a.m.) Dos cuadros en contraste: uno en un hotel del área turística del Condado, donde se reúnen con funcionarios del gobierno inversionistas ansiosos por aprovecharse de una ley tributaria que ofrece una taza irrisoria a las ganancias que tendrían sus potenciales negocios en Puerto Rico, y otra caracterizada por devastación física debido tras el paso de un huracán (María) no visto desde la década de los años 20.

Naomi Klein es una periodista australiana liberal que entre otras cosas ha sido publicada por el New York Times, the Guardian y The Nation. Es una reconocida campeona de temas de corte ambientalistas. The Battle for Paradise: Puerto Rico takes on the Disaster Capitalists, habla sobre lo que sucedía en Puerto Rico tras los pasos de los huracanes Irma y María. Estos dos pasaron por la isla en septiembre de 2017. María, el segundo de los dos, totalmente destrozó a Puerto Rico.

El libro abre con una visión tétrica en el pueblo rural y agrícola de Adjuntas donde Klein encuentra casi total destrucción y oscuridad por falta de electricidad. La única casa con luz, gracias a la energía solar, es la de las ambientalistas Massol, padre e hijo. Presenta las críticas de padre e hijo sobre la pobre visión de los gobiernos de Puerto Rico no solo sobre el ambiente sino la economía. Presenta, mientras pasan las páginas, los esfuerzos de grupos que quieren transformar la agricultura en Puerto Rico. Estos ya en 2018, cuando Klein hizo su investigación en el país, se han dado la tarea de sembrar varios vegetales y tubérculos, productos esenciales para la población. La agricultura de Puerto Rico se ha basado en una serie de fracasos, negligencia del gobierno y su poco interés en el tema.

Es por esta negligencia la razón por la cual esta colonia norteamericana importa casi el 90 por ciento de sus comestibles, la mayor parte la que traen barcos norteamericanos desde el puerto de Jacksonville de la Florida.

Klein relata la historia económica de Puerto Rico desde el Siglo 20, y declara que sus resultados han sido insuficientes, fallidos y, sobre todo, propios de una colonia.

La visión de los gobiernos de la Isla ha sido aumentar la dependencia en fondos federales, en este caso, los provenientes de FEMA, que, de una manera espantosamente burocrática junto al totalmente incompetente del gobierno de Ricardo Rosselló, manejó la tragedia port-huracanes de Puerto Rico.

Mientras tanto, en el lujoso hotel, se encontraban unos inversionistas interesados en acaparar el mercado de propiedad inmueble y otros renglones económicos en la Isla. 

Al gobierno puertorriqueño parece que no se le ocurre otras cosas que privatizar todo, incluyendo a los esenciales eléctricos y pluviales. El servicio de telefonía ya se privatizó, así como el mantenimiento de diversas carreteras mediante acuerdos onerosos para Puerto Rico. De manera que darle entrada a la Isla a especuladores de propiedades no debe de sorprender a nadie.

El libro inevitablemente toca el tema de la quiebra económica de Puerto y la llegada de una junta fiscal creada por Washington, que tiene a su cargo aprobar los presupuestos del gobierno de Puerto Rico.

Klein pinta al director de Desarrollo Económico y al mismo Rosselló casi rogándole a estos potenciales inversionistas que hiciesen de Puerto Rico lo que les diera la gana. Lo importante es que se quedasen. 

Aparentemente, el interés de estos multimillonarios, prestos a aprovecharse de una tragedia, va de la mano con su manera de mirar la vida detrás de un velo totalmente predatorio. En otras palabras, el enriquecerse va con una ideología de vida—la del neoliberalismo. En el hotel se lleva a cabo una reunión de una organización que lleva el nombre de Aynn Rand, una novelista inglesa del siglo pasado que pintaba cuadros paradisíacos de sociedades que alientan y recompensan al individualismo y el capitalismo. Los libros de Rand son la contraparte del Manifiesto Comunista de la izquierda. En fin, a Puerto Rico vinieron muchos de estos “soñadores” a averiguar cómo podrían poner a prueba las enseñanzas de Rand y hacerse más increíblemente ricos.

Klein cuenta como uno de estos inversionistas quedó boquiabierto al descubrir que en Puerto Rico se habla español. 

El valor de este pequeño tomo de Klein es como pinta los contrastes entre los grupos de potenciales desarrolladores versus los puertorriqueños y otros que se dan cuentan que esta isla en el Caribe tiene los recursos para desarrollarse de una manera más cuerda.