Un encuentro hace 527 años [e inicio del colonialismo eterno]

Agenda Caribeña
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El 19 de noviembre de 2020 se cumplieron 527 años desde la llegada de los españoles a nuestra Isla. El viaje, el segundo iniciado por Cristóbal Colón, partió de Cádiz el día 25 de septiembre de 1493 e incluyó una flota de 17 buques y 1,500 hombres. Está en discusión el hecho de que en el desembarco hecho por los europeos por la costa oeste de Puerto Rico (el “poniente” según uno de los testigos en el viaje), Cristóbal Colón no estuvo presente sino algunos de sus lugartenientes.

No se trata de un “descubrimiento” de nuestra Isla, dado el hecho de que a lo largo de siglos, distintas culturas indígenas provenientes de la cuenca del Orinoco fueron poblando las hoy Antillas Menores hasta llegar a la isla de Boriquén, siendo las últimas dos, la cultura taína y la cultura caribe. Existe también la teoría de que en la península de Biminí (hoy Florida), algunos pobladores, empujados por otras tribus, fueron forzados a emigrar hacia el sur, estableciéndose en la isla de Cuabanacán, hoy Cuba y la región occidental de la Isla de la Española, en lo que hoy conocemos como Haití. En ese sentido, desde tiempo inmemorial,  ya desde el sur o desde el norte, las Antillas Mayores han sido una región de transición por parte de distintas corrientes migratorias. La dimensión de los territorios que integran las Antillas Mayores y la presencia abundante del recurso agua, propició el desarrollo de importantes asentamientos humanos en estas islas.

La llegada de los españoles si bien representó otra corriente migratoria que vino a asentarse en nuestro suelo, principalmente a partir de 1508, fecha a partir de la cual comenzó propiamente el proceso de colonización de lo que vino a llamarse originalmente por los españoles la Isla de San Juan Bautista, revistió un carácter distinto en términos del propósito de los nuevos pobladores. El oro, las piedras preciosas y las riquezas fueron el dínamo que precedió la conquista.

A pesar de que ya para 1506, indica Figueroa Mercado citando a Aurelio Tió, Juan Ponce de León había visitado la Isla el proceso de colonización impulsado por el oro que se indicaba había en la Isla, no comienza sino a partir de 1508. Está documentado que ya en 1500, Vicente Yañez Pinzón, compañero de Colón en el segundo viaje, había visitado el llamado “Puerto de los Pozos del Aguada”, donde había una aldea que “había visto” Colón en dicho segundo viaje. Sin embargo, no es él a quien le encomendaron el proceso de colonización.

Nos dice la profesora Loida Figuerona Mercado en el Tomo I de su Breve Historia de Puerto Rico, que al comienzo de la colonización existían en Puerto Rico alrededor de veinte cacicazgos principales, entre ellos: Yagüeca en el litoral noroeste; Guajataca, Abacoa, Bayamón y Aymanio en la región norte; Caynabón, Daguad y Macao en la región este; Guainía, Guayama, y Otoao, Jatibonico, Sibuco, Guaynabo y Turabo en la región central. El principal de ellos  era Guainía, cuyo cacique fue Agüeybaná, sin embargo, vale destacar que en las proximidades del Río Grande de Loiza, el cacicazgo lo tenía una mujer, de nombre Yuisa, que habiéndose casado con un español, adoptó el nombre de Luisa. Nos dice la autora que de acuerdo con los cronistas españoles, los pobladores que encontraron en las Antillas,

“….eran de color cobrizo, con cabello lacio, pero áspero; pómulos salientes y los ojos negros y ligeramente oblicuos. Como carecían de mucho artificio apenas si se vestían, no requiriendo el clima vestimenta. Por otra parte, para librarse de las picaduras de mosquitos y para adornarse, se pintaban el cuerpo con una pintura que hacían de bija (achiote) y resinas, cubriéndose el cuerpo con diseños geométricos hechos previamente en moldes de barro. Las mujeres casadas, empero, usaban unas faldas llamadas en su idioma naguas. La vestimenta sería unas de las áreas violentadas por los españoles, que acostumbrados a vestirse, dieron llamar inmoral lo que para los indígenas era perfectamente normal.”

La estructura social o las aldeas donde vivían los indios se llamaba yucayeques. Había dos tipos de vivienda: una circular llamada bohío  y otra cuadrangular denominada caney. Cada bohío tenía su conuco, dedicado a la agricultura Las casas se organizaban en torno a un espacio común similar a una plaza llamado batey.  En ellos se desarrollaban juegos. Como parte de la división del trabajo, los varones se encargaban de la pesca, el tallado de armas, construcción de casas y embarcaciones; así como la caza; mientras las mujeres  se encargaban de labores domésticas de la casa, la agricultura y el cuido de los niños. La historia de la tribu se desarrollaba a través de la historia oral conservada en los areytos ya que no conocían la escritura.

Existía un sistema de división social donde estaban los naborías (trabajadores) y nitaynos, que según Doña Loida, representaban “la nobleza”, estando a su vez divididos “entre grados escalonados: mantuherís, baharís y guoxerís. Las dos principales figuras en la organización política de los cacicazgos era el cacique y bohite (el médico brujo).

No hay certeza en cuanto al número de indios en Puerto Rico al momento de iniciarse el proceso de colonización. Don Ricardo Alegría estima en 30 mil el número. Para 1530, en un censo efectuado por el Gobernador Manuel de Lando, se contabilizaron 1,148 indígenas. Nos dice la profesora Figueroa Mercado, procurando examinar las causas de la disminución de la población originaria en Puerto Rico “la relativa exigua población no pudo resistir el empuje de las epidemias traídas por blancos y negros, la escasa procreación que sucedió a la conquista, le éxodo posterior al fracaso bélico y, sobre todo, el impacto del mestizaje con blancos y negros, sin que se aumentase el elemento autóctono con inmigraciones.” Señala que si bien la población propiamente indígena dejó de estar presente en Puerto Rico, sí subsistieron al presente “algunas características en el conjunto total de los habitantes del Puerto Rico de hoy, en algunos más marcadas que en la generalidad.”

Si bien para 1778, en otro censo ordenado por Carlos III figuran 2,302 indios puros, ya para principios del Siglo 18 los censos dejaron de contabilizar la población indígena incluyéndolos bajo la categoría de “pardos libres”.

La conquista llevada a cabo por las poblaciones europeas en lo que vino a llamarse “América” significó el exterminio de decenas de millones de pobladores originarios en nuestro Hemisferio. Se trata del mayor genocidio llevado a cabo en la historia. Aún a la distancia de más de cinco siglos, las poblaciones originarias siguen viviendo en reservaciones, privados en múltiples casos de derechos civiles, pisoteados sus derechos humanos, excluidos, discriminados y arrinconados en sus propios países.

No hay nada que celebrar y sí mucho que reflexionar y rectificar. Estamos a tiempo para corregir las injusticias.