El senador estadounidense republicano Todd Akin (MO) ha causado gran controversia en las pasadas semanas con la reforma que quiere implementar, en la cual se clasificarían los “diferentes tipos de violaciones” para separar las “legítimas” de las “ilegítimas”, donde el término “violación forzada” sería considerada más severa que víctimas de “date rape”, estupro (un acto sexual forzado en contra de una persona en edad de consentimiento sexual y menor de 18 años), violación por coerción o violación de los mentalmente incapacitados o impedidos. Todo esto fue agravado a raíz de un comentario de su parte defendiendo esta reforma, estableciendo que las mujeres tenemos maneras de “cesar esa cosa [el embarazo] entera” en caso de violación.
Y tampoco es la primera vez que leo un comentario así. Leí hace mucho tiempo que un congresista republicano estableció, en el 1988, que cuando una mujer es violada “emite una secreción” que no permite la concepción. En 1995 Henry Aldridge dijo un comentario similar, estableciendo que en caso de violación “los jugos no fluyen”. Estos comentarios no tienen ninguna base científica, además de ser absolutamente falsos. Pero, en un caso más estremecedor, un representante de Georgia estableció que las mujeres deben cargar sus hijos natimuertos tal como lo hacen las vacas y los cerdos, en un intento de apoyar su postura pro-life.
La concepción no es algo que decide la mujer, y el deseo no es un método anticonceptivo. Si lo fuera, habría mucho menos jovencitas embarazadas. Si lo fuera, muchas parejas casadas tendrían hijos en vez de intentar mes tras mes esperando concebir.
Pero veamos el otro lado de la moneda. La reacción de la nación, del mundo y de las fuentes de información ha sido exuberantemente negativa, pero no olvidemos las víctimas que nuevamente están siendo criminalizadas. Enfurece y entristece descubrir que en la inmensa mayoría de los estados, 31 en total, se permite que el padre del niño concebido via violación tiene derecho a visitar a su hijo, y si la madre lo desea, se puede organizar que el padre visite a la criatura sin que la madre esté presente.
Todo esto son niveles de imbecilidad que traspasa el entendimiento social. No conocen nuestro sistema ni nuestra psicología, e intentan restringirnos de nuestros derechos y nuestra dignidad como mujeres. Estoy harta de que la salud e higiene femenina sea percibida como algo malo e inmoral. Luego del despliegue de esta pasada semana, sé que no soy la única.