Deslenguadas y Silenciadas

Crítica literaria
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A Wilda, por tantas palabas compartidas.

 

La cultura grecorromana conocía bien el poder de la palabra. Los diálogos socráticos, el arte de oratoria tan célebres en la sociedad griega son algunos ejemplos de ello. Sin embargo, el discurso público no era lugar para las mujeres, una prueba de ello lo tenemos en la Odisea.

 

El adolescente Telémaco en el primer canto de la Odisea, manda callar a su madre Penélope, dejando bien claro que las mujeres deben mantenerse lejos del discurso público:  “Vuelve, pues, a tus habitaciones, reanuda tus labores habituales, la tela y el huso, después puedes dar órdenes a tus mujeres para que se den prisa en sus trabajos; el cuidado de la palabra corresponde a los hombres, y especialmente a mí, porque es a mí a quién el poder en este palacio me ha sido dado.”  Estas son las palabras que le dice un hijo adolescente a su madre, después de una intervención de ella solicitando que el “aedo” (cantor) recite un canto más alegre, pero sobrecoge más cómo continúa el poema homérico: “Entonces, llena de admiración Penélope vuelve a sus habitaciones; guarda en su corazón las prudentes palabras de su hijo.” Una madre madura recibe el regaño de su hijo adolescente, acata sumisa sus órdenes, regresa a sus habitaciones y además, de acuerdo con Homero, entiende que las palabras de su hijo son prudentes. En el comienzo de este texto fundacional, de hace casi tres mil años, somos testigos del silenciamiento impuesto a las mujeres en los orígenes de la literatura occidental,  sustentando lo que las feministas llevan reclamando desde hace más de doscientos años: la historia de opresión de la que venimos todas las mujeres.

El silenciamiento y la agresión a las mujeres nos han acompañado desde el establecimiento del patriarcado como sistema de organización social.  Conocer de dónde venimos y cuáles son las narraciones que se han utilizado para transmitir creencias y valores que fomentan la desigualdad entre hombres y mujeres nos ayuda a entender nuestro presente, y quizás a acercarnos a una sociedad más justa e igualitaria.

Son muchos los relatos míticos que forman parte de la cultura romana que reflejan el patriarcado presente en nuestra vida a través de ella, pero mencionaré solamente cuatro relacionados con el silenciamiento violento dirigido a las mujeres; cuatro narraciones que muestran también que el cuerpo de la mujer en el patriarcado ha sido objeto de violencia por parte de los hombres.

El primero de ellos aparece en el libro sexto de las Metamorfosis de Ovidio (43 a.C.- 17 d. C.), se trata de la terrible historia de las hermanas Progne y Filomela. Esta última es violada y vilipendiada por su cuñado Tereo. Ovidio cuenta que Filomela amenaza al violador diciéndole que contará su traición: “Yo misma, el pudor rechazando, tus hechos diré” él, enfurecido saca su espada y le corta la lengua para que no pueda contar nunca su historia. Tereo la abandona después en el bosque y a Progne le dice que su hermana ha muerto. Sin embargo, Filomela se las ingenia para tejer una túnica y con un hilo púrpura logra contar la triste historia de su vida: “experta del bárbaro telar, y unas purpúreas notas entretejió en los hilos blancos, indicio de la abominación, y concluido se lo entregó a una, y que lo lleve a su dueña con el gesto le ruega”.  Una vez finalizada la túnica, logra (a través de su gesto porque no puede producir las palabras)  que se la entreguen a su hermana quien se entera así de la traición cometida por su esposo y juntas tejen un plan para vengarse del violador. En esta historia podemos ver quizás la semilla del lema “hermana, yo sí te creo” que se ha popularizado en los últimos años en las movilizaciones feministas en contra de la violencia sexual y la importancia de creer a las víctimas cuando logran contar su historia. Filomela sabe que lo que no se nombra, lo que no se cuenta, cae en el olvido, es como si no existiera así que a pesar de su mudez logra que su historia se conozca. El relato finaliza con la metamorfosis de los tres personajes en aves, después de que se lleve a cabo el infanticidio de las hermanas y el acto caníbal de Tereo. Los estudiosos consideran que este es uno de los mitos más sanguinarios de toda la mitología grecolatina.

El segundo al que me referiré lo cuenta Tito Livio (59 a. C. -19 d. C) en su Historia de Roma, es la historia de Lucrecia violada por Sexto Tarquino, quién aprovechando la ausencia de su marido, se metió en su cama y la violó. Cuando ella despertó y le reconoció, él le gritó: “¡Calla, Lucrecia; Soy Sexto Tarquino; tengo una espada en la mano; morirás si dejas escapar una palabra.” De nuevo la mujer obligada al silencio, a no denunciar al violador si no quería la muerte. Sin embargo, y a pesar de las amenazas de acusarla de adulterio si hablaba, Lucrecia llamó a su padre y a su esposo, y les contó la violación de la que había sido objeto.  Les pidió venganza contra Sexto Tarquino y se hundió un puñal en el pecho después de pronunciar las siguientes palabras: «yo, aunque me reconozco sin culpa, no me libero del castigo; ninguna mujer impúdica alegará el ejemplo de Lucrecia.” En este caso sí podemos escuchar la voz de Lucrecia quien se convirtió en ejemplo de virtud de todas las mujeres romanas hasta que después San Agustín, en el contexto del cristianismo, condena su suicidio.

 

Otro mito de la imposición del silencio como castigo aparece en el segundo libro de los Fastos, también de Ovidio, en el que narra la historia de la ninfa Lara o Tacita Muta quien fue castigada por hablar demasiado. El delito de Lara fue avisar a una de las ninfas, Yuturne, de que Júpiter estaba tratando de acorralarla para violarla y también le dijo a Juno que su marido estaba enamorado de la ninfa: “Júpiter se encolerizó y arrancó a la náyade la lengua de que se había servido imprudentemente, y llama a Mercurio diciéndole: «Llévatela donde los Manes; ése es el lugar apropiado para los silenciosos. Será ninfa, pero ninfa de la laguna soterrada.”  Más tarde,  Mercurio la viola mientras ella se opone ferozmente, “suplicando, esforzándose en vano por hablar con su boca muda. Quedó embarazada y parió dos gemelos:  los Lares”. De nuevo, otra mujer deslenguada, privada de la palabra precisamente por querer proteger a otra, condenada al silencio como castigo y violada por su guardián. El acceso al cuerpo de las mujeres sin límites para los hombres.

El último personaje al que me referiré cuya voz fue anulada como castigo es Eco quien aparece también en el libro tercero de las Metamorfosis de Ovidio. Eco es castigada por Juno por entretenerla mientras Júpiter yacía con las otras ninfas: «lengua, por la que he sido burlada, una potestad pequeña a ti se te dará y de la voz brevísimo uso».  Eco, sin voz propia estará condenada a repetir la de los otros, vivirá en las cavernas en soledad sin poder expresar su autoconciencia.

Los mitos sirvieron al patriarcado romano para imponer modelos del comportamiento de las mujeres que lamentablemente hemos heredado. Filomela, Lucrecia, Lara, Eco son metáforas de tantas mujeres aplastadas por el patriarcado que no han podido usar su voz.

En la actualidad, mujeres de distintas partes del mundo siguen siendo silenciadas y violentadas. Mary Beard en su libro Mujeres y Poder, publicado en el 2017, menciona el caso del parlamento de Afganistán en el que en ocasiones los micrófonos de las mujeres son desenchufados por sus colegas hombres. La hondureña feminista y activista ambiental Berta Cáceres fue asesinada en el 2016 después de recibir muchas amenazas por su activismo en contra de la privatización de los ríos y expresar su oposición a proyectos de presas hidroeléctricas de inversores internacionales. En Puerto Rico, la periodista Sandra Rodríguez- Cotto, muy crítica en sus expresiones sobre la actualidad política del país, recientemente ha sido objeto de ataques a través de las redes sociales amenazándola con el “exterminio”.  

Hace unos años en Turquía en la plaza Taksim en Estambul en una marcha reivindicativa miles de mujeres gritaban un eslogan que decía “Cállate Erdogan, hablan las mujeres”, el mensaje estaba dirigido al que era primer ministro de Turquía en ese momento. Esas mujeres llevan años luchando en la calle contra las políticas del gobierno que intentan restringir los derechos al control de la natalidad. El mandato de silencio de Telémaco a Penélope con el que comencé este artículo regresa dirigido al mandatario de un país.  Las mujeres seguimos reclamando espacio para hablar.

En una entrevista en el periódico La Vanguardia del 8 de diciembre de 2020, Isabel Allende sostiene que el patriarcado eliminó la voz femenina. De acuerdo con las historias de Filomela, Lucrecia, Lala y Eco esa voz lleva siglos violentada y silenciada. Después de más de doscientos años de feminismo hemos avanzado mucho y hemos logrado formar parte de la categoría de personas, además tener acceso a la educación y al voto por ejemplo, sin embargo, queda mucho por hacer. Cuando escribía este artículo, el 10 de diciembre de 2020, la prensa española reseñaba los esfuerzos iniciados por una profesora de instituto (Escuela Superior) en Galicia que ha comenzado una campaña para que se incluyan mujeres filósofas en el currículo educativo, la docente afirma que le resulta inadmisible que se siga invisibilizando la contribución de las mujeres a la filosofía y que en el temario educativo no se incluya nada sobre el proyecto feminista y la transformación social. Mientras haya que seguir reclamando espacios de visibilidad, espacios que nos incluyan y nos den voz debemos seguir luchando para eliminar la profunda desigualdad entre hombres y mujeres.

Finalizo este texto con una pequeña anécdota personal:  para escribir este artículo consulté sobre los mitos de la antigüedad con un amigo muy querido, doctor en Filología Clásica, cuando le comenté mi percepción del profundo machismo sostenido por el patriarcado de la cultura grecolatina, me contestó con el sosiego de quien conoce bien lo que dice: “de ahí venimos, no cabría esperar algo muy distinto” y sí de ahí venimos. Todavía no ha terminado el año 2020 y ya han muerto en Puerto Rico más de cincuenta mujeres por violencia machista.