Las elecciones de 3 de noviembre y la crónica de muertes anunciadas

Política

En la naturaleza nada es permanente.  Nada permanece para siempre.  Todo tiene un comienzo, un proceso de crecimiento, luego un desarrollo y un final.  Esa es la dinámica de la vida de todas las cosas, sean éstas animadas o inanimadas.  El tiempo todo lo disuelve.  No existe nada perenne.  El Segundo Principio de la Termodinámica dice que todo sistema utiliza energía para poder funcionar, pero en esa operación hay siempre una parte de esa energía que se pierde y no se puede recuperar.  Esa pérdida de energía se conoce como la entropía.  Ésta es la que provoca la decadencia de todos los sistemas habidos, ya sean estos de nivel macro o micro.  La entropía produce finalmente la muerte de todo lo que está sujeto a ella, incluyendo los planetas y las estrellas. 

            Partiendo de esta realidad, es necesario entender que los sistemas políticos y económicos están también sometidos a ese principio.  Igualmente, los partidos políticos, las organizaciones de todo tipo, las estructuras y la vida en general.  Es por esta razón que morimos físicamente, porque en el transcurso de nuestras vidas consumimos energía para vivir y de igual forma la gastamos.  Es ese gasto energético que no se puede recuperar el que produce nuestro fin en este planeta.  Por ejemplo, se han hecho estudios que han demostrado que la mayor parte de  los atletas de larga duración mueren más jóvenes que el común de la gente.  Eso se debe al alto gasto de energía que consumen durante sus entrenamientos y competencias. 

            Lo mismo le ha ocurrido en nuestro caso a los partidos políticos que nos han gobernado durante las pasadas seis o siete décadas.  Ya han envejecido, se les ha acabado la gasolina, ya no tiene suficiente energía para seguir operando al ritmo que lo hacían antes.  Sus propuestas ya son obsoletas, carecen de ideas renovadoras, han sucumbido a la corrupción, a la arbitrariedad y al contacto real con las necesidades de la gente.  Están envejecidos y corroídos por la falta de adaptación al cambio del universo y del pensamiento de nuestro tiempo.  Se han quedado inmóviles ante las nuevas exigencias que las dinámicas sociales y económicas ejercen sobre las sociedades actuales.       

El Partido Popular Democrático se congeló en sus miedos, temores, indecisiones y falta de adaptación a los requerimientos que estos momentos históricos exigen.  Su propuesta de un Estado Libre Asociado culminado ya no sirve para producir un modelo de país diferente al que hemos tenido durante los últimos 122 años.  Este partido ha quedado aprisionado entre el colonialismo real que hemos padecido por ese tiempo y su ilusión de que alguna vez existió algo verídico llamado ELA.  Al no poder nunca realizar su proyecto de autonomía verdadera, el PPD se fue agotando en la imaginación de que ésa era la realidad que se vivía y no en el crudo coloniaje impuesto por los Estados Unidos.  Este partido se dedicó durante 60 años a negar que estábamos bajo el dominio colonial de Washington, y que el ELA había acabado con ese sistema debido a que en el 1952 se había hecho un pacto entre la hasta “entonces” colonia y la metrópoli.  Todos sabemos ya que esto fue un engaño tanto de Luis Muñoz Marín y todos los líderes que le siguieron, en complicidad con el gobierno imperial. 

            El Partido Nuevo Progresista, que sólo es una extensión del viejo Partido Republicano, ha hecho algo parecido.  Desde su refundación se aferraron a la ilusión de la estadidad federada y pusieron todos sus huevos en esa canasta para engatusar a sus seguidores con la falsa idea de que pronto llegaría el soñado “ideal”.  Siguen como los cristianos proclamando la segunda llegada de Jesús, cosa que nunca ha ocurrido ni ocurrirá.  De igual forma, la estadidad jamás llegará, pero los profetas de esta trasnochada idea, continúan proclamando su pronto advenimiento.  Así, siguen atrayendo a sus feligreses para que sigan votando por esta quimera elección tras elección y los muy ingenuos aún tienen la esperanza de verla llegar, aunque sea por la cocina.  Los dirigentes de este partido también han vivido en una eterna ilusión que se ha ido desgastando según pasan los años.  Y el tiempo y la entropía, atados a la corrupción y los desgobiernos que han ejercido ya han dado cuenta de esta mafia partidaria.

            Ha sido debido a estas razones que en las pasadas elecciones ambas colectividades han caído a su nivel más bajo en el apoyo de los votantes.  Aun cuando el PNP ganó precariamente la gobernación, lo hizo apenas con el 32% de los votos emitidos.  Perdió la hegemonía en ambas cámaras y muchas alcaldías.  Incluso, la de San Juan, la capital, está en entredicho y aparentemente sus dirigentes se están agarrando a ella con uñas y dientes porque saben que si la pierden ese será el fin del PNP como estructura política.  De todas formas, aún cuando la ganen, su muerte ya está anunciada.  Ese partido ya no aguanta una elección más.  Los que hicieron una desagradable fiesta con un ataúd para enterrar a Manuel Natal, no se dieron cuenta que, en realidad, estaban enterrando al PNP.  Repito, en el devenir histórico de nuestro pueblo este partido es ya un cadáver político.  Y con él quedará sepultada también la idea de la estadidad. 

            Por su parte, el PPD también ha llegado a su fin político.  Este partido hace ya varios años que ha estado dando sus últimos aleteos.  Carece de un proyecto político que sea capaz de sacar al País de la crisis en la que ellos, junto al PNP, lo han metido.  Y este pantano en el que estamos no se soluciona con paños tibios de una autonomía insuficiente, ni con un pacto para un ELA mejorado como el que quiere Antonio Faz Alzamora y otros magos prestidigitadores del PPD.  Su candidato a la gobernación perdió y así también el candidato a Comisionado Residente, que no es nada más que un corre ve y dile colonial al servicio de sus amos del Norte.  Apenas ganaron el senado, cosa que aún está por verse, e igualmente la Cámara de Representantes.  Su precariedad, en ambos cuerpos, los obligarán a pactar con las nuevas fuerzas políticas: el Movimiento Victoria Ciudadana y el Proyecto Dignidad.  También tendrán que negociar con el fortalecido Partido Independentista Puertorriqueño.  Es decir, lo que se vislumbra es un gran tranque político legislativo.  Serán cuatro años difíciles en la legislatura colonial, la cual también le atará las manos al gobernador. 

            Los resultados del llamado Plebiscito de Estadidad Sí o No, también fue un fracaso para el PNP.  En primer lugar, porque la participación electoral apenas llegó al 52%, y, en segundo lugar, porque de ese porciento el Sí sólo obtuvo otro 52%; es decir, en realidad la anexión apenas obtuvo un 26% de la totalidad de la población con capacidad para votar.  Aun cuando los anexionistas reclamen haber ganado, en realidad lo que obtuvieron fue una victoria pírrica.  Si ellos piensan que en el Congreso le van a creer ese otro cuento de camino están muy equivocados.  Sobre todo, porque ahora pretenden aprobar una resolución conjunta, la número 1674, para llevar a cabo un referendo en mayo del 2021 a través del cual pretenden elegir dos senadores y cuatro representantes a la Cámara para tratar de obligar al gobierno estadounidense a incorporar a la Isla como el estado 51 de la Unión Americana.  Si se suma la cantidad de votos por el NO más los que no votamos en las elecciones coloniales, el número de boricuas que rechazamos la anexión es abrumador; sobrepasa el 70 porciento. 

Además, si los vende-patria anexionistas creen que este pueblo se va aquedar de brazos cruzados en caso de que ellos pretendieran hacer valer esa resolución y llevarla a la realidad, están muy equivocados.  Una vez la actual legislatura colonial apruebe ese engendro politiquero y el mismo sea firmado por la saliente gobernadora, ese debe ser el llamado para iniciar otra jornada de protestas como las del verano del 2019.  Sólo que esta vez debe ser para llegar hasta el final, hasta que acabemos con el colonialismo y con todo lo que este sistema brutal representa. 

            Ahora bien, sólo falta analizar el papel que han jugado las fuerzas políticas llamadas emergentes, junto a la gran demostración del Partido Independentista Puertorriqueño.  Entre todas ellas sobrepasan el 30% del electorado, que se dividen de la siguiente manera: 14% para el Movimiento Victoria Ciudadana, 14% para el PIP, 7% para el Proyecto Dignidad y 1% para el Movimiento de Conciencia, representado por Eliezer Molina.  El problema con este sector es que es muy disímil y, en general, la mayoría de éstas se encuadran ubicadas ideológicamente dentro de un marco neocolonial o colonial.  Esto elimina toda posibilidad de que en el futuro puedan reunirse para integrar un nuevo partido de gran magnitud.  Por un lado, el PIP ha demostrado su incapacidad para disolverse en una nueva estructura que pueda integrar a las demás.  Por otro  lado, el MVC es un movimiento tipo mogolla que carece de un norte claro anticolonial y de reafirmación nacional.  Su liderato así lo demuestra y tiene en su plataforma la ya trillada y desprestigiada asamblea de estatus que no ha logrado salir del Colegio de Abogados, donde se creó hace más de 40 o 50 años.  Ese proyecto no es nada más que una quimera que sólo cree que se puede resolver el problema colonial en un diálogo amistoso con el Imperio. 

            ¿Qué resta entonces por hacer?  No debe caber la menor duda que el verano del 2019 provocó un cambio profundo en la consciencia del pueblo.  De la misma manera, tampoco debe quedar dudas de que los dos partidos otrora mayoritarios no supieron leer el impacto que ese movimiento cívico produjo en el pueblo.  Pero tampoco el PIP ni el MVC ni el PD han sabido entender la profundidad de esas fuerzas que se desataron en ese momento histórico.  Ellos sólo lograron montarse en esa ola y supieron surfear en ella hasta llegar a la orilla.  El gran desafío que tienen ahora es el de saber cómo van a caminar sobre la tierra movediza que representa esa fuerza increíble que se manifestó de manera espontánea durante los 12 días victoriosos que dieron al traste con uno de los gobiernos más corruptos de toda nuestra historia.  Y esto no les será fácil.  Sobre todo, porque optaron por asumir la vía de la subordinación al sistema colonial, en lugar de haber asumido la de confrontarlo en las calles. 

            Es por esta razón, que no podemos seguir esperando a que tanto el PPD, así como el PNP acaben por desaparecer de la escena política, porque todavía les pueden quedar varios años del pataleo de los moribundos.  Y en ese tiempo seguirán haciéndole daño al País aferrados a sus ideas colonialistas, tal y como lo han hecho hasta ahora.  Ellos dos son los responsables de la grave crisis que afecta al pueblo y de la quiebra que lo agobia.  La culpa es mayormente de esos dos partidos, así también como del Imperio.  Es obvio, que ni esos dos vejestorios, ni los Partidos emergentes podrán sacarnos del pantano en que nos encontramos.  Para que esto pueda ocurrir tiene que aplicarse otra medicina y esa receta pasa por acabar con el coloniaje de una vez y por todas.  No existe la más mínima posibilidad de que pueda darse una “Segunda Transformación” como la que propuso Charlie Delgado Altieri, dentro del sistema colonial, y por eso perdió.  Este pueblo ya no se come esos cuentos.  Y la razón principal de que así sea es que el modelo colonial que nos impuso el gobierno de los Estados Unidos desde hace 123 años ya no sirve porque está quebrado. 

            Y esto aunado a la imposición de la Junta Dictatorial de Control Fiscal y a la deuda odiosa, hacen imposible cualquier recuperación económica del País.  Esta junta se propone comenzar a imponer más medidas punitivas contra el pueblo a partir del año entrante.  Esto provocará una mayor pauperización de los sectores trabajadores y, con ello, un empobrecimiento más serio.  Es debido a esto que quienes claman a los cuatro vientos que se audite la deuda odiosa son sólo colonialistas de closet.  Plantear que se audite esta deuda es hacerle el juego al Imperio, ya que deja la estructura colonial intacta y se fija únicamente en quienes, de algún modo, defraudaron las arcas públicas.  ¡No y definitivamente No!  Lo que hay que hacer es obligar al gobierno de los Estados Unidos a saldar esa deuda porque en realidad es de ellos.  Han sido ellos los que forzaron a los gobiernos coloniales a emitir esos bonos para continuar manteniendo el sistema de explotación colonial.  Y es por esto que ellos son los mayores responsables de la debacle que vive el País, por lo que deben asumirla.

            Ante esta situación, sólo nos queda una alternativa, y ésta es la de acabar con el colonialismo de una vez y por todas, mediante la organización de una fuerza de resistencia civil pacífica de la magnitud de la que salió a las calles el verano del año pasado.  Y que reúna la capacidad para durar en protesta el tiempo que sea necesario hasta que hagamos renunciar a todos los políticos colonialistas y restauremos definitivamente nuestra soberanía nacional.  Claro está, es obvio que el sistema ha tenido un respiro a causa del COVID-19, y que ha sido esto lo que le ha permitido continuar operando.  Pero tan pronto sea posible, debemos regresar a las calles para obligar a los colonialistas a renunciar a sus posiciones y que sea el pueblo organizado el que pueda determinar libremente su futuro.  Ésta es la propuesta del Gobierno Provisional del Estado Nacional Soberano de Borinken.  ¡Hasta la victoria siempre! ¡Venceremos!