Mercedes, simplemente, Mercedes [en su cumple #100]

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 Mercedes Acosta nació el 25 de diciembre de 1920 en Lajas. Desde 1952 reside en el pueblo de Sabana Grande. Este año la efeméride por su cumpleaños será virtual y reunirá a seis generaciones de las familias Acosta y Rodríguez. Mercedes es mi tía abuela.

Para sus familiares Mercedes constituye el bastión sobre el que se sostiene una larga tradición de afectos, tradiciones y orgullo patrio. Su vida no ha sido una alfombra de pétalos de rosas, pero en general ha sido una buena y muy productiva.

Nació de una relación ilícita entre Gerónimo (Gerón) Acosta y Ortiz y una de sus empleadas, María Rivera. La hermosa y saludable niña vivió con su madre biológica hasta el 6 de enero de 1921. Ese día, Gerón fue a buscarla con el pretexto de llevarla donde su hermana, María Matea, para que la conociera. La niña nunca regresó con su madre.

Gerón le entregó la niña a su hermana y a su cuñado, Teodoro Rodríguez y Pérez. Les dijo, “les traigo un regalo de Reyes”. La verdad es que Mercedes ha sido un verdadero regalo de vida para sus padres de crianza, sus hermanos y sobrinos

Con el pasar de los días su madre biológica, preocupada porque no le devolvían a su hija y a pesar del temor que la figura de su empleador le infundía, fue donde Gerón para inquirir sobre su bebita. La única respuesta que recibió fue un escueto y frío “falleció”. Pasarían 20 años para que María descubriera que su hija estaba viva.

Mercedes se convirtió en el centro de amor de su familia. Era la princesa de Teodoro y Matea y la muñeca de sus hermanos. La niña fue amada, añoñada y sobreprotegida.

En mis conversaciones con ella me comentó que, aunque su tío Gerón visitaba la casa, siempre sintió cierto temor hacia su figura. Había cierta aprensión hacia el tío que no podía definir en la niñez y que solo resolvió con los años cuando supo que era su progenitor. Tal vez la niña intuía la historia que se ocultaba detrás de su nacimiento.

En la familia era una tradición de que los hijos habidos fuera del matrimonio por los varones eran llevados con sus hermanas para que los criaran. No importaba el apellido que el bebé llevara, muchas veces las madres estaban casadas con otros hombres y los inscribían con los apellidos de sus maridos, lo importante era que las mujeres de la familia los criaran y los integraran al clan de los Acosta y Ortiz y las de sus esposos.

Mercedes tuvo una infancia feliz. Cuentan sus sobrinas que llegó a tener una colección de muñecas envidiables. No había vestidos ni regalos que sus padres y hermanos no le dieran a la niña.

Teodoro, como típico hacendado criado en las postrimerías del imperio español, tenía dos familias oficiales y muchas misas sueltas. Uno de los hijos de su otra relación con Marcela Pagán y Cruz, José Dolores Rodríguez Pagán, aseguraba que la hija favorita de su padre era Mercedes.

Teodoro enfermó del hígado, mal genético que afecta a los varones de los Rodríguez, viajaba en tren a Ponce para recibir tratamiento médico. Regresaba cargado de regalos para su princesita. La muerte de su padre fue un duro golpe para Mercedes, pero el amor de su madre y hermanos la ayudó a superar la pérdida.

Mercedes conoció a su madre biológica cuando tenía 20 años. Llegó a ella gracias a su hermana Mateíta. Los caminos de la vida llevaron a Mateíta a conocer a una de las hermanas biológicas de Mercedes y entre ambas coordinaron un encuentro con María, que para ese entonces residía en Mayagüez.  

La visita para Mercedes no fue placentera. Había ido a escondidas de su madre Matea. Solo pensaba que su mamá se enfadaría si supiera que estaba allí. Por supuesto, ese enfado nunca ocurrió, pero tampoco el encuentro fue tema de conversación. Mercedes apoyaría económicamente a su madre biológica hasta su fallecimiento.

El amor tocó en el corazón de Mercedes en la figura de un apuesto galán llamado Herminio “Delin” Rodríguez Rodríguez. La familia puso el grito en el cielo. Delin tenía fama de mujeriego. La oposición fue tal, que no le quedó más remedio que irse con su novio. Se casaron en 1943 y estuvieron juntos por 62 años, hasta el fallecimiento de Delin el 8 de septiembre de 2005.

En las reuniones de familia siempre se insinuaba que Delin se había llevado a Mercedes. En mi mente, pensaba en esta niña que era raptada por este hombre, no fue hasta adulto que caí en cuenta que mi tía tenía 23 años cuando se fue con su novio, una jamona para los estándares de la época.

Delin y Mercedes procrearon cuatro hijos biológicos, Herminio (Pito), David, Digna (falleció el 28 de septiembre de 1980 por esclerosis múltiple) y Delia. En 1962 adoptaron a Providencia, hija de una empleada cuyo compañero consensual se negó a hacerse responsable del bebé. 

El matrimonio tuvo altas y bajas. Delin era guapo y mujeriego. Para completar tuvo dos hijos fuera del matrimonio con dos mujeres diferentes. En palabras de Delin todo cambió cuando tenía 36 años. Mercedes cansada de las canas al aire decidió abandonar a su marido. Recogió a sus cuatro hijos y le recordó a Delin que ella tenía madre, familia y casa a donde ir. Ante la determinación de su esposa y el profundo amor que le tenía a ella y a sus hijos, Delin enmendó sus caminos y se consagró en cuerpo y alma a hacer feliz a su familia.

Delin y Mercedes lucharon arduamente para sacar adelante a sus hijos. Fueron dueños de un restaurante en la antigua carretera de Sabana Grande a Ponce y cuando se extendió la carretera número 2, cambiaron el negocio por una gasolinera.

Mercedes fue una buena hija y una grandiosa hermana. A pesar de vivir en Sabana Grande, todos los domingos visitaba a su madre Matea en Lajas hasta que falleció en 1955 y a sus hermanas hasta su último suspiro.

La casa de Mercedes y Delin se convirtió en el centro de peregrinación de todos sus sobrinos. El amor de palpa.

La adoración que sienten sus familiares por la figura matriarcal de Mercedes se hizo patente en la celebración de sus 90 años, un fiestón organizado por su hija Delia.  Hijos, nietos, bisnietos, sobrinos y familiares se reunieron en San Germán para honrar el legado de la matriarca nacida en Navidad y cuya vida ha sido ejemplo de amor cristiano.

Devota católica, Mercedes reza el rosario, es asidua a ir a misa (hoy día su sobrino nieto, padre Edgardo Acosta, la visita en el hogar) y practica los mandamientos, especialmente la caridad.

Me comentó en mi última visita, el pasado octubre, que 2020 ha sido el año más difícil de su vida. Los temblores que han afectado el suroeste la llevaron a dormir a la intemperie y la pandemia la ha mantenido enclaustrada y alejada de muchos de los seres que ama.

Mercedes se mantiene siendo una mujer coqueta y elegante. Vive con su hija Delia que no solo cuida de su bienestar, sino que la consciente con esas cosillas importantes para las diosas, arreglo del cabello, las uñas y un leve maquillaje para realzar su belleza. Las dos hijas de Delia y sus cuatro nietos le hacen el día una fiesta de amor. Herminio, su primogénito, vive a seis cuadras, la visita y está allí para resolver cualquier situación que requiera el ingenio de un ingeniero.

La matriarca extraña a su esposo y compañero de vida, Delin. Llora aún la pérdida de su hija Digna y la de tantos seres que la han colmado de amor, pero se fortalece en su fe y la seguridad de la esperanza en la vida eterna. Ya no visita su casa en la finca donde vivió gran parte de su vida adulta y la que tuvo que abandonar debido a la alta criminalidad, le robaron dos veces.

Mercedes mantiene una sonrisa en sus labios, es comunicativa. Está muy orgullosa de ser puertorriqueña y de la grandiosa familia con la que Dios la ha bendecido.