Memorias de una navidad [no pandémica]

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“El agradecimiento es la memoria del
corazón.“ - proverbio yoruba

Hacen al menos 15 años de la última navidad en la que desperté en mi cama de la infancia. La navidad se coló por la vieja ventana miami en el número 45 de la calle Hortensia, inundando la mente de memorias, recuerdos de tantas navidades felices. Es cosa extraña esto de recordar.

En la cocina, mi madre ya despierta hacía lo propio, siendo delatada por el ineludible aroma a café recién colao.
Abrí la puerta para saludarla y para mi sorpresa el festin mañanero ya estaba servido.

Desayunamos juntas. Como tantas veces antes. Nuestro único testigo, en su acostumbrada esquina yace el viejo árbol de navidad desplegando rostros de niños amados que ya están en su adultez y en el centro una imagen del niño Dios como invitado especial de la ocasión.

Muy atípica esta navidad pandémica. Este amanecer no trajo consigo algarabía, ni el sobresalto de niños abriendo regalos. Tampoco trajo el consabido malestar estomacal tras el abuso en el consumo de nuestra gastronomía navideña, ni tampoco el dolor en los pies producto de horas de festejo y el bailoteo. Sin embargo trajo paz y la inmensa alegría de despertar junto a mi madre en salud. Aún juntas. En salud, gracias al Padre.

Café en mano, me acomodo en el sofá, mirando paredes blancas por más de una treintena de capas de pintura y la mirada contenta de mi madre, y agradezco el cambio de ritmo en este tumultuoso y confuso año que al fin parece terminar. Este año nos obligó a detenernos, a hacer una pausa y apreciar la fortuna de tenernos, la maravilla del estar, del sentirse amado y del contar con salud. Resulta propicio el momento para agradecer y, porqué no, celebrar las bendiciones presentes y las que estén por ser recibidas.