Celebremos el día de Reyes diferente [de manera diferente]

Cultura

A los Ríos, mi familia boricua

(San Juan, 1:00 p.m.) En la España de la transición a la democracia en la que crecí, los Reyes Magos eran los únicos que traían regalos a los niños. No recuerdo ningún hogar entre mis amigos, primos o familiares que recibieran la visita de Papá Noel. El 6 de enero era por supuesto el día más esperado de todas las vacaciones de Navidad. Mis tres hermanos y yo nos turnábamos durante toda la noche del cinco para, a gritos desde nuestra habitación y con los ojos cerrados para que los Reyes no supieran que estábamos despiertos, preguntar a nuestros padres: “¿han llegado ya? ¿nos podemos levantar?” La respuesta de mi madre siempre era que no, que todavía no habían llegado, que nos durmiéramos otro rato y que si los Reyes se daban cuenta de que estábamos despiertos no nos iban a dejar nada. Recuerdo la fuerza de cerrar los ojos, casi sentía el dolor del esfuerzo, convencida de que siempre y cuando los mantuviera cerrados los Reyes no podrían saber si estaba despierta o no, eran magos, pero no tanto pensaba yo. A nuestra casa siempre venía Baltasar, pero en varias ocasiones me pareció escuchar las voces de los tres magos. Y así pasábamos la noche casi sin poder dormir de la emoción, en duermevela y repitiendo la misma pregunta una y otra vez: “¿ya? ¿han llegado ya?”

En mis años en Puerto Rico, he disfrutado muchísimo de todo lo que tiene que ver con la tradición de los Reyes Magos, la celebración, las promesas, las tallas de los santos Reyes, la recogida de la hierba para los camellos con mis hijos. Un enero hace 23 años y siguiendo el consejo de una amiga española le pedí a los Reyes ser madre, en septiembre de ese mismo año nació mi hija Sara. Con el nacimiento de mis hijos la celebración del día de Reyes aportó nuevo significado, siempre quise que ellos tuvieran la misma emoción que yo, pero mi marido siente también mucho cariño por el gordito vestido de rojo, así que nuestros hijos han tenido la suerte como muchos niños boricuas de recibir regalos el día de Navidad y el día de Reyes; cuando les pregunto a quién esperaban con más emoción, ellos que conocen bien mi fidelidad a los Reyes siempre me dicen que la ilusión era la misma en ambas ocasiones.  

Hace ya muchos años comenzamos una tradición de celebrar el día de Reyes en nuestra casa de San Germán y ese día todos los miembros de mi familia boricua del área metro se dan el viaje con mucha alegría para disfrutar de un día de Reyes familiar con nosotros.  Nos hemos llegado a juntar más de cuarenta personas entre familia y amigos muy cercanos. Aunque el menú es por supuesto navideño con arroz con gandules, pernil y pasteles, también están presentes las croquetas y la tortilla española que mi familia me celebra como si fueran de la misma calidad que las procedentes del mejor restaurante español en la isla. Este año al igual que otras familias alrededor del mundo el día 6 de enero no nos reuniremos, será un día de Reyes diferente.

Mi familia boricua, como muchas otras en Puerto Rico, es muy musical, miden la calidad de la fiesta por la cantidad de tiempo que hayamos pasado cantando. Tocan guitarra, maracas, bongós, panderos, güiros y cantamos con el mismo entusiasmo y devoción Noche de Paz, Padre Santo Antonio, Alegría, alegría, la picardía de los males de Micaela o el himno familiar al poder del Ron Don Q. Se baila también la Pelúa y se cantan bombas. Recuerdo la emoción de mis hijos y sobrinos de niños preparándose para decir sus bombas en las fiestas. O la vergüenza de los invitados más nuevos cuando se les pide que bailen la pelúa.

Siempre atesoraré la alegría contagiosa de Titi Blanca, la matriarca de la familia quien me acogió desde mi llegada como una sobrina querida, cuando se le pedía que bailara la Pelúa. Hasta después de sus 85 años la bailaba con la ligereza y el alborozo  de una adolescente, seguramente hacía un pacto con el tiempo para que los días de Navidad sus huesos se movieran con la tibieza del que no cumple años, cuando la bailaba “por delante y por detrás” irradiaba alegría desde todo su cuerpo y precisamente en esos instantes el tiempo no existía. Con esa misma alegría tío Manolín tocaba las congas y su hermano, mi suegro Chuchi, el más tímido de los hermanos, acompañaba con el ritmo tranquilo de las maracas. Ninguno de los tres está ahora con nosotros sin embargo precisamente este año los primos más jóvenes de la familia se juntaron para preparar, un cancionero con las canciones que cantamos todos los años, las imprimieron, escribieron una hermosa y conmovedora dedicatoria en la que explican lo que han significado y significan estos encuentros navideños para ellos, y se comprometieron a continuar la tradición familiar.  Regalaron un cartapacio a cada uno de los miembros de la familia. El año que viene podremos cantar mucho tiempo porque tendremos las canciones completas.

En mi carta a los Reyes de este año les pido salud, que podamos volver a abrazarnos pronto, que las niñas y los niños de todo el mundo puedan regresar a sus escuelas sin arriesgar su salud, y muy especialmente los del área suroeste de la isla que desde los sismos de enero del año pasado perdieron las suyas y a pocos parece importarle, pido también que las Navidades del 2021 podamos celebrarlas como todos los años. Que sin necesidad de preguntar: “¿llegaron? ¿han llegado llegado ya?” sepamos que los Reyes Magos de Oriente esparcieron su magia e ilusión por el mundo un año más y podamos disfrutar cuanto antes del tan añorado calorcito familiar. ¡Feliz día de los Reyes Magos!