La insurrección del Día de Reyes [cinco aprendizajes postcoloniales]

Política

(San Juan, 9:00 a.m.) Cuando el gobierno de Washington, tomó control de Puerto Rico, en el 1898, por 31 años prohibieron o no permitieron celebrar el tradicional Día de Reyes.  Esto fue así hasta el 1931, cuando se revirtió la política administrativa de dicho gobierno colonial.  Lo interesante es que en el día de ayer, los políticos de turno de Puerto Rico, desde Pedro Pierluisi hasta Jennifer González, reclamaron que los eventos acaecidos en el Congreso federal, constituyen una violación a la democracia americana.  Nos preguntamos, ¿democracia para quién? 

La relación colonial entre los EE.UU. y Puerto Rico es la más dictatorial y opresiva que podamos pensar.  Por lo tanto, rendirle culto a la tradición democrática de los EE.UU., es hacerlo desde la ingenuidad o la ignorancia. Pero no puede ser a partir de un tratamiento racional.  En particular, cuando en el último capítulo colonial, ya sea por vía de la Junta de Supervisión Fiscal (del 2016) o por vía de la decisión de la Corte Suprema de los EE.UU. en el caso de Aurelius (de 2020), lo que uno tiene y recibe es una relación de dominación colonial que es tan perversa por parte de ellos, como pervertida para con nosotros.  Es una relación terrible.

En el día de ayer, un sector del pueblo americano, blancos, de derecha y partidarios del presidente Donald Trump, invadieron el Congreso federal.  Es curioso que tanto la prensa corporativa de dicho país así como la oposición política de la propia derecha, llamó al evento un acto de “insurrección”.  La pregunta que uno se hace es si defender la “democracia americana” o “defender una insurrección popular”.  No nos olvidemos que la última vez que Puerto Rico vivió una insurrección fue en el 1950, con la intentona del Partido Nacionalista de tomar control de varios municipios y puntos estratégicos del país.  Las insurrecciones son el momento anterior a una guerra civil o una revolución.

Lo interesante fue el coro, de los boricuas, hombres y mujeres, sujetos coloniales, defendiendo la “democracia” de los EE.UU.  Son destellos que los pensadores Franz Fanon, Albert Memmi, Enrique Dussel, Boaventura de Sousa Santos, o Gayatri Spivak, hubiesen objetado.  No es posible vivir en un país colonizado, que sea condescendiente con el colonizador aun cuando producto de sus propias contradicciones, emergen actos de protesta popular, con los cuales uno puede disentir, pero que son una expresión de un desafecto.

En el proceso, la cadena de televisión NBC, quien transmitió todo el evento como un juego de futbol, nos trae al comentarista Frank Figluizzi, pasado subdirector del FBI, y quien es analista de seguridad nacional, quien no solo cataloga lo ocurrido como una insurrección o connato de revolución, al borde de una guerra civil, pero quien hace dos distinciones muy importantes.  Por un lado analiza que lo que ha pasado en el 2020, es que existe ya una masa crítica independiente de los partidos políticos, blanca o negra, de derecha o izquierda, que no participan de los procesos electorales pero que si hacen política.  Ese grupo de personas “no ciudadanos”, son el principal problema de seguridad de los EE.UU.  Son, como éste dijera, “el enemigo interno”, que incluye, según él, tanto a Intifa, a Black Lives Matter como a los Proud Boys.

Por otro lado, Figluizzi no titubeó en comparar el evento ocurrido ayer en el Congreso, con la experiencia del pueblo americano con su territorio colonial de Puerto Rico.  En el cual, según él, el movimiento separatista de la isla, ha provocado demasiados problemas para el gobierno de los EE.UU. En la memoria de un colonizador, el grupo étnico nacional que más ha atentado contra la seguridad de ellos, son los boricuas.  En tiempos modernos, los boricuas son el grupo étnico que más a ajusticiado/asesinado, a ciudadanos de los EE.UU.

Con este cuadro, pensemos en las siguientes cinco premisas que en el día de ayer implosionaron.

Primero, nadie se pregunta, que pasaría si los EE.UU.  entra a una guerra civil.  ¿Qué posición deben de asumir los boricuas residentes en la isla?  Nosotros no hemos vivido esa experiencia, pero podríamos vivirla en la medida que la “paz” según conocida en los EE.UU.  no volverá a ser bajo el gobierno de Joe Biden.  La cultura del desafecto hoy a las instituciones democráticas de dicho país la enarbolan tanto la derecha como la izquierda.  Por lo tanto, lo que más me sorprendió del día de ayer, fue el sentido de normalidad que en Puerto Rico profesaban tanto la derecha como la izquierda, tanto los estadistas como los independentistas.

Segundo, en los EE.UU.  hubo más de un golpe de estado en el día de ayer.  El ejercicio de protestar de los insurreccionados, no es menos caótico o perverso, que el de los propietarios de las redes sociales, de decidir que publican y que no publican. Por primera vez la ideología privada y privatizada, de decidir que opinión puede ser escuchada y cual no, se impuso.  Para todas y todos, comunicarnos hoy ya no se limita a una llamada telefónica. Incluye poder expresarnos en las redes sociales, las cuales todas son privadas.  Por lo tanto, el capital corporativo decide quién puede ejercer su libertad de expresión y quien no puede o no debe.  Censurar a Donald Trump, independientemente que no profese nada en común con él, es un acto autoritario y dictatorial.  Si lo hace el gobierno de Cuba o Venezuela, hasta Yandel lo protestaría.  Pero cuando lo hace Mark Zuckerberg vía Facebook o Jack Dorsey vía Twitter, lo vemos como normal.  En otras palabras, permitimos que el mundo privatizado y corporativo determinen quien tiene la razón y quién no.

Tercero, la libertad de expresión en los EE.UU. ha llegado a un punto que hoy no tiene límites. Se le prestó atención el día de ayer a lo sucedido en el Congreso, en el Capitolio, pero esto no es menor a lo que ha estado pasando en Portland, Oregón, por sobre 170 días, donde las protestas en contra de “todo”, han quemado y vandalizado a dicha ciudad.  El ejercicio de libertad de expresión hoy en los EE.UU. ha provocado las crisis [en plural] que se viven en dicho país desde el 25 de mayo de 2020, cuando George Floyd fue asesinado.  Por lo tanto, lo distinto en el día de ayer, fue que para el estado [establishment] americano el día de ayer [conteo de votos para la presidencia]  es un ejercicio de vida democrática.  Pero invadir el Congreso es hoy consistente con el ejercicio de la libertad de expresión en dicho país.  Y finalmente, los votos se contaron, y la vida volvió a su “normalidad”.

Cuarto, reducir la crisis de los EE.UU. a Donald Trump es un simplismo que no hace sentido.  Para todos los efectos estadísticos, Trump no perdió las elecciones; los demócratas obtuvieron un poco más de votos.  En el Senado empataron; en el Congreso, el Partido Demócrata perdió escaños; y los estados son mayoritariamente republicanos.  Por lo tanto, que nadie se llame a engaño a simplificar los problemas con la “remoción” de Trump.  El pueblo americano, negro y blanco, es profundamente conservador, y por lo tanto votaron por dos opciones profundamente conservadoras.  Que nadie tenga duda de esto.

Quinto, finalmente, el caso del territorio colonial de Puerto Rico es la premisa de la ocurrencia.  En la filibustería local, Pierluisi y Gonzales defienden una democracia la cual nos ha dejado en el colonialismo. Mientras, el Movimiento Victoria Ciudadana nunca reconoció que el reclamo de ellos sobre los votos adelantados es igual al reclamo de Donald Trump sobre los votos por correo en los EE.UU. 

Lo que tampoco nadie vio, es que los EE.UU. tienen una larga tradición de luchar por su democracia, la cual ha sido extremadamente violenta:  1814 (ocupación militar del Capitolio); la tradición de no aceptar los resultados del colegio electoral datan de 1876 y a lo largo de los pasados 30 años el Partido Demócrata no a  ha aceptado los resultados en su contra; y elecciones que no han sido admitidas por los presidentes han sido varias, incluyendo la del 1876, 1916, 1944, 1960 y 2000.  Por lo tanto, los boricuas crean una narrativa de la democracia americana, que ni el hombre y la mujer común de dicho país se la cree.  Pero que tampoco se la creen los afroamericanos (todas las protestas y revueltas de las décadas de 1960 y 2010) o el movimiento latino (los boricuas en la década de1960) o el movimiento feminista (1970 a 2020) o el movimiento LGB+ (1970 a 2020). Solo los boricuas creen y defienden la democracia americana.

Lo interesante es que en el día de ayer, nadie tenía un plan ni una idea de qué hacer si los EE.UU. colapsaban.  Los boricuas no tienen un plan, que no sea esperar el pago del cheque de los beneficios federales.  Pero ese país, hoy más que nunca se puede terminar, y con su fin, también podría terminar la relación colonial de Puerto Rico.  ¿Tenemos un plan?  La independencia la única opción viable en el colapso del gobierno americano. Pensemos.