Trabajando en tiempos de pandemia

Creativo

La alarma estaba sonando. El reloj marcaba las 5:15am. Apenas podía despertar. Miró al lado y su esposa no estaba. Se escuchaba el agua corriendo en el baño del cuarto. Hora de levantarse y prepararse una taza de café. Era la rutina diaria por los últimos 15 años desde que se casó y comenzó a trabajar.

Los niños aún estaban dormidos. Les daban un tiempo adicional antes de levantarlos para la escuela. El hábito de prepararse en la mañana cambió desde que comenzó la pandemia y se promulgó la primera Orden Ejecutiva. Un virus había trastocado la cotidianidad de la vida diaria, pero no el horario de salir de la cama.

Lejos quedaban el trajín y los congestionamientos de autos de la mañana. Cada uno trabajaba en lugares distintos, y las escuelas de los niños estaban distantes a los lugares de trabajo. Ahora todos realizaban las respectivas tareas en un mismo espacio: la casa. El hogar que solamente se utilizaba para comer en las tardes y dormir en las noches era el espacio vital de vida en esta nueva era.

Todos continuaban con las mismas costumbres adaptadas a un mundo transformado. Recordaba los comics de Superman de la niñez cuando hacían referencia al mundo bizarro paralelo al mundo real. Vivimos en dos mundos: uno real y otro virtual. Por primera vez descubre la realidad de la convivencia familiar. Todos se sentían extraños. Lo sorprende el desempeño de cada uno a todas las horas del día. Ya no hay mañanas, descansos de almuerzos, y salidas del trabajo o escuela, ni el congestionamiento vehicular de la tarde, solos las noches continuaban sin cambios. Un encierro obligado por un virus que no saben qué significa, solo que puede matar si no hay distanciamiento social o uso de mascarillas. Remembranzas de las películas de ficción.

El silencio del cuarto lo rompía el sonido del viejo aire acondicionado. El reloj marcaba las 7:59 am. A las 8:00 am comenzaba a trabajar. Estaba frente a una computadora prestada por su hermano. Tuvo que pagar internet que no tenía, aunque la señal era deficiente. Los teléfonos celulares eran el medio de trabajo y escuela de la esposa e hijos. Cada uno ocupaba un espacio de la casa. La sala, los cuartos y el patio se convirtieron en el área particular del nuevo mundo.

Los teléfonos dejaron de ser medios de comunicación entre dos personas, se podía escribir, enviar o recibir mensajes, ver películas, jugar de forma digital, comprar y pagar, bajar aplicaciones, enviar y recibir dinero, sumar y restar, todo menos lograr comunicación con los hijos que nunca los contestaban. Muchas personas se podían comunicar y verse en una sola comunicación.

Al comienzo de la nueva realidad el mundo real se desmoronó. Cuando le dijeron que no podía asistir al lugar de empleo por la cuarentena y ahora comenzaba a trabajar desde el hogar no pudo dormir por los nervios y la incertidumbre creada. De computadoras conocía lo básico para trabajar en el empleo. Ahora se hablaba de plataformas virtuales, señal de internet, presencial o a distancia, comunicación en línea, sincrónica o asincrónica, con la cámara y el audio prendidos o apagados, subir o bajar documentos digitales en “pdf”. Tenía que esperar la “invitación”, se sintió importante. No entendía nada, gracias a los hijos que dominaban la era tecnológica y digital pudo comenzar a ajustarse a la nueva realidad del trabajo a distancia al igual que la esposa.

El reloj marcó las 8:00am y seleccionó la invitación. Esperaba que lo aceptaran y comenzaran las labores del día. Ya no podía llegar tarde al empleo, ahora todos se enteraban de la presencia laboral. Si te desconectabas de la computadora se levantaba una señal que lo indicaba a todos.

En la pantalla de la computadora comenzaron a aparecer los compañeros de trabajo en pequeñas pantallas. Nunca se había sentido tan cerca de ellos. Apenas conocía realmente a todos. Sin abrazos, sin saludos de manos, sin contactos físicos. Dos mundos se integraron: interior y exterior. La realidad individual de cada uno de los empleados era ahora común. Ya no era un solo lugar de trabajo. Ahora eran muchos lugares de trabajo concentrados en unas pantallas líquidas de computadoras, tabletas o celulares. A través de la pequeña pantalla se entraba al hogar de cada empleado. La opulencia o la pobreza se reflejaba en cada imagen. Los fondos de las pantallas variaban entre salas, cuartos, comedores y paisajes virtuales. Espacios privados que eran violados por una comunicación virtual. Nunca había visitado a los compañeros en los respectivos hogares y ahora los visitaba a todos a la misma vez, se perdía la intimidad y privacidad del hogar. No había distinción entre hogar y trabajo. El templo del hogar se invadía por extraños a la familia, pensaba.

Mientras laboraba con todos los compañeros descubría unos rostros nunca vistos. Reflexionaba en los años que compartieron juntos y que no los conocía. Las arrugas, el color de los ojos y el pelo, peinados o despeinados, la fisonomía y los fenotipos se resaltaban, los compañeros tomaron otra dimensión. Se sentía como un antropólogo en una investigación social. La elocuencia y la extraversión competían con la introversión y la timidez. Esto lo distraía del trabajo y la concentración en las tareas que realizaba.

Escuchaba a las maestras impartiendo las clases de los niños a lo lejos. Por primera vez comprendió la difícil   tarea de un maestro. Si darles clases a treinta estudiantes presenciales era difícil, atenderlos de forma virtual era mucho más complejo. Entendió los reclamos del magisterio tan mal pagados y muchos sin facilidades adecuadas a la nueva realidad. ¿Cómo lograr una buena comunicación cuando muchos de los estudiantes apenas tenían las herramientas para hacerlo? Muchos de ellos llevaban tiempo sin educación escolar. Extrañaban la escuela, aunque no las clases. Para los maestros también fue un cambio dramático del salón de clases a un salón virtual. Los padres se convirtieron en asistentes de maestros sin tener las destrezas y el conocimiento académico de todas las materias educativas.

La alarma del reloj sonó. Eran las 5:00pm. La invitación era de 8:00am a 5:00pm. Se desconectó. Apagó la computadora. Se levantó del escritorio del cuarto. Estiró los músculos, apagó el aire acondicionado y respiró de forma profunda, estaba muy agotado, era mejor el estar en la oficina, dijo. Se quitó la camisa de manga larga y la corbata, se quedó en los pantalones cortos y chancletas, que no se veían en las imágenes. Cruzó la sala para llegar a la cocina. Le tocaba cocinar. Los hijos continuaban los estudios y asignaciones con la mamá en el comedor. A través de la ventana veía con nostalgia otro panorama distante del que llevaba tiempo sin participar. El mundo real se confundía con el mundo virtual. ¿En quién se había convertido? Pensó.