El Caño Martín Peña: al rescate de una historia

Crítica literaria
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El martes 26 de enero de 2021, la Facultad de Estudios Humanísticos de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, Recinto Metro, realizó la presentación del libro Escuchen nuestras voces. Historia del Caño Martín Peña contada por sus pobladores. Tuve el privilegio de realizar unos comentarios sobre la obra que comparto de manera escrita. La obra es una edición del Dr. Pedro A. González Vélez y es parte de una alianza entre la Universidad Interamericana y el Proyecto Enlace del Caño Martín Peña dirigido por Mario Núñez Mercado.

La iniciativa tuvo varias peculiaridades que son importante mencionar. Primero, esta narrativa histórica es el producto del trabajo investigativo de los estudiantes del Dr. González, específicamente los del curso de Historia Oral. Dentro de la metodología utilizada, los estudiantes desarrollaron una serie de preguntas que abarcaron cuatro áreas de estudio: población, economía, sociedad y salud. El proyecto se realizó a través de cuatro periodos académicos durante los años 2006-2008. Básicamente, cada área tuvo un curso específico. Esto le daba un mayor sentido de profundidad al análisis desarrollado por el grupo. Cada estudiante tuvo la tarea de entrevistar a una persona. En total, unos 55 individuos tuvieron la oportunidad de narrar sus experiencias y vivencias.

Segundo, la investigación presenta la historia de una comunidad que para muchos estaba invisibilizada. Como pasa con frecuencia en este país, existen sectores poblacionales que por diversidad de razones son olvidados por la historia oficial y que, a su vez, son relegados a un segundo plano por la inmensa mayoría del público general.

Tercero, se le está dando voz a una población que fue marginada y relegada al olvido. Una de las dificultades mencionadas en la obra fue, y cito: “Las fuentes documentales tradicionales contenían escasa información sobre el tema”. En otras palabras, si este proyecto no se realizaba la historia de esta comunidad quedaba en el olvido.

Cuarto, el proyecto fue un laboratorio para el desarrollo de un grupo de estudiantes de historia y ejemplo a seguir por otros profesores en el proceso formativo académico. El curso y la publicación de los resultados demuestran que el estudio de la historia es mucho más que una interacción pasiva entre el investigador y una fuente primaria. En este caso, las fuentes primarias fueron 55 ciudadanos que vivieron el día a día en la zona del Caño Martín Peña. El acervo, el conocimiento y la experiencia de estos individuos difícilmente se encuentran en un documento oficial. Las vivencias de estas personas representan en esencia el mayor acercamiento que un historiador puede tener de la historia de una comunidad. Claro, la historia oral conlleva una metodología y un proceso de revisión y confirmación, todo esto muy bien explicado en el libro.

La obra comienza con una síntesis donde se presenta el trasfondo histórico y ecológico de la zona. Es bien importante denotar cómo los factores ecológicos en combinación con las necesidades humanas influyeron en el desarrollo de la comunidad. El primer capítulo analiza el poblamiento del caño, cómo eran sus viviendas, cuál fue el proceso dirigido a dominar a la naturaleza. Se presentan los diversos problemas que los pobladores enfrentaron. No solamente era el aspecto geográfico, también vemos el humano, entre ellos la marginación, el discrimen. Ya desde este capítulo podemos ir apreciando una historia llena de contrastes y de prejuicios en contra de una comunidad, la historia que el oficialismo busca borrar.  

El segundo capítulo presenta la infraestructura: agua potable, energía eléctrica, la alimentación y la vida en comunidad. Las vivencias eran diversas en tiempos de tormenta, en la crianza de animales, entre otros aspectos. Los contratiempos movieron a los pobladores a trabajar en cooperación, esto en parte garantizó la continuidad, la sobrevivencia.

El tercer capítulo toca el aspecto económico, el comercio y las fuentes de ingreso. Definitivamente, el puertorriqueño es ingenioso; como decían los abuelos: “donde come uno comen dos y si comen dos pueden comer tres”, y así, sucesivamente.

El cuarto capítulo es sobre las diversiones. Estas estaban atemperadas al espacio disponible, que no era mucho. Los niños disfrutaban de juegos como la peregrina, el jack, la cuica y la pelota. Construían carritos de lata y desechos metálicos, así mismo, yolas u otras pequeñas embarcaciones y les gustaba pescar. Según crecían se inclinaban por la música y el baile, al punto que se creaban conjuntos musicales. De hecho, sobre historia de la música hay tela para cortar. También visitaban el cine, para ello tenían que salir hacia Barrio Obrero y a la Ponce de León. En cuanto a los deportes, el boxeo y el beisbol fueron los principales.

El quinto capítulo trabaja la vida diaria: lo cotidiano. Aspectos como la educación, la salud, los medios de transportación y el trabajo son abordados. También se comenta sobre el origen del nombre de varias de las comunidades: Israel, San Ciprián, Parada 27, Las Monjas y La Marina.

El sexto capítulo presenta los problemas sociales de la comunidad. El alcoholismo, la adicción a los juegos de azar, las guerras entre pandillas son algunas de estas situaciones. Otras dos actividades que están incluidas en este apartado son los prestamistas y la prostitución. El séptimo capítulo nos habla sobre el problema del daño ambiental y su efecto en la comunidad.

La obra tiene una gran cantidad de imágenes que ayudan al lector a comprender el texto, una bibliografía que incluye referencias en internet y las fotos de 26 de los entrevistados.

En conclusión, parte de la historia de Puerto Rico está forjada por los hombres y mujeres que vivieron y viven en el Caño, pero no es una historia general, la que no tiene rostros, sino es la historia vivida, trabajada y sudada; con los protagonistas que la narraron y que gracias a ellos hoy la tenemos plasmada en esta obra.