Trump, Biden y el oscuro placer del botón rojo

Justicia Social

(San Juan, 1:00 p.m.) Con la salida, más que tempestuosa del presidente oscurantista que por 4 años posó sus sentaderas jinchas sobre la administración federal del continente incontinente norteamericano, Donald Trump, los refrescos carbonatados tuvieron un mal día para sus vidas enlatadas y efervescentes al perder a uno de sus mayores fans y porristas célebres. Harto conocido en los pasillos del mundo de la adicción presidencial por tales pitanzas licuadas, acompañadas a dueto asiduamente y por lo general con una hamburguesa morralla sin galones nutritivos. 

Sería un desafío médico escanear las neuronas espejos de Donald cada vez que se atiborra dichos alimentillos sebosos y nitroglicerinos

Tales células cerebrales y cornucopias establecen una comunicación íntima entre lo que vemos, oímos, saboreamos y sentimos a nuestro alrededor con el aprendizaje al ras e incesante de la vida. Observando e imitando reflejamos en el otro lo que empollamos intelectualmente influyendo y hasta determinando cómo actuamos en el diario vivir. La cultura invasiva que se nos da por ojo, boca y nariz, y otros orificios vivenciales, se basa en ese ir y venir y en ese toma y daca

En el caso de Donald Trump, seductor podría ser, establecer la conexión de cucas monas entre su bebida burbujeante enlazada a su emparedado mórbido con sus ideas que engulle y regurgita a truenos de tozudez, como parte del funcionamiento disfuncional de sus neuronas espejos. A mayor comida chatarra, teorizamos, mayor chatarra son sus pensamientos bocatas y bocachanclas

Entenderíamos, con puntería de filósofo de cafetín, el absurdo en carne viva tras su derrota electoral.  

En su última rabieta espumosa y staff, saliendo del Despacho Oval sin despedirse de los nuevos inquilinos gobernantes quedó un cabo suelto de proporciones apocalípticas. 

La Agencia Efe de noticias, nos delata y deleita a la sazón de la existencia cotidiana de un botón rojo al lado de los teléfonos de su otrora oficina ministerial. Sabemos, que en la memoria colectiva de la humanidad se alude como advertencia la presencia de un botón de Armagedón. Tal impresión global se desató luego del asesinato de miles de japoneses a manos de dos bombas atómicas en la Segunda Guerra Mundial, de la crisis de misiles en Cuba, allá por los años sesenta de la calenturienta y mil novecienta “Guerra Fría”, y de que varios jefes de estado aludieran a través del tiempo su existencia siniestra entre la realidad y la leyenda. 

En la época Trumpiana coexistía, aparentemente, dos botonazos escarlatas de tal calibre. La función primordial de uno en realidad alertaba a una urgencia cada doce veces al día, según cálculos más o menos fiables. En todo momento que al presidente le urdía una bebida carbonatada light, apretaba el simiñoco que ordenó colocar apareciendo muy engreída la lata apetecida, traída por los pelos de un mayordomo circunspecto en una flamante bandeja de plata.   

Dicen los rumores que, si Donald no era complacido, saciando al instante su sed carbónica, asumía el semblante de una bomba de destrucción masiva. Para nuestra paz mental en entredicho, la noticia de Efenos reveló lo siguiente:  

Washington.” 

“Horas después de que el exmandatario Donald Trump abandonara la Casa Blanca, un misterioso botón rojo que había mandado a instalar, no para emergencias, sino para avisar de que se había quedado sin su bebida favorita, desapareció del escritorio que ahora ocupa el nuevo presidente, Joe Biden, en el Despacho Oval.” 

“¡Uff!” … 

Algo parecido a esa esa expresión caricaturesca que acaban de engullir, usada a menudo para exteriorizar cansancio o sorpresa, detonaban algunos de los visitantes de su oficina cuando se quedaban sin palabras por una broma Trumpiana sacada de la manga en uno de esos días comunes que se creía dueño del mundo. El ex asesor de Casa Blanca, aparentemente un herpetólogo que estudia los animales reptantes, Chris Sims, citó de su libro “Team of Vipers” (‘Equipo de Víboras’) el chascarrillo viperino de no poca monta.  

Sucedía de esta suerte cargada de topos guasones.  

En medio de una conversación grave y cauta, Trump apretaba el botón rojo frente a las narices de sus interlocutores con una naturalidad apabullante sugiriendo que tenía la preponderancia constitucional en sus manos para activar a su antojo el arsenal nuclear. El abrumado y embromado sorprendido en su buena fe arqueaba cejas de inmediato marcadas en 4 tiempos por la risotada de Donald. 

Graciosito el Presidentillo, ¡No! 

El segundo botón rojo, aclaramos, el supuesto botón del pánico y del apocalipsis, es decir y desdecir, la probabilidad de la mentecatez humana de destruir la vida terrícola en un bis, no es un rojo botón, de paso, sino un maletín de cuero prieto que pesa más o menos 20 kilos. 

Cada 20 de enero y al disparo de un cuarteto de años entre medio, en una casualidad de la numerología y rueda de la fortuna, se escenifica en las escalinatas del capitolio federal una nueva investidura presidencial donde entre otros eventos se ritualiza el señorío atómico estadounidense.  Un soldado sabueso, designado para acompañar constantemente al nuevo presidente que inaugura sus ires y venires, le entrega a otro soldadito de plomo, literalmente, la Caja de Pandora del maletín que cariñosamente se motea, Balón Nuclear

Para aquellos que las prisas creciditas de la adultez no lograron desbravecer la curiosidad del niño interior que inverna en la vida moderna por andar entretenidísima en videos juegos, detallamos los objetos objetables que existen dentro de la valija mentada.   

En primer término, corresponde al menú protocolar y la dirección de uso de este electrodoméstico de lo espeluznante quedando pormenorizado los movimientos a seguir para detonar un ataque nuclear al primer infeliz país que intente enfrentar la supremacía mercantil de los Estados Desunidos

En ese morral portátil de conflagración se almacena también todo el equipo imprescindible que posibilita el contacto con la Unidad de Guerra del Pentágono y que aceptaría la autorización de un ataque a bomba armada cuando siempre sea innecesario. Tal plan de acción se muestra en dibujitos y palabritas parecido al menú de un come y vete chino donde se especifica con precisión inmaculada los objetivos de guerra, los muertos causales y casuales, así como la contundencia de las armas a disposición de la locura.  

De esa manera gráfica y sencillita un presidente con la tenue e incolora materia gris brincando cuica cerebral, de un Ronald Reagan por ejemplo, podría llevar a Pateco al mundo sin mayores inconvenientes procesales e intelectuales. Así que, y si un día, un cabecilla equis como cabezón, le da por leer el menú a la carta de la muerte global, dándose cuenta del chop suey que quedará la tierra con el revoltijo de las bombas nucleares disparadas a lo sucusumucu, tal vez le cae pesado a la digestión de su conciencia por la inminencia del alimento mortal que embuchará a la Tierra. 

Pero, lo más decisivo del botón, que no es botón, aclara, que el maletín aludido tampoco realiza el cometido imaginado al capullo rojo. El objeto contundente que provocará la iniciación del golpe mortal de nuestra familia humana ha sido bautizada en el argot marcial como la “galleta”, no sabemos si horneada con formas juguetonas de animalitos de harina.  

Dicho artefacto, que los presidentes portan en un bolsillo a todas horas y a todas partes atesora y verifica la identidad imprescindible en una tarjeta laminada guardando el código de seguridad que revela quién es quién en el mando. De esta manera, se asegura, que el presidente no un impostor.  

Conjeturen la posibilidad real de que uno de esos grupos, tan en boga en la política norteamericana coetánea, cuya ideología del delirio sea solventada y aventada por las teorías de conspiración, o de constipación mental como la de Qanon y los supremacistas blancos, cualquier cosa podría ocurrir en un tris.  

Un buen día, una turba republicana tomaría por asalto a la Casa Blanca aduciendo que averiguaron de fuentes fidedignas de un disidente del Estado Profundo que conspira removiendo hilos invisibles contra América Primero, de que todo el azufre que Lucifer utiliza con tanta laboriosidad y vehemencia evangélica, destinado como carburante en las ventas del infierno, viene directa y exclusivamente de una veta infinitamente inagotable extraída y exportada para la fogata implacable de los pecados importados a los Estados Unidos, desde la mismísima minería de la República Popular China. 

No faltaría más. Secuestrarían en un santiamén al presidente de turno y ordenarían un ataque preventivo nuclear al Oriente haciéndose pasar, hasta por el perro de Biden si fuera necesario. Sin la precaución y unción de la “galleta” de identificación, el galletazo viraría al mundo al revés.  

Al revés, añadimos de otra parte, quedó la formalidad del cambio de mando y el pase de balón atómico en un hecho insólito, acólito al berrinche político de Donald Trump. El Ex se fue con el maletín para su casa en Mar-a-Lago y no lo entregó. El resultado neto, el maletín cogía sol en Florida mientras Joe Biden asumía su presidencia. 

Una curiosidad se cuela al periquete dejando atrás el misterio del destino final del maletín para una próxima ocasión.  

En el mandato de Bill Clinton, una vez, no se especifica cuando un porqué, elucubramos que por quedarse hasta las tantas y las tontas tomando su bebida preferida de estudiante, “Mordedura de Serpiente”, una especie de uppercut de cidra mezclada con un derechazo de cerveza, perdió su galleta nuclear. Lo más probable, sospechamos, campechanos, mientras tocaba saxofón en una esquinita del Cross Hall de la Casa Blanca amenizando una bohemia íntima. Una crisis de Estado casi provoca el delirante e hilarante descuido. 

Al final de esta historia sin final todo indica lo que no indica. La “galleta” de la identidad perdida no se supo de su paradero, ni en qué cubujón o en cuál universo paralelo apareció o no apareció. Parece, eso sí, que se la comió el minino del olvido para siempre.  

Lo que el minino del olvido no se ha comido y saciado para siempre, reclama el hecho de que los seres humanos tengamos a la disposición de una rabieta o de un chiste de mal gusto, arsenales nucleares gruñendo y listos para el tarascazo. ¡Que la humanidad enfrente la opción real de suicidarse con proyectiles nucleares en la sien de las geografías planetarias parece el peor cuento de horror jamás escrito por sapiensde la estupidez! 

Se calcula que en el mundo existe alrededor miles de bombas atómicas. Estados Unidos y Rusia se apertrechan con la mitad por país de las municiones indivisibles, seguidas de China, Reino Unido, Francia, India, Israel, Correa del Norte y Paquistán.  

Si se detonaran a la misma vez en un ramillete de fuegos artificiales despidiendo, no el año nuevo sino la vida misma, ya sea por paranoia militar, ancestrales rencillas regionales, crisis económicas, errores de cálculo, mares disputados, excesos de la testosterona de la codicia, o por algo tan simplón como un tic nervioso de uno de esos Trumpistas que por desgracia se reproducen como conejos en las madrigueras del patrioterismo mundial, las ciudades de sobre 100 mil habitantes quedarían en cenizas como un  borrón sin cuenta nueva

No obstante, burbujea la esperanza, existen especies resistentes a un ataque termonuclear. 

Las cucarachas legendarias, férreas y tenaces al estallido de una bomba atómica pero no al de un chanclazo, una avispa parásita pequeñuela, un oso minúsculo de agua que no es un oso sino un tardígrado de mil células a la vista de un microscopio casero y una bacteria imbatible conocida como Conan The Bacterrium podrían convertirse en los nuevos Adanes y Evas de la mitología humana.  

No hay duda que con esos cuatro especímenes tan hijos de Dios y en peligro a no desaparecer, la humanidad abanderaría un nuevo amanecer. 

PostData: 

Dos aclaraciones obnubiladas: 

--Recordarán que el paradero desconocido del maletín conocido cariñosamente como el balón nuclearhabía quedado en ascuas por el berrinche de Donald cuando éste se negó a pasarlo de batón, inaceptandoque perdió las elecciones, pues bien, no fue necesario el touchdown.  

Nunca los Estados Unidos quedose desarmado de la posibilidad de usar armas atómicas a diestra y siniestra ya que para efectos prácticos existen tres maletines por si las moscas. A Biden le entregaron el segundo mientras el primero era recogido en Florida. 

--A los tres días de haber finalizado este micro ensayo, ni un segundo más y ni un segundo menos, una fuente de entero crédito publicó que Joe Biden, el estrenado presidente estadounidense, volvió por sus fueros instalando nuevamente en su escritorio oval el botón rojo que Trump apretaba para pedir refrescos en bandeja de plata y de mayordomo en bandeja. 

No se aclaró su nuevo uso. Tal vez y esta vez, solo para pedir una bola de mantecado, su pasión y perdición culinaria. 

Esperemos que por algún misterio bíblico no sea, su nuevo despropósito, para confirmar aquella leyenda urbana que relaciona al botón rojo como el activador de bombas atómicas. Tal decreto, afectaría la capacidad militar contestataria tan pregonada para la seguridad nacional de los Estados Unidos.  

Con el nuevo armamento nuclear inventado y actualizado en el siglo 21, con la posibilidad de ser lanzado a velocidades irrastreables de continente a continente que Rusia, China y el propio Estados Unidos asumen y presumen para mantener a raya a sus enemigos imaginaros, la metáfora del botón rojo ya resulta innecesaria e improcedente.  

Podría ocurrir de que a Biden, en uno de esos malos días que a cualquiera le puede suceder, comiera su cena preferida, pasta con salsa de tomate, sin darse cuenta entre tantos condimentos que la tomatera utilizada estaba rancia. Tal imprevisto culinario pudiera descomponer sus fueros de mala manera rompiendo algo más que el corazón, sus tripas mandatarias.  

Fantaseen un instante de iluminación alucinante.  

Joe Biden sudando frio y silbando por lo bajo en el baño de Casa Blanca, en medio de un ataque atómico. Sería de película, como la de Stanley Kubrick, “Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb” 

Luego de esa morcilla Kubrick-ta, respiren prolongadamente y prosíguenos con la imaginación de este ensayo en las bambalinas de las eventualidades inesperadas.  

Un general de 5 estrellas, a punto y pujo de fundírseles en sus galones, toca, desesperado la puerta del baño presidencial. Sin chistar, alerta a grito pelao;  

 

“Señor Presidente, Señor Presidente… 

PUM, PUM, PUM… 

 Perdone la imprudencia, pero avance, nos acaban de lanzar un ataque con bombas atómicas…” 

 

Sería tétrico para la historia que el incidente quedara testimoniado para las cucarachas y los otros pocos sobrevivientes heroicos en un parte de noticia, más o menos como el que sigue: 

 

Fecha: No aplica - Apocalipsis… 

Hora: Incomoda… 

El presidente de los Estados Unidos resultó interrumpido, súbitamente y en medio de una faena biológica por el General a cargo de la seguridad doméstica. La urgencia desató otra urgencia. 

En lo que el presidente se subía el pantalón y agarraba la manija de la puerta del tocador de la Mansión Ejecutiva para ejecutar el otro asunto de prioridad nacional, cayó un proyectil hipersónico sobre su cabeza antes que halara la cadena… 

Moraleja: 

A estas alturas tan bajas del progreso humano cualquier tipo de corrida es permitida, incluso la intestinal que nos ocupa, siempre y cuando dejemos fuera por inútil, la maratónica corredera al callejón sin salida de la vida; la carrera armamentista.