Turistas‌ ‌algarete‌ ‌[¿es‌ ‌la‌ ‌colonial‌ ‌más‌ ‌conservadora‌ ‌que‌ ‌los‌ ‌EE.UU.]‌ ‌

Política

(San Juan, 9:00 a.m.) Me sorprende lo asombrados que están algunas personas por el desbarajuste del turismo de primavera que ha invadido las calles sanjuaneras. Los residentes del Condado e Isla Verde se quejan del desorden y la violencia que ha tomado estos reconocidos íconos turísticos del país. Los medios hacen su agosto mostrando los videos de los turistas mostrando sus senos (y sus órganos sexuales), peleando entre ellos, destruyendo la propiedad privada y burlándose de los encargados de los hoteles y los policías. 

El mal de la mediocridad que nos consume queda demostrado con la incapacidad de las autoridades a la hora de poner orden ante el desenfreno orgiástico de los turistas. Peor aún, es una vergüenza escuchar a los políticos asegurar que la policía no interviene con los turistas “polque no hablan el difícil (inglés)”. La situación precaria resulta ser el sueño de cualquier anarquista. 

Para completar el cuadro tétrico, el terror se apodera de la ciudadanía cuenta te das cuenta de la incapacidad de los ejecutores de la seguridad pública para poner orden. Los mismo que amenazan y golpean a los ciudadanos de Puerto Rico cuando protestan carecen de las destrezas y estrategias para enfrentar esta oleada de vándalos turísticos.

Además, me he percatado de que ciertos seudo-racistas revestidos con poder han intentado culpar del comportamiento desenfrenado de los turistas a la cantidad de melanina de algunos de los perpetradores de los actos delictivos que han captado la atención de todos. 

Desde que tengo uso de razón el turismo estadounidense de primavera ha sido un bacanal desenfrenado. Cuerpos desnudos, consumo de alcohol y drogas, bailes alocados, peleas y muertes han caracterizado la invasión de las playas, primero en California y Florida y en años más recientes, Cancún en México.

No es la primera vez que enfrentamos este tipo de turismo. A finales de la década de 1960 y principio de los 1970 los “hippies” y los “flower children” se apoderaron de las playas isleñas de Aguadilla, Culebra, Isabela, Rincón y Vieques. Los conciertos escandalosos, el consumo de estupefacientes y el sexo desenfrenado a plena luz del día causaron un fuerte malestar en la sociedad conservadora de aquellos tiempos. Rezagos de ese periodo es la comunidad de surfers que se ha establecido en Rincón. La presión comunitaria y la acción policiaca (parece que entonces el inglés no era un problema) alejaron de las costas isleñas a la mayoría de estos turistas primaverales alocados y desenfrenados, atrayendo solo a los menos revoltosos. 

Aquí es importante señalar que tradicionalmente el turismo capitalino ha sido más costoso en comparación con los precios de las hospederías en el resto del país. Esto fue un freno para que, hasta el año pasado, San Juan no hubiese sido invadido por el turismo de primavera, integrado principalmente por estudiantes y personas con recursos limitados. Aunque, si revisamos cuidadosamente las noticias de los últimos cinco años nos percataremos que lentamente se ha ido dando un cambio radical en el perfil del turista que llega a las costas de la Isla del Encanto.  

Parece ser que gracias a la pandemia y a los esfuerzos desesperados de las agencias encargadas de la promoción turística en el archipiélago (la agonizante Compañía de Turismo y la Organización de Mercadeo de Destino (DMO por sus siglas en inglés o Destination Marketing Organization) la nueva meca del turismo de primavera estadounidense será San Juan de Puerto Rico. 

Los bajos precios de los pasajes aéreos, el hecho de que el archipiélago es parte de Estados Unidos y la alta necesidad por revitalizar el turismo y los ingresos que este importante sector representa para las arcas estatales han llevado a los mercaderes del mismo a diseñar paquetes turísticos irresistibles para los sectores menos privilegiados de la sociedad estadounidense. El comportamiento de estos turistas es similar al que han demostrado en otros lugares y por lo que se les ha bautizado como “ugly American”. 

La gente en Puerto Rico ha creado una imagen idealizada de los estadounidenses que se comprobara con el tiempo que es solo un constructo del sistema publicitario del Partido Nuevo Progresista para avanzar el ideal anexionista. La realidad es que, con las nuevas ofertas turísticas y las condiciones restrictivas impuestas por la pandemia, veremos cada vez más arribar a nuestro lar a los revoltosos que han sido señalados y criticados por todos los países invadidos por estas hordas de turistas irreverentes. 

Este turismo vandálico seguirá llegando a la Isla. Tienen libertad de entrada y han encontrado el paraíso promovido por el “perreo combativo”. Puerto Rico es ante los ojos del mundo la nación de la gozadera donde el placer no conoce límites. 

Un gobierno incapaz y mediocre, publicistas carentes de moral, empresarios desesperados ante el colapso económico, una deuda inmensa que pagar y una Junta de Supervisión Fiscal cuya misión es buscar dinero como sea han abierto el país al mejor postor, el turismo desenfrenado será el menor de los males de lo que se nos viene encima si no ponemos un alto. 

Estamos a tiempo para detener el colapso social y retomar el control, pero ¿están nuestros gobernantes y empresarios dispuestos a reevaluar el costo ético-moral y el impacto social de este nuevo turismo? ¿Pesa más el billete que el bienestar social? 

La respuesta la obtendremos con el tiempo, empero, hasta ahora, todo parece indicar que el billete es más importante que la sociedad puertorriqueña.