Testimonio: de cómo dirigí Bohemia y terminé en Avance

Cultura

(San Juan, 11:00 a.m.) Cuando Miguel Ángel Quevedo salió de Cuba tras la confiscación de la revista por el Gobierno Revolucionario, logró que el Departamento de Estado de los Estados Unidos y la CIA le dieran apoyo económico para publicar una versión fuera de Cuba de la revista de mayor éxito en la historia cubana. Con esos $40,000 mensuales publicó tres versiones de la revista: Bohemia Libre para circular en Miami y ciudades en que residía mayor número de cubanos emigrados, Bohemia Libre Venezolana para circular en ese país sudamericano y Bohemia Libre Puertorriqueña para circular en Puerto Rico.

El fracaso de la invasión que en Cuba se recuerda como Girón y en Estados Unidos como Bahía de Cochinos provocó que la CIA suspendiera el aporte económico para la publicación de la revista.

Miguel Ángel Quevedo se vio obligado a buscar dinero para seguir publicando la revista.

Acudió primero a su amigo, el entonces gobernador de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín. Este lo remitió a cinco miembros adinerados de su partido, que formaban parte de lo que la prensa llamaba “El cuerpo místico” del Partido Popular, entre ellos Samuel Badillo, Salvador Tió y Gustavo Agrait. Ellos le ofrecieron $10,000 cada uno, pero Quevedo les respondió que con ese dinero era imposible costear la revista.

Viajó entonces a Venezuela para reunirse con el entonces presidente Rómulo Betancourt, que al igual que Muñoz Marín figuraba entre los políticos que la prensa ubicaba en la llamada “izquierda democrática”. Betancourt lo refirió al acaudalado empresario venezolano de origen cubano Diego Cisneros que era el distribuidor de Pepsi Cola en Venezuela, único país en que ese refresco se vendía más que la Coca Cola. Cisneros le dio apoyo económico a Quevedo y éste pudo seguir publicando su versión de Bohemia.

Aparentemente la vida de excesos de Quevedo debido a sus preferencias sexuales, afectó su estabilidad económica y tuvo que asociarse con dos empresarios venezolanos, Miguel Ángel Capriles, dueño de varios diarios, y Armando de Armas, que controlaba la venta de publicaciones en Venezuela. Poco a poco Quevedo fue perdiendo el control económico de su versión de Bohemia.

Un día los lectores de la revista se encontraron con una especie de editorial en que la dirección de Bohemia advertía que Miguel Ángel Quevedo ya no formaba parte de la empresa y no tenía autorización para cobrar anuncios publicados en Bohemia. Quevedo tiene que haberse sentido muy mal y poco tiempo después se suicidó en Caracas en agosto de 1969.

Poco después de esos sucesos, la gerencia de la revista en Puerto Rico me llamó y me pidió que me encargara de las páginas políticas de la versión puertorriqueña de Bohemia. En ese momento yo dirigía los noticieros de Radio Uno en San Juan, que eran auspiciados por la gasolina Shell. A la gerencia de la emisora le preocupaba que lo que yo escribiera en los dos reportajes semanales y una sección de notas del mundo político que titulé Politicosas pudiera asociarse con Shell y me pidió que firmara los mismos con un seudónimo. Escogí un seudónimo con mis dos nombres y mi segundo apellido, o sea, que mis artículos eran firmados por Pedro Daniel Ayala. Por supuesto, todo el mundo político sabía que detrás del seudónimo estaba Pedro Zervigón pues yo era el que hacía las entrevistas.

Pasaron varios meses y la Bohemia de Puerto Rico, que desde que la empresa fue controlada por Capriles y De Armas había eliminado el “Libre” de su nombre, comenzó a buscar director. La lista de candidatos se redujo a un nombre: Angela Luisa Torregrosa. Mi amiga Angela Luisa aceptó con una condición: seguir publicando mensualmente su revista Angela Luisa dice. Armando de Armas, que tras separarse de Capriles se había convertido en el dueño único de Bohemia, Vanidades, Cosmopolitan en español y Buenhogar, no estuvo de acuerdo con su condición.

Me ofrecieron entonces la dirección de la revista tras reunirme con el director de la edición de Venezuela Simón Alberto Consalvi, que después sería embajador de Venezuela en las Naciones Unidas durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, y el asesor argentino Roberto Socol. Para desvincular a la revista de su pasado nebuloso y sus frecuentes ataques al independentismo, publiqué una primera portada con el titular Nueva etapa.

Dos años después el nuevo director de la Bohemia de Venezuela, Rafael Poleo, eliminó las cuatro columnas de los diferentes partidos que yo había establecido (Severo Colberg, Gilberto Concepción Suárez, Benny Frankie Cerezo y José Arsenio Torres) y las sustituyó por una sección estilo En Cuba de Enrique de la Osa redactada por el escritor Gustavo Agrait, que era su amigo. Gustavo pidió que no se publicara su nombre ya que todo el mundo en Puerto Rico sabía de su militancia en el Partido Popular, y así fue aprobado por Poleo.

Mi malestar surge cuando esa sección vino precedida por una nota diciendo que la misma se publicaba “bajo la supervisión del director de la revista en Puerto Rico”. Cuando me le quejé a De Armas, su respuesta fue agregarle a la nota mi nombre, lo que me hacía responsable de lo que allí se escribiera. En ese momento decidí renunciar y asociarme con los panelistas de Cara a cara para crear una nueva revista, que fue Avance.