Ya llegó la famosa y tradicional Semana Santa. En esta semana los cristianos, usualmente de la denominación católica, reemplazan su dieta diaria por una basada en pescado y productos nacidos de la tierra. Algo así como ser vegetariano por unos días. Esto, en forma empática con la odisea que sufrió su más grande apóstol; el hijo de Dios, en una de sus proezas. La fe está bien y ser devotos no tiene nada malo, científicamente está avalada la dependencia espiritual de nuestra especie. Esto no quiere decir que no haya riesgos en practicar esta dieta.
En el pescado y mariscos, por desgracia encontramos metales bioasimilados. Esto quiere decir que debido a la contaminación ambiental metales como el mercurio metílico se quedan en los tejidos (carnes) de estos animales. Lo peor de todo es que este es solo uno de los posibles contaminantes a encontrarse en estos animales parte de nuestra dieta.
Recordemos las prácticas navales de la marina estadounidense en la isla municipio Vieques. “No por ese miedo voy a dejar de comer pescado”, es probablemente una forma de pensar. Si comes, que seas consciente. No en exceso. Puedes prevenir enfermedades cardiacas añadiendo estas carnes a tu dieta pero no reemplaces tus otras formas de ingesta proteica. No por caprichos capitalistas o colonialistas; por la realidad biológica. En especial, si estas embarazada o alimentas a niños.
A comer salmón, tilapia y bacalao. Si son de isla grande; mejor. Es menos probable que estos estén contaminados. Si quieres, me invitas a casa de tu abuela.