Escritos de gaveta del Colegio de Abogados y Abogadas [¡lectura obligada!]

Cultura

(San Juan, 9:00 a.m.) “A mi querida amiga y compañera Nellie, en aprecio por su amistad. Disfruta de mi aportación a este trabajo literario producido por el Colegio de Abogados de Puerto Rico. 9 de marzo de 2021” estas hermosas palabras las escribió mi querido amigo y colega profesor, el Lcdo. Pedro Rodríguez Vázquez, que tiene su oficina en el pueblo de Utuado. 

Recibí este exquisito regalo titulado “Escritos de Gaveta” porque el licenciado Rodríguez Vázquez conoce que me apasiona leer. El texto, publicado en el 2020, es una compilación y edición de la Comisión de Juristas Creativos del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico. Cuenta con un saludo introductorio escrito por el Lcdo. Edgardo Manuel Román Espada, donde menciona nombres de grandes hombres de letras que, al mismo tiempo, eran expertos en derecho: “José de Diego Martínez, Luis Llorens Torres, Nilita Vientós Gastón, Nemesio R. Canales, Manuel Corchado Juarbe y Eugenio María de Hostos, destacados estudiosos de la ciencia jurídica, también cultivaron el ensayo, la poesía y la novela.

Son buenos ejemplos de conocidos autores educados en el derecho. No son los únicos” (p.i). Tiene razón el prologuista, porque en el índice del libro, me he topado con nombres de abogados que conozco, aunque solo sea por ir a una presentación de un texto. Este es el caso de Hiram Sánchez Martínez, autor de “Antonia tu nombre es una historia” presentado el 30 de marzo de 2019, en la Librería El Candil en Ponce, por la periodista Wilda Rodríguez. Ese libro de 387 páginas, lo leí en un día. Él quedó de ir a conversar con mis estudiantes para que conocieran quién fue Antonia, pero el conversatorio no se concretó. En las gavetas de esta antología, hay un cuento breve que me estremeció, del Lcdo. Florencio Merced Rosa se llama “Sin título.” El narrador cuenta que es la segunda vez que una mujer: “entraba a la sede del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico” (p.179) con la intención de hacer un donativo: “a nombre de un letrado que hace tiempo no se encuentra entre nosotros; entre nosotros los vivos, quiero decir” (p.179). El jovencito que la atiende busca en su computadora el número del colegiado y le contesta: “Señora, lamento comunicarle que bajo el nombre de Pedro Albizu Campos no aparece nadie en la lista de colegiados” (p.179). ¡Respiré profundo! 

Esta compilación tiene un excelente prólogo titulado “De Goethe a Grisham: letras y letrados” escrito por el Lcdo. Alberto Medina Carrero, editor del libro. Quien lo lea viajará histórica y temporalmente, por varios siglos para conocer que: “El maridaje entre abogacía y literatura tiene precedentes muy antiguos y señalados” (p.iii). Rememoro una conversación que tuve hace diez años, con el Lcdo. Ángel Juarbe de Jesús en su oficina, precisamente, sobre la diferencia entre letrados y abogados. Se puede ser un abogado exitoso, sin tener conocimiento del mundo de las letras. Así mismo, se pueden combinar de forma exitosa ambas disciplinas. Aunque haya quien diga que un hacedor de mosaicos no es un buen novelista. Medina Carrero lleva al lector en un viaje retrospectivo que inicia con el abogado y servidor público Charles Perrault. Se sabe que fue este escritor francés, quien le dio forma literaria a lo que llegó a convertirse, en el cuento de hadas o infantil. Famosos y conocidos son: “La Cenicienta”, “El gato con botas”, “Pulgarcito”, “La bella durmiente” entre otros. Sus historias inician con “Érase una vez...”; “En un pueblo…”; “Había una vez.” El editor hace referencia a uno de sus cuentos más famosos “La Caperucita Roja” donde a juicio de Medina Carrera: “el autor aborda expresamente el acoso sexual de niñas y advierte sobre el particular, con una resonancia hasta nuestros días” (p.iii). En la primera parte del curso de Géneros Literarios, le asigno a los estudiantes el cuento de Perrault y no la versión de los hermanos Grimm, que es la más conocida. En el cuento del francés, el lobo, además de acosador de niñas, logra salirse con la suya, ya que se come a la Caperucita, por ser esta, una niña ingenua que cree en las bondades de un desconocido. La moraleja del cuento es que no debemos confiar en extraños. 

En ese prólogo hay alusiones a Goethe porque, aunque no se distinguió como abogado: “…su profesión figura como trasfondo de su primera novela, Las desventuras del joven Werther, posiblemente el primer best-seller de la historia literaria, en la que el protagonista es un joven abogado y su amada imposible es la esposa de un magistrado, basado en un suceso de la vida real” (p.iv) Interesante para aquellos que no sabían este dato, es por eso, que son tan dolorosas sus cuitas de amor. Con un tono sarcástico, el prologuista apunta al renombrado Washington Irving considerado: “el primer autor auténticamente estadounidense, abogado, aunque revalidado con mucha dificultad” (p.iv). Sin embargo, desde mi ojo literario me alegra que no le fuera también en la reválida, porque quizás, no hubiésemos tenido la oportunidad de haber leído sus “Cuentos de la Alhambra” y “La leyenda del jinete sin cabeza” un clásico del terror. En su maridaje entre la abogacía y las letras, el editor hace referencia a Charles Dickens (uno de mis escritores favoritos), al francés Flaubert y su excelente novela “Madame Bovary”; a Julio Verne, León Tolstoi que no terminó su carrera en derecho, pero escribió nada más y nada menos que “Guerra y paz”, “Ana Karenina” y “La muerte de Iván Ilych”. Menciona a Franz Kafka y alude que: “Sin duda, su obra clásica El proceso (1925) es producto de su conocimiento jurídico y burocrático (p.vii). Aquí difiero del prologuista, porque vengo del mundo de las letras, y la obra cumbre de Kafka, desde el punto de vista literario, es “La metamorfosis” escrita en 1915.

Alberto Medina Carrero en su recorrer llega a Latinoamérica y enumera nombres de la talla de Mario Vargas Llosa (con quien tuve el honor de tomar un seminario en la década de los ’80), Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Carlos Fuentes y en el Caribe, al gran José Martí, que se licenció en Derecho Civil y en Filosofía y Letras. Quien no haya leído sus “Versos sencillos” se ha perdido de una poesía de denuncia y de una belleza etérea. El prólogo del libro es extenso, pero no puedo dejar fuera que hace referencia a los puertorriqueños José de Diego Martínez, Luis Bonafoux, Nemesio R. Canales, Luis Llorens Torres, Samuel R. Quiñones, Emilio S. Belaval y a la inolvidable Nilita Vientós Gastón, a quien recuerdo en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, con sus sombreros. Fundadora de las revistas “Asomante” y “Sin Nombre” que como muy bien comenta el editor del libro fue: “la primera abogada puertorriqueña en ejercer desde el Departamento de Justicia” (p.xvi) y una fiel defensora del castellano.

El libro está dividido a su vez, en varias gavetas: “La gaveta de la abogacía”, “La gaveta del oficio de escribir”, “La gaveta del amor”, “La gaveta de la naturaleza”, “La gaveta del pasado”, “La gaveta de la muerte”, “La gaveta de los valores patrios”, “La gaveta de la gobernanza”, “La gaveta de lo fantástico”, “La gaveta de lo trágico”, “La gaveta de lo cotidiano.” Los poemas de mi amigo Pedro Rodríguez Vázquez, seis en su totalidad, se encuentran en: “La gaveta del oficio de escribir”, “La gaveta del amor”, “La gaveta de la muerte” y “La gaveta de lo cotidiano.” Lo conocí en el 1995, cuando entré a trabajar en el entonces Colegio Regional de la Montaña, el recinto más hermoso que tiene la Universidad de Puerto Rico. Hubo una conexión instantánea entre nosotros, porque es un hombre brillante, con el que se puede hablar de una variedad infinita de temas. Al pasar el tiempo, descubrimos que compartíamos intereses en común. Pedro, es un lector voraz, amante del buen cine, un apasionado y conocedor de la música de calidad, que acompaña de vez en cuando, con una buena copa de vino tinto. No estaba al tanto, de esta faceta suya de poeta; sus seis poemas publicados en las gavetas mencionadas, pertenecen a su poemario inédito, que piensa publicar antes de diciembre, “La memoria de las cosas.” Los seis poemas son extraordinarios, pero soy una apasionada de la mitología griega y “La memoria de las cosas XIII: Ítaca” lo dedica a la leyenda de la tejedora Penélope, que aguarda por su marido Odiseo, tras el final de la Guerra de Troya. Digna representante de la fidelidad, aunque la pretenden varios hombres, todas las noches deshacía la manta que tejía por el día, porque cuando la termine deberá casarse: “de Ítaca/ y de Penélope tejiendo/la ternura perdida y deseada (Pedro Rodríguez Vázquez, p.87).

En “La gaveta de la gobernanza” me topé con “Shangai” del Lcdo. Daniel Nina, editor en jefe del periódico digital El Post Antillano. El autor anota que ese cuento es parte de un proyecto literario que tiene pendiente (en eso se parece a mí; dejo pasar el tiempo y los proyectos los guardo precisamente en una gaveta). Julio Cortázar decía que un cuento debía atrapar al lector con las primeras palabras y Daniel Nina lo logra: “<<Oiga, mister, yo no existo ¡Viste! Yo sólo soy un código, virtual, pero no existo>>. Con esas palabras, yo, Joseph León Arroyo, me hice real un día. Pero debo aclarar, yo soy Josh Five, la razón de ser de todo” (p.194). En el cuento hay una pluridimensionalidad temática y nos encontramos ante un hacker cibernético que tiene el password para entrar a un informe el Shangai Confidential Report ya que los colonizadores, quieren ceder la colonia a China. Hay que leer el cuento ya que me hizo reflexionar sobre conversaciones que tuve con mi amiga Lourdes Torres Camacho (qepd) en el balcón de su casa solariega en Adjuntas. Ella decía que en cualquier momento nos vendían y yo me reía. Por otra parte, mi amigo el Dr. Rodolfo Lugo-Ferrer, que compartía nuestras tertulias, sostiene, que los chinos, están comprando a Ponce (anoto él no es xenofóbico) pero es cierto que cada vez más orientales llegan a la Ciudad Señorial. Supongo que se benefician de no tener que pagar tributos a la colonia. No creo en casualidades, quizás el licenciado Nina no recuerda, que precisamente Pedro Rodríguez Vázquez, fue uno de los que presentó el libro “Ni una vida más para la toga” el 26 de enero de 2007, en el Centro Cultural de Utuado. Dicho libro fue editado por el Lcdo. Daniel Nina y cuenta con algunos textos escritos por él.

En la misma gaveta de la gobernanza me encontré con dos cuentos de un licenciado al que conocí de niño, porque compartí con sus padres. ¡Así de pequeño es el mundo y de alguna forma todos estamos conectados! Me refiero al Lcdo. Fernando Moreno Orama, Decano de la Escuela de Derecho, de la Pontificia Universidad Católica de Ponce. Me gustó mucho su cuento “En el fondo del Caño” una intertextualidad con la historia que nos hace José Luis González (qepd) en su genial escrito “En el fondo del caño hay un negrito.” El licenciado Moreno Orama, aborda el tema político, desde la óptica del alcalde que va en una caravana a la pesca de votos y se encuentra con que: “Mataron a un tal Melodía…” (p.190). Tuve el privilegio de tomar clases un semestre con José Luis González en el Recinto de Bayamón de la UPR, en 1987, cuando vino como profesor visitante a su país y le otorgaron permiso de entrada. Le contó al grupo que todos los días, pasaba por el Caño Martín Peña, y veía la pobreza de los que allí vivían. Por eso, el padre del negrito Melodía les dice pendejos a los que están en el piso superior. Como si fuera poco, me encantó “El final de Frigida” de la utuadeña de nacimiento, Mara Serbiá; me recordó el cuento “La carne” del cubano Virgilio Piñeira porque ante la escasez de carne, las personas empiezan a comer partes de sus cuerpos. La licenciada Serbiá, utiliza el género epistolar para contar el final de la pobre Frigida (nombre muy sugestivo). Felita le escribe una carta a Clarice donde le cuenta que: “Nuestra hermana y amiga Frígida murió” (p.76). La mujer mantenía una relación con un hombre llamado Hanns que la trataba como a una reina (el francés Gérard Genette diría, posible intertextualidad con el libro “Te trataré como una reina” de la madrileña Rosa Montero, publicado en 1983). Hanns le regalaba flores, chocolates, la llevó de crucero y al estilo de Jeffrey Dahmer: “se la estaba comiendo, no a besos sino a pedazos” (p.77)

Elogios para el Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico porque con esta antología, que invito a comprar y leer, sacó la bola del parque. Sólo hago una observación, debieron incluir unos breves datos biográficos de los autores.