Breves en la cartografía cultural: En sus propias manos está; después podría ser tarde

Cultura

Ante el flaco servicio que gran parte de los medios están ofreciendo, lo que le está quedando al ciudadano es ir tomando cada vez más control sobre aquello a lo que se está exponiendo. Así como es necesario, en otro aspecto de la vida social y a modo de ejemplo, que uno promueva acciones que hagan posible un ambiente menos contaminado, con el reciclaje como alternativa. De la misma manera, la pasividad del espectador en cuanto a lo que recibe a través de los medios debe transformarse. Mucho se juega si literalmente no se comienza a separar el grano de la paja.

Enumeremos unos cuantos ejemplos. Los programas que figuran en la radio puertorriqueña, de una u otra forma, y en su mayoría dedican, digamos un 75% de su tiempo a cubrir a los políticos. Y si la cobertura se dedicara a informar datos pertinentes de la gestión gubernamental, y como ésta se está llevando a cabo entonces no habría problema. La incomodidad se ha ido instalando gradualmente en la audiencia exigente cuando siente que se pierde el tiempo escuchando puerilidades de toda índole. Que sí un político dijo algo sobre otro. Que si un legislador practica brujería. Que si lo vieron en tal restaurante. Que si aquella bailaba en el tubo. En este punto es que la línea entre la información periodística se va desdibujando y toma matices de entretenimiento como lo puede ser la lucha libre, o programas tipo Jerry Springer o Laura en América. Lo estupefacto que uno se queda escuchando a los ‘periodistas’, a veces asumiendo toda la seriedad del mundo mientras buscan exacerbar más la controversia pueril de turno, formulando preguntas que insultan la inteligencia de los radioescuchas. Aquí lo dejo, pues lo otro, lo producido por unos que dicen llamarse ‘periodistas’ cuando en realidad están ejerciendo el oficio de las relaciones públicas, buscando así beneficiarse a corto o mediano plazo, es tan obvio que habla por sí mismo. Igual pasa con los ‘analistas’, muchos de los cuales bajo ese disfraz devuelven el favor de gozar un jugoso contrato a la colectividad partidista que le auspicia.

La televisión, por su lado, peca en muchos casos de empobrecer la capacidad intelectual de la audiencia. Los canales compiten de tú a tú con los videojuegos en cuanto a presentar la cara más cruda de la violencia. No me cabe duda que el incremento de ‘creatividad’ en la mente de personas involucradas en actividades criminales ha tenido una verdadera universidad en mucho de lo presentado en televisión y en estos juegos interactivos. Es hasta gracioso ver servicios públicos que promueven paz en la vida ciudadana, en medio de la transmisión de una película en la que, en gran parte de las escenas, los personajes son acribillados de todas las maneras posibles. El morbo no encuentra límites a toda hora en muchos canales, incluso en aquellos dedicados al periodismo. Y si tomamos por cierto lo que dicen especialistas de la conducta humana, acerca de que la televisión, así como los videojuegos, están siendo hace décadas vehículos educativos de importancia. Por lo anterior, a nadie sorprende lo que está ocurriendo incluso a plena luz del día en avenidas transitadas del País o en muchos lugares. A mansalva, y con otras razones que contribuyen y lo explican, los ciudadanos pierden nombre para convertirse en un dígito de estadísticas que muchas veces se manipulan para no afectar el turismo.

Y mientras los canales exponen sin ninguna reserva esa ‘excelencia’ en su programación, alrededor del televidente, en el vecindario y en muchas partes del mundo ocurren cosas importantes, vitales, dignas de ser la materia prima de muchos informativos y producciones televisivas de todo tipo. Recuerdo una semana en particular en la que se sostenían de forma simultánea, en diferentes partes del planeta, dos reuniones de carácter internacional. En una se realizaba una cumbre acerca de la crisis ambiental y global, en otra, nada más y nada menos, que el desarme nuclear. En una y otra cita estaban presentes delegaciones diplomáticas de los países más desarrollados del mundo, así como de países en ‘vías de desarrollo’. Y mientras reuniones de tanta valía para la continuidad de la vida transcurrían, la mayoría de los medios apenas prestaron atención a lo que estaba aconteciendo. En esos días se enfrascaron por horas y horas en una ‘cobertura especial’ acerca de la muerte de un cantante de pop.

El espectador con sentido común, ante un escenario como ese, no cesa de preguntarse por qué se le da tan poco espacio a sucesos, que de un modo u otro, afectan a todos los ciudadanos de la aldea global, incluso a la propia vida en el planeta. Hay quien se queda con la boca abierta ante títulos de secciones en los programas noticiosos que muestran el extremo de esta situación: “El mundo al minuto”; “Flash mundial”; “Brevísimas internacionales”. Claro, sería inocente, y no en el buen sentido del término, quien pierde de vista un tema que ha traído muchos debates.

La fusión de medios, siendo los pequeños y locales tragados por gigantes corporativos explica mucho de la situación. Por un lado, lo que se cubre o lo que no se cubre, o la manera en que tal tema se lleva a la audiencia, no ocurre de forma espontánea. Es obvio que los intereses de quienes han adquirido estas empresas mediáticas, dueños a su vez de conglomerados mayores que involucran toda serie de productos y servicios, es lo que al final del camino da los acentos particulares y precisos a lo que cada televidente recibe en su hogar. Por el otro, los intereses de importancia local están ocupando apenas nada de tiempo, o son desplazados, en medios que antes se ocupaban de hacerlo. Y ya esos sucesos de relevancia regional para la ciudadanía no son materia prima para ese medio porque fue comprado por otro mayor. Y en situaciones como esas terminan convirtiéndose en una subsidiaria o repetidora de lo que la matriz, que está a miles millas de distancia, emite. Eso es patente en el caso de la televisión en Puerto Rico y explica la disminución de producción de programas locales. Apenas va sobreviviendo y a duras penas los ‘programas noticiosos’; una o dos horas diarias como suma total de duración. Son las series enlatadas las que vienen ocupando la mayor parte de la programación, lo que implica además una grave situación para los profesionales del medio. Por este tipo de fusiones mediáticas, en Estados Unidos, por ejemplo, ciudadanos se han movilizado y han llevado sus quejas ante la Comisión Federal de Comunicaciones (conocida por sus siglas en inglés como la FCC). Esos medios dejaron de responder a la realidad del entorno donde ubican por intereses ajenos y lejanos.

Por todo lo expuesto, volvemos entonces al punto de inicio. En los párrafos precedentes no se habla de que usted se aleje de los medios. De lo que aquí hablamos es del buen uso de los mismos. La tecnología, ni los medios, no son buenos ni malos; están disponibles y benefician o no sencillamente por la manera que se utilizan. Si usted está preocupado por la calidad de vida de su familia, por la vida emocional de sus hijos o por lo que está ocurriendo en el País, es hora de que deje la pasividad ante lo que recibe por los medios. Y es que una actividad pro activa o asertiva en este rol suyo como espectador puede operar en varias direcciones. Por un lado, puede compartir sus preocupaciones sobre el tema con vecinos, compañeros de trabajo, en reuniones comunitarias o cívicas, en momentos de esparcimiento entre amigos. Lo que le afecta a usted también le afecta a los demás, y crear conciencia y unir voluntades siempre da resultado. Por otro lado, puede enviar un mensaje contundente con su patrocinio o no patrocinio. Su apoyo es importante tanto para el medio como para las empresas que auspician las producciones. Sin su respaldo las ganancias económicas disminuirían, y eso es un lujo que no se pueden dar ni unos ni otros. Busque en la historia, información acerca de cómo la suma de voluntades, en este caso de las personas expuestas a los medios, han hecho la diferencia.

Como lo es para tantas cosas en la vida, hoy y siempre, la solución de muchas cosas está en sus manos. No delegue en otra persona, recuerde que solo usted es protagonista y responsable de su propia vida. Y no lo deje para después. Esta demás que le mencione que, de continuar pasivo, dejando que otros decidan qué recibe como espectador a través de los medios, podría ser muy tarde para usted y su familia.