La matrioska de la sexual masculina en Conversaciones con Aurelia*

Crítica literaria
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 Conversaciones con Aurelia del escritor Daniel Torres presenta a través de sus personajes la variedad y complejidad del demi monde queer. La pluralidad sexual masculina encarnada en once personajes —intérpretes, los llama el autor— se refracta en gamas y grados; desde la draga consumada hasta el “macho original”. Es un palimpsesto de preferencias sexuales que rectifica con seriedad y humor la sexualidad heteronormativa masculina.

 Al inicio del texto el autor nos presenta la lista de los once personajes que él denomina intérpretes como si de un guion de telenovela o de teatro se tratara. Es el primer paso con el que el escritor parece amansar, por decirlo de alguna manera, al lector reacio. No hay a qué temer, parece decir, lo que leerás es una puesta en escena. Suspendido queda el sentido de realidad. La lista de intérpretes sirve como un mapa de ruta para definir la pluralidad sexual masculina. Logra con esta técnica además, otorgarle al lector/ espectador distancia del supuesto espectáculo. Una vez se zambulla en la novela la utilización de la segunda persona que domina la narración demolerá la seguridad de esa distancia. Cabe señalar que en la novela no hay ni un solo personaje femenino heteronormativo.

El orden de los intérpretes en la lista está dispuesto en una suerte de escala de valores o expresiones de la sexualidad masculina y, además, de las posiciones de poder. Los primeros cinco personajes son travestis o dragas en el cabaret Pájaro azul. Son estos: Delirio quien encuentra su alter ego performativo en Lucy Fabery; Aurelia en Sara Montiel; Meche en Isabel Pantoja; Nani en Paloma San Basilio; Vicky Carnicera en La Lupe, (antes de dedicarse a ser la maquillista de las dragas). El alter ego de las travestis está colocado entre paréntesis y se utiliza el artículo femenino la hasta que llegamos al personaje de Fifí.  Ninguna de las travestis controla directamente el poder, pero participan llevando y trayendo información utilizando así las tretas del subalterno. Al llegar a Fifí, “el dizque macho original” y sexto en la lista de intérpretes, comienza la gradación sexual masculina hacia el “macho esencial” que es X-Kalín.  Fifí es un punto de inflexión en la progresión de la sexualidad. De Fifí en adelante se coloca en paréntesis la posición que cada uno ostenta en la escala de poder; Fifí es el dueño del Pájaro azul por lo tanto controla el dinero y el bienestar de las dragas. Su talón de Aquiles será Aurelia “la alcahueta total”. Desde Fifí en adelante, una suerte de guardarraya sexual entre las drags y los hombres, se recurre al artículo masculino para referirse a los personajes. A Fifí le sigue Miguel, “la copia de macho”; Ojos azules, “el bello del Norte”; Mr. Smith, “el gringo pendejo”; Bebo Salgado, “el bugarrón de barrio” y X-kalín, “el macho esencial”. La jerarquía demuestra el grado de masculinidad de los intérpretes. Por ejemplo: Miguel, definido como “la copia del macho” está inmediatamente después de Fifí. Aún muy cerca de la línea entre lo masculino y lo femenino. Cuando la Ex Manolo/Remedios/Meche decide mediante una operación cambiar de sexo definitivamente para transformarse en la absoluta Isabel Pantoja se va con X-kalín, “el macho esencial” y último en la lista a Yucatán para incorporarse a la alta sociedad como una pareja heterosexual bonafide.  

La novela está dividida en tres partes.  La primera y segunda parte comprenden once narraciones en segunda persona cada una encabezadas por el nombre del personaje. Evoca la utilización y el manejo de la segunda persona narrativa La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes. Pero en esta novela el monólogo interior del personaje carece del tono acusatorio del tú. Accedemos con la voz del pensamiento a la relación del personaje con el cabaret, conocemos su pasado, su desarrollo, sus memorias, deseos, temores, decepciones y envidias. Nos confían directamente sus contradicciones. El orden de las narraciones establece la trama y el papel que juegan los personajes dentro del conflicto principal.

La primera parte al igual que la segunda abre con un breve texto. Esta primera narración es una conversación interior ante el espejo. Es pertinente señalar que a este texto, a diferencia de todos los demás, no se le atribuye a ningún personaje. ¿Es que el astuto escritor le ofrece la oportunidad de la “representación”, palabra con la que termina el texto, al lector/voyeur? El acto de la transformación frente al espejo reitera la puesta en escena antes mencionada. Recuerda las imágenes de la fotógrafa Annie Leibovitz sobre la metamorfosis de mujeres comunes en coristas en los espectáculos de Las Vegas.  La distancia entre el escenario (la novela en este caso) y el público (el lector) nos da permiso para fisgar las máscaras de otros y lo que antes o después serán.  La intimidad solitaria de la lectura nos permite hacer ese ejercicio. Luego, al regresar a la cotidianidad, esa identidad queda, al igual que el vestuario, “impecablemente ‘doblado sobre la silla’ para la próxima representación.” (19). El choque entre la realidad y la fantasía está claramente expresado en fluir de conciencia de Delirio cuando rememora la visita que hace al Hospital del Maestro donde estuvo recluida la diva de sus desvelos, Lucy Fabery :

“Te decepcionó del todo verla tan insignificante como cualquiera de tus propias tías en la cocina, con un moño insulso que le recogía el pelo.” (28)

 

La segunda parte consta, al igual que la primera, de once narraciones, una por cada intérprete, en el mismo orden que la primera, narrados en segunda persona. El breve texto inicial narra la trasformación definitiva por bisturí de Ex Manolo/Remedios/Meche (Isabel Pantoja), “la veterana patética” así definida en la lista de intérpretes.

 La utilización del femenino y masculino según se da o no el cambio de identidad sexual de los personajes se maneja en este corto relato de forma magistral. El lector tiene la impresión de ver la imagen de una foto y su negativo. O como en el arte, los espacios positivos y negativos de un dibujo. La segunda parte nos lleva al desenlace del triángulo amoroso entre X-kalín, Meche y Miguel. Mediante una trampa urdida por X-kalín lubricada por el alcohol Miguel, “el codiciado Galán”, cae del pedestal de macho ante los ojos de Meche.  Es en el fluir de conciencia de Vicky Carnicera que sabemos del chisme que corre como pólvora y que ella aderezó con toques de maldad:

“[…] cómo X-kalín había encontrado fuera de base a Guadín y a Miguel ensartados uno en otro, revolcándose a besos y apretones hasta la virada de uno por otro […]. Las luces los habían sorprendido con las manos en las macetas de uno y otro […] para después salir despavoridos ante la evidencia de la pequeña cámara de video y la pantalla del televisor que les devolvía su desesperación de sobriedad, justo cuando todo el tequila había cedido en sudores y ardores […].  […] mientras que el jadeo y el sudor seguían atrapados en su piel de machos vejados por ellos mismos.” (102)

 

Luego del encuentro Miguel le propina una paliza descomunal a Guadín apodada la Pétit Xuxette de Saint Claire. Pero el daño para Miguel y la venganza lo han alcanzado. Meche no tiene más remedio que partir con X-kalín el “macho esencial” que ella desea para su nueva y definitiva identidad. Evoca este violento desenlace la novela de José Donoso, El lugar sin límites en la cual se explora un conflicto similar al de Miguel; la brutal necesidad de afianzarse a una identidad sexual absoluta que a la menor duda desemboca en la destrucción de aquel que levanta la duda sobre la sexualidad del machazo. Cada uno de los personajes funciona como una de once matrioska de la sexualidad masculina.

 La tercera y última parte consta de seis cartas que Aurelia le envía a Fifí. Se recoge en estas el posible come back de Aurelia como Sara Montiel, los cambios sociales que permiten una boda gay en el Caribe Hilton, el fin de Nani a manos de las intrigas de Fifí y una reflexión por parte de Aurelia sobre la “normalización” de lo queer. Las cartas funcionan como una coda y pudiera su inserción responder al señalamiento en la página de créditos que esta es una edición revisada y aumentada para el 10mo aniversario de su publicación.

La estructura simétrica y en apariencia sencilla de la novela es un gran acierto que le permite al lector dirigir toda su atención a los personajes. Uno entre muchos logros de Conversaciones con Aurelia es la personificación. El escritor conoce a sus personajes íntimamente otorgándoles en su creación dimensión y profundidad. No se recurre a etiquetas ni a caricaturas deshumanizantes. La utilización de la segunda persona que deviene en un monólogo interior nos permite acceder a la intimidad de los personajes como si de una narración en primera persona se tratara. El lenguaje coloquial, humorístico y directo se siente auténtico. Revela el carácter individual de los personajes a medida que conocemos de sus rencillas o críticas que hacen unos de otras.
           La riqueza literaria y el discurso de Conversaciones con Aurelia está atado a cada elemento de la construcción y estructura del texto. La utilización de la segunda persona no solo se utiliza en función de las reflexiones de los intérpretes, sino que también constituye un reflejo para el propio lector en el espejo del texto. Tanto funciona el del intérprete consigo mismo como el escritor hacia el lector. Conversaciones con Aurelia es un texto de múltiples capas. Rico en intertextualidad literaria. Por ejemplo, esta lectora se pregunta si el nombre del cabaret El pájaro azul es un guiño a la revista El mono azul   en la que colaborara Federico García Lorca.

La incorporación de la música popular representada por las divas de la canción, la cultura popular de los años 70 del siglo pasado, la inclusión de la geografía sexual de la Ponce de León en Santurce, Condado, Nueva York y Yucatán crean un telón de fondo concreto y reconocible aportando solidez en el espacio y el tiempo de la narración.

*Torres, Daniel. Conversaciones con Aurelia.
San Juan, Puerto Rico: Isla Negra, 2007.