Agotamiento mental

Caribe Imaginado

La mujer se sentó frente a su computadora a las ocho de la mañana como de costumbre. Ni siquiera sabía que era el día del maestro y aunque parezca irónico, se lo recordó un exestudiante. Era uno de esos jóvenes comprometidos con aprender y de los que ya escasean.

Ella comenzó a preparar el examen final del curso, pero lo hacía sin entusiasmo. Hace años que veía como la educación del país iba barranca abajo, como la obra del uruguayo Florencio Sánchez. Trabajó por horas; sólo se levantó para almorzar y prepararse una taza de café a las tres de la tarde.

Recordó que el día anterior, por más que trató de dar su clase con energía, los estudiantes no respondían. Apenas dieciocho habían estudiado el material asignado. Aunque trata por todos los medios de entusiasmarlos, a ellos no les interesa la literatura.

Desde hace tiempo, su mente está agotada, cansada, porque por más que se entrega para dar sus clases, no hay respuesta del otro lado de la orilla. Lo peor de todo es preguntarse ¿cómo retener a unos individuos que no les interesa leer “En la brecha” de José de Diego, porque prefieren ser corderos mansos y no toros que mugen y embisten.  La profesora quisiera estremecerlos, gritarles y decirles coño:

¡Levántate! ¡revuélvete! ¡resiste!

Haz como el toro acorralado ¡muge!

O como el toro que no muge: ¡embiste!