La incertidumbre [la vida y la muerte en los tiempos del Covid-19]

Caribe Hoy

¿Qué es la incertidumbre?  La incertidumbre es lo opuesto a la certeza. La certeza es tener seguridad de algo. Entonces lo opuesto es no tener seguridad. La incertidumbre es no saber que esperar de nuestras vidas, no saber que va a pasar en el futuro, es lo inesperado, es desconocer.

Todos los días experimentamos con la incertidumbre, aunque no estemos conscientes de ello.  A pesar de que la incertidumbre es parte constante y continua de nuestro diario vivir, para sobrevivir nos acondicionamos y establecemos actividades que nos crean estabilidad.  Se crean rutinas que nos dan un sentido de seguridad y certeza.  Al hacer esto experimentamos sentimientos de paz, sosiego y tranquilidad.

La incertidumbre puede darse por una variedad de factores, siendo algunos la falta o ausencia de información, la información contradictoria o el desconocimiento sobre algo.  La incertidumbre puede provocar dudas, ansiedad, desasosiego e inquietud.  Por eso nuestra naturaleza de supervivencia nos lleva a enfocarnos en la certidumbre, ya que nos protege emocionalmente de la ambivalencia de las circunstancias desconocidas.

En Puerto Rico, como colectivo, desde hace años que experimentamos y vivimos momentos de constante incertidumbre. Me atrevo a decir, que parte subyacente de nuestra incertidumbre como país es a causa de nuestra relación colonial. Sin embargo, más recientemente y a partir del 2017, luego del impacto del huracán María, el país fue azotado con una incertidumbre intensa y severa. Los muchos meses de carencia de energía eléctrica, agua potable, falta de comunicación y falta de un techo para muchas familias, exacerbaron esa sensación de incertidumbre colectiva. Ante esto, el gobierno no ha sido capaz de aplacar esta incertidumbre nacional.  Al contrario, con cada acto de corrupción, cada vez que se favorece el amiguismo o se desatiende a los necesitados, crece más la incertidumbre, la frustración y la ansiedad.

Ya llevaba nuestro país muchísimo tiempo en este estado de incertidumbre, cuando se le sumó a la ecuación el Covid-19.  Cierto, el Covid-19 es una pandemia global que ha afectada a todos los países del globo terráqueo. En consecuencia, ha aumentado por mucho la incertidumbre colectiva. El año 2020 fue uno que pasará a los anales de la historia del mundo como uno que detuvo el movimiento acelerado y la vida loca de los humanos sobre la tierra.  Literalmente la pandemia nos hizo prisioneros a todos en nuestros hogares.  La pandemia nos alejó a unos de otros. Convirtió la socialización humana en una potencial forma de destrucción. Ha catapultado a los países a controlar la intimidad de sus habitantes, a limitar sus interacciones y su libertad en pos de una campaña de salud y evitar muertes de millares.

Se han inventado vacunas a todo vapor, cuya eficacia sigue siendo incierta. No todos los países tienen la capacidad para inocular a su población, y muchas personas resisten la inoculación masiva como un acto de control de estado. Mientras a nivel global siguen surgiendo variantes del virus. Entre ellos la variante Alpha (Reino Unido), Beta (Sudáfrica), Gama (Brasil), Delta (India), Épsilon (Estados Unidos), Zeta (Brasil), Theta (Filipinas) Lota (Estados Unidos), Kappa (india), Lambda (Perú), Eta (varios países).

Se nos dice que mientras la población total no se inmunice las variantes seguirán surgiendo. Todo es incierto.  La muerte es la única certeza.  Repito, la vida es una incertidumbre diaria.  Por eso debemos vivir a plenitud, como si el día presente fuera el último.  Tal vez de esa forma, la conciencia social y universal sería más elevada y las ambiciones desmedidas serían mínimas. Vivir a plenitud significa ser responsable de uno, del prójimo y del medio ambiente. De modo que debemos pasar revista de nuestras formas de actuar en y a pesar de todas las incertidumbres del proceso mismo de vivir la vida. Vivamos con un sentido de equidad y no de egoísmo.