Fiestas de la Sanse

Crítica literaria
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Estas fiestas son el cierre de las fiestas navideñas en Puerto Rico. La diferencia es que
en esta ocasión (2016) los recursos se optimizaron para hacerlas accesibles a más
personas.
Puerto Rico es una joya cuando cae en las manos de buenos puertorriqueños que nos
entienden y trabajan para el beneficio de los que aquí vivimos. La Sanse fue un éxito
rotundo. Aquello parecía Disney, pero para el pueblo y con costo mínimo de transporte.
El tren urbano repleto y planificado el ingreso de los vagones para que fueran llenos,
pero no sobrecargados. Los choferes de las guaguas estaban muy bien informados. El
horario, perfecto. Pero lo más impresionante fueron las filas kilométricas más agiles y
divertidas que en Disney. Perdónenme el orgullo, pero qué manera de cerrar las fiestas
navideñas.
Una vez en el casco, unos subían y otros bajaban como siempre y con sus momentos
apretados. Había comparsas, pleneros, cabezudos, artesanías (dulce de coco con
café); y, las atracciones musicales en las plazas con artistas para cada gusto. Y allí se
pensó en todos: electrónica, reguetón, bachata, merengue, música típica, salsa y otros
menjurjes.


Para quienes no fueron se perdieron de un show multicultural antillano sin precedentes.
Y, para no seguir alardeando, allí se llevó una sobredosis de alegría y el que más o el
que menos se encontró con gente que no veía hacía mucho tiempo. En fin, que la
gente se divertía aun en la tristeza de su desempleo, de su familiar ido, de su soledad,
que hasta los guardias le deseaban a uno felicidades.
Porque al menos en la Sanse, se nos ve la costura de gente bonita, somos mejores y
amamos nuestra joya de tierra más que nada.
¡Gracias a los organizadores por un evento de cinco estrellas para cientos de miles de
personas!  Ojalá y todo funcione así de bien en todos los sectores de servicios en
Puerto Rico. Aquí tienen un ejemplo.