El pilón de abuela

Caribe Imaginado

Vivíamos en una casa de madera grande, que se impregnaba de un rico olor a habichuelas guisadas, cada vez que mi abuela las preparaba. Su ritual consistía en dejarlas en agua la noche anterior, para que se ablandaran. Luego, Mamy Naty, iba al patio a recoger culantro, chincha, orégano fresco, ajíes dulces que, junto a los ajos y cebolla, machacaba en el pilón de madera, que tanto había usado. El sofrito para los puertorriqueños es parte de su tradición gastronómica. 

No podemos imaginar una comida sin el sofrito y sus aromas. En esos tiempos no existía el sofrito del Chef Piñeiro y mucho menos el del Chef Edgardo Noel. Las madres del barrio Jaguas, preparaban el sofrito al instante en que iban a cocinar, porque la base la tenían sembrada en sus patios. Pensar en sofrito congelado, como se hace ahora, sería una blasfemia. Así pues, cada vez que la abuela guisaba gandules verdes o secos, pitipuas, garbanzos, lentejas, comenzaba la lucha en la cocina de madera, para ver a quién le tocaba el pilón. Aquel pilón, que cuando cierro mis ojos, puedo verlo como cuando era una niña. Mamy Naty, echaba un poco del guiso en el pilón de madera, y todos los días, le tocaba a una persona diferente, degustar tan exquisito manjar. A los nietos se nos salían las babas, porque del pilón, emanaba un vapor caliente de legumbre guisada, y las fosas nasales, engullían la peculiar fragancia a especias.