Luma y nuestro derecho a protestar y ser desobedientes ante su incapacidad

Economia Solidaria

(San Juan, 10:00 a.m.)  No creo que en Puerto Rico haya una sola persona que dude que nuestra infraestructura energética está mal. El débil sistema de generación y distribución nos recuerda cada día con los apagones, la vulnerabilidad del sistema y la vulnerabilidad social y económica a la que nos enfrentamos. Porque nadie tampoco duda de la importancia de la energía eléctrica en la sociedad contemporánea. Ni se diga de la vulnerabilidad que como país enfrentamos en caso de un desastre natural, como lo fue el Huracán María.  Así pues, el tema de debate dejó hace rato de ser si nuestro sistema energético es bueno o malo, sino qué se supone que hagamos, y como lo poco que estamos haciendo es o no es suficiente, o si es o no es adecuado.

            Lamentablemente aún se escucha y se lee el debate superficial sobre si la culpa es de LUMA, o si esa empresa sólo “heredó” un sistema ya arcaico y decaído de la A.E.E.  Siempre llama la atención cómo hay personas que defienden los grandes intereses económicos que sobreviven a costa del erario público, a pesar de que también son víctimas. Pero eso es harina de otro costal.  Valga decir que las herencias buenas o malas se reciben sin pedirlo, y siempre está el ejercicio de la voluntad de aceptarla o rechazarla.  Difícilmente se puede creer que LUMA no sabía en lo que se estaba metiendo, y más difícil aún, es creer que la debacle en el sistema energético no fue producto de la intención de dejarlo caer para, precisamente, justificar la intervención privada en el manejo y acopio de los miles de millones de dólares que representa ese tipo de empresa. LUMA no es una víctima inocente, más bien es el depredador que estuvo acechando ver la víctima caer para beneficiarse de sus heridas. Y la víctima no es la A.E.E., sino el pueblo de Puerto Rico.

            Se nos trata de convencer de que la privatización es buena, aunque sea un monopolio, y que la debacle se debió a la mala administración pública de la agencia. Por supuesto, no podemos negar esa mala administración, la cual nada tuvo que ver con los trabajadores, sino con las administraciones gubernamentales que utilizaron la A.E.E. para asuntos y favores políticos, endeudándola de paso irrazonablemente para el bien de los bolsillos de unos pocos. Pero el problema era y es más profundo. Los miles de millones de dólares manejados por la agencia eran (y son) un botín preciado, al igual que los que maneja la educación y la salud.

            Tomemos en cuenta que la “privatización” tiene varias caras. Una obvia, cuyo objetivo es poner las agencias en manos privadas, o sea, el dinero público para ganancia del capital privado y en pocas manos. La otra más indirecta pero igual de dañina. La de la empresa privada que pretende sustituir con "innovaciones" los servicios públicos. Como dice el refrán, “río revuelto, ganancia de pescadores”.  Ya se ha denunciado por varias voces a las compañías privadas cuyo negocio es la venta e instalación de paneles fotovoltaicos y otros tipos de productos para la generación de energía renovable. Dichas compañías no son monjitas de la caridad, ni necesariamente le interesa el medio ambiente, ni el servicio público, ni la economía del hogar. Su interés es vender el producto y el servicio a largo plazo, sustituir la res pública para hacer dependiente a la gente de sus servicios,  lo que representa millones de dólares en ganancias a costa de la necesidad de lo que debe ser público. Pasamos de un amo a otro, pero el nuevo sólo le interesa la ganancia sin rendirle cuentas a nadie.

            Se han escuchado voces proponiendo la desobediencia civil, como por ejemplo, no pagar las facturas a LUMA.  Una idea interesante en tanto haya una masa crítica dispuesta a seguirla (la gran y más grande mayoría de abonados). LUMA dejaría de recibir los fondos de los consumidores el tiempo que estos aguantan sin energía eléctrica. Supongamos que la “masa crítica” de personas se mantiene firme en no pagar facturas a LUMA, la compañía colapsaría, aunque probablemente LUMA acudirá al gobierno para que le compense la pérdida amparada en alguna cláusula del leonino contrato que les favorece. Para el abonado significa de facto desconectarse del sistema. Entonces habrá que buscar alternativas para satisfacer la necesidad de energía eléctrica.  ¿Deberán someterse a los negocios de las compañías privadas de placas solares u otros productos de energía?  Como dijimos, pasar de un amo al otro, pues ambos representan al capital privado.

            ¿Y qué tal volver, aunque sea en parte, a otros modelos? A fin de cuentas la humanidad depende de la energía eléctrica sólo en los últimos ciento veinte años, luego de andar sobre la tierra por más de doscientos mil. Tomemos como ejemplo, la arquitectura. Nada nos impide construir de nuevo, o remodelar  nuestras casas, con alternativas tan simples como techos altos, más ventanales, salidas (ojo de buey) en las partes altas de la edificación, uso de abanicos, ventilación cruzada y siembra de árboles para refrescar los interiores y de paso eliminar, o al menos minimizar, la dependencia en el aire acondicionado. De la misma manera, mejorar y maximizar la iluminación natural con tragaluces, ventanas y puertas de cristal.  Además, utilizar calentadores solares para el agua, los cuales hoy en día son muy efectivos. Por otra parte, utilizar estufas de gas (e incluso hornos solares) a la hora de cocinar. (Aunque admito que el costo del gas también hay que considerarlo.) Para la noche, velas, quinqué, o luces con cargadores solares. Finalmente y como otro ejemplo, tender la ropa utilizando la verdadera y más pura secadora solar que es el tendedero. ¿Es posible para todos y todas siempre y en todos los lugares? Pues no, la realidad es más compleja, pero igual son oportunidades para economizar a la larga mucho dinero y energía, y dependeremos cada vez menos de los monopolios como LUMA y otras compañías privadas, las cuales, por supuesto, dejarán de recibir pingües ganancias. ¿Solucionan todo el problema energético? Por supuesto que no, pero igual serán de gran impacto en la medida que todos adoptemos ideas similares. Y siempre está la alternativa de las placas solares y los molinos de viento, pero sólo serán buenas alternativas si se es dueño individualmente, o en cooperativas, o como proyectos comunitarios, despegados del cordón umbilical de los grandes intereses.

            No, no es un problema fácil de resolver. Queda por pensar asuntos como el alumbrado público en las carreteras, por mencionar sólo un ejemplo. Pero el saqueo de fondos públicos es brutal y la mala calidad del servicio es intolerable. Tirarnos a la calle a protestar es de suma importancia, como también tomar nuestras propias medidas de desahogo.  LUMA no es otra cosa que el epítome del saqueo inmoral del erario público, a costa de la necesidad, fundamentado en el neoliberalismo más crudo y descarado posible. El Estado se comporta como cómplice mientras permanezca en manos de tanto político inescrupuloso y corrupto. Por lo pronto, marchar contra LUMA es poner evidencia no sólo su incompetencia y sus prácticas depredadoras, sino también a toda la amalgama de acontecimientos y personas que nos han llevado hasta el borde del abismo y que ya debemos detener.