Negro y Blanco

Crítica literaria
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Los colores suelen utilizarse en la literatura para describir personajes, objetos, lugares, estaciones del año, estados anímicos; pero, básicamente es en el arte, donde más perspectiva tienen, porque no podría haber expresión artística sin color. En un curso de simbología, Nadia estudió a Juan Eduardo Cirlot y su Diccionario de símbolos, que sigue siendo una de sus biblias. Allí descubrió que hay colores cálidos como el rojo, anaranjado, amarillo y el blanco. También están los llamados fríos que incluyen el azul, añil, violeta y el negro. Es decir, según Cirlot, los colores cálidos corresponden a procesos de actividad e intensidad. Por su parte, los fríos significan pasividad y debilidad.

Nadia siempre supo que no era pasiva y mucho menos débil, porque su color favorito es el anaranjado. La primera vez que trató de saber de qué color era su aura, recurrió a la técnica del espejo y resultó que era naranja. La experta le dijo: “sufres por problemas de la niñez; pero tu aura está asociada con el placer, la alegría de vivir y es el chakra de la inspiración del corazón.” ¡La joven mujer no entendió ni papa! En otra ocasión, consultó la numerología porque a través de los siglos, la han usado grandes culturas, como los griegos y orientales. Los gnósticos, alquimistas y estudiosos de la cábala, se han servido de esta filosofía que se esconde tras los números. Aprendió que todos proceden del uno, considerado por Cirlot, el punto no manifestado.  Para los griegos había diez números; sin embargo, en Oriente se habla de doce. A partir de aquí, lo que encontramos son combinaciones de esos primeros números.

De acuerdo con las letras de su nombre había dos posibilidades; por un lado, su aura era azul. Al oírlo, Nadia pensó: “no me gusta el azul, solo lo uso en jeans.” Fue entonces, cuando la conocedora de esos temas le indicó que era una persona optimista, idealista, tranquila, simpática; ella le contestó: “te equivocaste.” Tranquila no soy ni cuando duermo, porque muevo los pies toda la noche; simpática con quien quiero; idealista sí, porque tengo muchos sueños. La numeróloga añadió: “eres muy responsable y cuando te propones algo lo consigues.” La pequeña Nadia afirmó con un movimiento de cabeza y quiso decir tienes razón. Pero su nombre, dependiendo como lo escribiera, equivalía a un número tres. La numeróloga comentó: “eres capaz de resolver tus problemas y muy sociable, aunque tu imagen exterior se proyecta muy fuerte.” Por otro lado, “te gusta la limpieza, el orden y no soportas que se te ensucie la ropa.” Nadia le indicó: “en eso tienes razón, ahora comprendo por qué sufro del trastorno obsesivo compulsivo de limpieza (TOC)”. La famosa numeróloga le preguntó que si deseaba saber cuál era su número según la fecha de nacimiento. A lo que Nadia respondió afirmativamente, porque para eso le pagaba. El día, mes y año sumaban cuarenta y tres; pero luego, la suma del cuatro y el tres resultaba en un siete. Ese número era el de los planetas, las deidades y los pecados capitales. Hasta ahí llegó Nadia con el experimento numérico.

No obstante, le resultó interesante que el siete se asociaba con el espacio y el tiempo; más aún con la rueda y el círculo. Nadia, desde que había leído Cien años de soledad de García Márquez supo que la vida daba vueltas, era cíclica y había puntos de encuentros con personas, porque de alguna forma, en este plano, todos estamos conectados. Su otro color preferido era el verde, en todas sus manifestaciones menos el claro. Comenzó a interesarle lo que simbolizaban los colores cuando leyó la novela Aura de Carlos Fuentes y observó, que predominaba el color verde. Nadia creía que era el matiz de la esperanza, el color del ambiente, pero Cirlot le hizo descubrir otra dimensión, que era el color de las brujas y eso le fascinó, porque sus ojos eran verdes. Además, ella coleccionaba brujas, porque representan la sabiduría femenina.

No puede negarlo, le gustan los colores intensos como el rojo; colores vivos, alegres, pero detesta los llamados pasteles. Odia el rosita claro; ella, en todo caso, es un fucsia. Además del anaranjado y el verde, le encantaba la elegancia del negro y el blanco. En el mencionado curso sobre simbolismo aprendió, que la vida puede ser multicolor, cromática, vistosa, pero también tiene forma dual con tonalidades negras y blancas. El negro puede simbolizar oscuridad, ausencia de luz, mientras que el blanco es la luz, la vida misma. Nunca olvidó unas pantallas en cristal negro y blanco que le regalaron, porque eran como una ficha de dómino; su forma era rectangular, divididas en dos pequeños cuadrados, el de arriba negro y el de abajo blanco.

Precisamente lo conoció en la década de los ’80, porque su esposa era amiga de su hermana. En una ocasión, ella la invitó a cenar a su hermoso penthouse en Guaynabo y le pidió que llevara a sus compañeras de apartamento. Nadia las acompañó, pero realmente no sentía ningún interés particular en compartir con la pareja, pues no sabía quiénes eran. Al llegar al hogar, predominaba la elegancia y el buen gusto; en las paredes colgaban trabajos del artista. Cuando él, por fin se dignó a salir de su cuarto, la primera impresión que le dio a Nadia fue la de una persona antisocial, hasta llegar al grado de tornarse en antipático. Su esposa, por el contrario, era una mujer agradable y muy parlanchina. Esa tarde en su casa, las seis mujeres, la pasaron muy bien. En voz alta conversaban, se reían, tomaban vino, mientras que el artista marcaba distancia, apenas abría la boca y se refugió en la terraza. Nadia llegó a pensar que quizás, el pobre era mudo, que le faltaba algún diente; al instante, cambió la opinión y manifestó: “es un arrogante y engreído.” Al finalizar la velada, su esposa les tenía unas cajas con diferentes regalos, hechos por su esposo. Cada una de las invitadas debía escoger una. Nadia, sin pensarlo mucho, seleccionó la primera que vio y al abrirla encontró, las hermosas pantallas de color negro y blanco. Se detuvo a mirarlas porque eran preciosas; luego se dio cuenta que el artista estaba vestido de negro y recordó a la numeróloga que le hablaba del aura y sus efectos. Notó que no había mucha alegría en la cara de aquel hombre. Al marcharse, Nadia le comentó a su hermana que esa pareja eran dos polos opuestos. Ella con un aura totalmente blanca; él con una muy negra y triste.

Pasaron los años, que se convirtieron en décadas y Nadia volvió a reencontrase con la pareja. Esta vez percibió un cambio total en el artista plástico que la recibió con mucha alegría. Entró al hogar y volvió a deleitarse con las obras de arte que colgaban en las paredes de esta nueva casa. Nadia conversó con la esposa como si el tiempo no hubiese pasado. De la misma forma, charlaba con él sobre poesía, arte, literatura, en fin, abordaron diferentes temas. Al irse, él la despidió con un abrazo y un beso. Así que, Nadia le señaló a su hermana, es un clon de aquel individuo de los ochenta; quizás es su hermano gemelo. Él aprovechó el encuentro para explicarle que no era antipático y mucho menos arrogante. Todo lo contrario, era demasiado tímido y por años, no podía expresarse con palabras y lo hacía a través del arte. Desde niño, sufría de unos padecimientos neurológicos que se agravaban si compartía con personas que no eran familiares. Nadia lo escuchaba en silencio, porque él no paraba de hablar y de contarle lo difícil que fue su vida, durante cincuenta años. Padecía de fobia social, ataques de pánico y era muy vulnerable emocionalmente. Por eso, de niño, fue muy solitario. Fue así como desarrolló más su hemisferio derecho y no se manifestaba verbalmente; lo hacía a través del arte y la creatividad.

Nadia, sorprendida y sin hablar, oía atenta lo que él le contaba sobre los hemisferios. El izquierdo, tiene dos estructuras conocidas como el área de Broca, que es donde se origina el lenguaje. Si se ve afectada, produce afasia, o la incapacidad para expresarse, a través del lenguaje. De igual forma, está el área Wernicke, la más importante del cerebro para el funcionamiento intelectual, porque está a cargo de la comprensión del lenguaje. Si cualquiera de las dos se afectaba, el resultado era la imposibilidad de manifestarse oralmente o por escrito. Por ende, cuando él descubrió qué le sucedía, comenzó con una dinámica para potenciar los dos hemisferios. La técnica de sincronización de hemisferios cerebrales hizo el milagro y el artista del cristal, también pudo comunicarse de forma oral y escrita. Como resultado, empezó a escribir poesía, novelas históricas y se de ser un patito feo, se transformó en un cisne muy hablador. Esa tarde, Nadia por su parte, aprendió una lección: “No debemos juzgar a los demás sin conocer qué les sucede.”