La bruja mayor

Cultura

“Durante mil años, la Bruja fue
el único médico del pueblo…Si no curaba,
se le atacaba, se la llamaba bruja. Pero
       generalmente, por un respeto mezclado
de temor, se le llamaba igual que a las
Hadas, Buena mujer o Bella dama.”
La bruja de Jules Michelet

(San Juan, 12:00 p.m.) Érase una vez, una hermosa bruja de ojos verdes llamada Hécate, que coleccionaba brujas, a las que consideraba sus amigas. En cada luna llena de septiembre, todas surcaban los cielos en sus escobas para acudir anualmente a la reunión de octubre, citada por la bruja mayor. Las asambleas entre Hécate y sus amigas, nada tenían que ver con los crueles juicios de Salem en Massachusetts. Allí unas doscientas personas fueron acusadas de practicar la brujería, que se pagaba con la muerte en hoguera. Tampoco guardan relación alguna con los Sabbat y mucho menos, con los aquelarres, donde supuestamente se congregaban brujas, para realizar rituales invocando a Mefistófeles.

Hécate, simplemente aguardaba diez largos meses, para volver a reunirse con: Endora, Tabatha, Fiona, Úrsula, Sabrina, Hilda, Zelda, Agatha, Lamia, Morticia, Wednesday, Narcisa, Minerva, Hermione, la hermosa Samantha, la pequeña Lili, llegada desde Peñíscola en España y con Aura, a quien no esperaba este año. También acudían al encuentro Grimhilde, Theodora, Locasta, Bellatrix, Ravenna y Maléfica, pero se sabían comportar, porque la bruja mayor no les permitía conjuros,

hechizos o que hicieran algún encantamiento. Las reglas eran básicas: “ustedes están invitadas a un concilio anual de amigas, así que tienen que llevarse bien.” Montadas en sus escobas volaban de noche y cruzaban los cinco continentes; los océanos Pacífico, Atlántico y el Índico, para el tan esperado encuentro. No les temían a las altas mareas, ni a las gélidas temperaturas, porque el fin era poder reencontrarse.

   

La bruja mayor esperaba esos diez meses, para que llegara el otoño. Se dedicaba a arreglar su casa, a decorarla, para abrirles las puertas a sus entrañables compañeras. Las otras brujas jamás criticaban o enjuiciaban lo que esta hacía o decidía, porque entre ellas existía una relación de hermandad. La bruja de ojos de gato, cada año permitía que poco a poco, en silencio, sus compañeras salieran de sus escondites, de los baúles donde se resguardaban y protegían, de los seres humanos que no comprendían sus capacidades. Las sabias hechiceras aceptaban sin remedio, estar ocultas por diez meses, aunque alguna que otra protestaba porque entendían, que tenían pleno derecho a vivir en la libre comunidad. Por eso, respetaban las decisiones de la bruja mayor, porque era la única que se preocupaba por sus destinos.

Cada una poseía una personalidad propia, y sin restricciones, escogían el lugar de la casa que querían ocupar. Ellas, a sus anchas, respiraban felices el aire puro de la montaña. En la tertulia, las parlanchinas, comentaban cómo pasaba el tiempo; otras decían que habían aumentado de peso, se notaba que unas estaban envejecidas, y las más atrevidas, criticaban la vestimenta de las otras, porque no podían escapar de la envidia: “fíjate en el extravagante traje de Ravenna, siempre viste estrambótica para llamar la atención.”
 
Lili, la muy osada, que viajó directamente desde Valencia: “era muy pequeña y usaba un simple traje azul claro– dijo por lo bajo Maléfica, a quien le fascinaba sus trajes negros.” Sin embargo, la minúscula bruja, decidió plantarse en la terraza de

 

la casa y no había quien se atreviera a moverla del lugar. Meiga, que era gallega, sagazmente montó su escoba en Santiago de Compostela, para llegar a la reunión y darles la buena suerte. Narcisa, con ojos de dos colores, piel bronceada y labios pintados de rojo extravagante, arribó directamente de Río Piedras y Petronila desde el Viejo San Juan.

Las brujas en las películas, el arte, o la literatura, suelen presentarse de forma negativa. Esto sucede porque hay unas que asumen forma humana; se disfrazan de mansas ovejas, pero son malvadas y perversas. De esto se aprovecharon los cristianos, para promover el estereotipo de la bruja como un ser maléfico. Por el contrario, las amigas de la bruja mayor eran clarividentes y en ocasiones, le daban sabios consejos. El año pasado, las gallegas llamadas: Agoreira, Cartuxeira, Feticeira, Lavandeira y Vedoira le pidieron a Hécate que las acompañara a su habitación, porque querían manifestarle algo que sabían. Entonces sin tapujos le advirtieron: “cuídate de Marimanta, es mala e inescrupulosa; quiere hacerte un meigallo porque te envidia y va a por ti.”
La bruja mayor analizó las palabras de sus inteligentes amigas, que lograron escapar de la Santa Inquisición, y comprendió que la capacidad de maldad insaciable, que tienen algunos seres, los va destruyendo poco a poco. Hécate se rio y agradeció el consejo, pero les contestó: “Mucho ruido y pocas nueces; no le temo por algo soy la mayor.” En todo caso, ella y sus amigas le enviarían muchas energías positivas, para que la pobre tuviera paz en su alma. Mientras tanto, seguirían celebrando el encuentro; utilizarían hierbas para sanar a los enfermos; harían hechizos de amor para que los humanos puedan vivir más felices. Además, todas tomadas de las manos, repitieron el pacto: “jamás se mezclarían con aquellas brujas que solo piensan en satisfacer sus deseos de poder.”