háblame, dime cómo se pierde la voz y el epicentro de la fruta en la máxima expresión de los gusanos.
Los gusanos del verso compartido, el gusano de los adolescentes placeres del clítoris: agrio y blando; armonizado con el libro y el cigarro agraz de tu indolencia.
Déjate ir, déjate columpiar entre la noche y los becerros del desenfreno.
Lo que me queda es composta, besos de esquina y un lánguido deseo de cultivar orquídeas
y sabores vinícolas.
La mojada noche de los violines,
los látigos de tus vírgenes de azufre;
la montaraz sonata de la hora y el pan.