Candela del pueblo a los gobernantes corruptos

Justicia Social

(Madrid, 11:00 a.m.) Es difícil hacerse la idea de convivencia en un mundo sin
“el mal, sin malas intenciones, sin maldad alguna, simplemente un mundo
social para el bien, que gravite el torno a la perfección.
¿Por qué difícil? Porque si así fuere ese concepto de bueno y de malo, de lo
perfecto y de lo imperfecto, de lo correcto y de lo incorrecto, no tendría sentido
alguno, pues solo conoceríamos un término; el perfecto. Por tanto, es imposible
imaginar, pues ningún concepto tendría sentido alguno, ya que cuando hay una
sola percepción no hay cabida para el dialogo de la confrontación.
¿Y que pasaría en un mundo donde la moralidad fuera perfecta y buena?
Exactamente igual que en un mundo donde no se conociera el día, solo la
noche o viceversa. No tendría sentido confrontar día y noche, oscuridad y luz,
claridad y opacidad, simplemente porque solo conocemos una de las dos
nociones.
Hoy podemos a través de un termómetro calcular la temperatura porque existe
dos extremos, solido y gaseoso, pasando al mismo tiempo por otro llamado
líquido. Es esta enorme diferencia de cuerpos lo que nos permite apreciar cada
estado de todo cuanto envuelve nuestro planeta y esta es la razón por la que
apreciamos los cambios y nos sometemos a las indulgencias del frio y del
calor. Si no existe el frio extremo, tampoco existe el calor extremo, simplemente
porque solo tendríamos un único conocimiento, o el frio o el calor.
Este concepto nos permite establecer una escala que cada individuo crea en su
interior y que analiza en función de la misma, y después descubrimos cada ser
humano en función de esta escala, que podríamos llamar reglas de convivencia
y que a cada uno le otorga un valor, según la percepción de la persona que lo
analiza.
Incluso me permitiría ir más lejos en el análisis y llegar al extremo, teniendo
como fundamente las dos enormes teorías sociales fundamentales; el
marxismo y el capitalismo. Esto me hace reflexionar y entender por qué Marx
que fue el fundador del marxismo en un momento de hesitación dijo que él no
era marxista. Pues ahí podemos entonces encontrar la respuesta a un mundo
perfecto y único; todos iguales y todos excelentes, lo que significa que no
habría interés por nada y que ningún individuo haría esfuerzos para imponerse
en una sociedad repleta de rivalidad. Si tan solo existe una tendencia político
social, ¿para qué ir más lejos y esforzarme ya que el mundo es perfecto y no
necesita ninguna investigación para mejorarla?

Esto simplemente explica qué sucede en un mundo donde eliminas la dualidad
y solo dejas un término. Se reduce de forma tajante el análisis completo ya que
solo dejas un punto de observación. Solo una existencia y te olvides de la
dualidad, y todo ello hasta el fin de la existencia, es decir que no solo se trata
de un mundo puntual, sino permanente y monótono.
Cuando menor sea la diversidad en nuestro mundo, incluso en el universo, más
limitada están nuestras posibilidades dentro de nuestro propio mundo. La razón
actual por la que nuestra vida está llena de interés, no es otra que la de la
existencia tan variada en caracteres y en situaciones, que impulsa nuestro
cerebro a esfuerzos que son necesarios si queremos vivir, pues los más
débiles no viven, simplemente existen.
Esta es la razón por la que existen múltiples dualidades o posibilidades que
permanentemente envían energía a nuestra existencia. Todos debemos
encontrarnos en un punto óptimo, siempre intentado el bien, rechazando el mal,
(una mayoría se envuelve del bien), así es como nos encontramos con
nosotros mismos, buscando siempre la mejor situación para continuar en
nuestro planeta.
Juzgamos porque somo múltiples en observación, en sentimiento, en
moralidad, en emociones, es decir; en aquello que está bien y lo que está mal.
`Pensamos que, si existe el bien y el mal, cada uno puede perfectamente
escoger entre el progreso positivo o fracaso negativo”.
Es necesario aprender y entender nuestro sistema dualista para acabar siendo
mejor antes de nuestra muerte. De lo contrario no tendría sentida esta muerte
porque moralmente seria innecesaria. Tampoco mejorarías desde tu
nacimiento hasta tu desaparición.
Pero lo más difícil de entender en este análisis sería preguntarse ¿por qué
queremos alejarnos del bien y provocar mal por doquier? Existen múltiples
ejemplos que, además, hoy están de actualidad, porque incluso los dirigentes
deben someterse a las reglas fundamentales de la existencia y de la dualidad,
de lo contrario nos arriesgamos a ser juzgados ante tribunales repletos de
fuerza, como sucede en República Dominicana, donde la idea de un poderoso
egoísmo convirtió el país en un desastre económico que solo encontró solución
cuando el otro lado, el del sufrimiento se levantó contra tanta injusticia.
Estamos de nuevo ante un enorme dilema, y de nuevo hacemos mención a
Karl Marx y su teoría del progreso. En una sociedad sin oposición al bien,
nunca podríamos cambiar nuestra moralidad porque todo es bueno, sería lo
equivalente a una singularidad sobre cualquier estudio, sobre cualquier
tendencia, sobre cualquier pensamiento.
Aunque igualmente es negativo el mal permanente que crea corrupción, elimina
progreso, disminuye la calidad del enseñamiento, de la seguridad, de la salud.
Al final esto nos llevaría a la destrucción humana porque sin esfuerzo, sin
análisis, sin tendencia, sin oposición, el mundo no debería existir.