AL OTRO LADO DEL “NO”

Política

A veces las sombras permiten discernir mejor la esencia de las cosas. Particularmente, si una avalancha de luz, deslumbra el entendimiento. Como un prisionero que emerge de una oscura mazmorra, mientras se acostumbra a la claridad, su velo le permite discernir mejor el camino. Lo mismo ocurre con ciertos eventos políticos. Una súbita verdad puede resultar enceguecedora. Por eso en ocasiones los sucesos más trascendentales se mueven solapadamente. Percibimos su perfil, pero desconocemos su envergadura. Veamos un ejemplo proveniente de la región de El Caribe más íntima a mi espíritu.

La agenda electoral puertorriqueña propone en su próxima edición un evento insólito. Por primera vez desde la Invasión Militar de 1898, los ciudadanos del Territorio de Puerto Rico (“U.S. Possession”) podrán expresarse sobre su actual condición política. Sin embargo, parecería que el más importante acontecimiento desde entonces en la historia entre ambos países, está pasando desapercibido. No exactamente. Con el tiempo todo se vuelve más nítido. Razones de sobra hay para este inicial letargo visual. Es fácil olvidar, que el problema colonial de Puerto Rico no es exactamente el problema imperial de Estados Unidos. En su presente debacle económica, la continuación del estatus territorial sirve mejor a los intereses de la potencia dominante. Su crisis es tan grande que están dispuestos a reventarnos para salvarse.

Mientras tanto, ya resulta obvio en Puerto Rico que nuestros mejores intereses se mueven en otra dirección. Esta es, reivindicar poderes y levantar sus defensas para vendernos mejor en el exterior como un país libre o integrarnos a la metrópoli como un socio más en igualdad de condiciones. Ni lo uno ni lo otro es palatable de inmediato para el Tío Sam. Que estén dispuestos a arriesgarse a recibir precisamente ese mensaje, en una primera votación de ‘SI’ o ‘NO’ sobre la actual relación política, tiene una razón muy sencilla. Hay veces que hay que cambiarlo todo para que lo que existe se quede igual. Subyacente a este proceso está el cálculo político de que los dos escenarios alternativos de resultados inconvenientes, serán imposibles de mover a través del Congreso. El temido rechazo al régimen actual, con una fuerte petición de estadidad o una petición de salida, proponen cambios radicales. El Partido Republicano se encuentra en uno de sus ciclos más conservadores. Las demás mixturas de resultados probables, serán tan difíciles de interpretar, que cancelarán cualquier consenso político entre ambas naciones. Mientras tanto, el Partido Demócrata apuesta a que esta gesta les sirve para ganar indulgencias con los puertorriqueños del estado de la Florida. Al menos, eso es lo que les han hecho creer las elites insulares. Hiere la retina que tanta falacia junta no puede funcionar como se espera.

Nunca ha existido en la historia de la Humanidad una potencia imperial que haya podido imponer siempre sus designios en contra de un súbdito con los suficientes bríos nacionales. Es cuestión de aguardar un momento de debilidad en la metrópoli. Descontando el papel contra estas lides que puede ejercer el aparato de inteligencia estadounidense, para forzar que el ‘SI’ prevalezca en la consulta, tampoco es omnipotente. El costo de la sutileza necesaria para pretender invisibilidad es prohibitivo en un marco legal doméstico. Ya tampoco nosotros estamos deslumbrados por el fulgor de su propaganda. Ese es el valor que tiene votar ‘NO’ al estatus territorial el próximo 6 de noviembre en Puerto Rico. Una victoria contundente de esa alternativa deja en el escaparate nuestro repudio a la esclavitud política. Es el principio del fin de la colonia por consentimiento y del corrupto sistema económico que la sostiene. Amén.