EE.UU. se hace cada vez más menos indispensable a nivel mundial

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La revolución rusa transfirió la carga sistémica del capitalismo a lo que transitoriamente Vladimir Lenin definió como un capitalismo de Estado (estatización del capital privado) bajo el sistema soviético: una etapa intermedia de pragmatismo revolucionario para la socialización de la riqueza nacional y transformación del capitalismo hacia el comunismo. Esa estatización de la economía, como un proceso inicial no terminado de la revolución socialista tenía características administrativas jerárquicas en las empresas del Estado socializadas similares al capitalismo para lograr su eficiencia productiva.

Pero el sistema de gobierno soviético fracasó y se desplomó en 1991. Y a partir de esa realidad, de ese hecho fáctico de la historia, China adoptó una nueva alternativa de revolución socialista. La nueva revolución socialista con características chinas se define como otra nueva opción a la de la alternativa de capitalismo de Estado y estatización total de la economía como transición al comunismo. Es la de una economía híbrida, con una fuerza capitalista tradicional producto de la globalización de los mercados para dar paso, tanto al capital chino como a las inversiones de capital extranjero, mezclado con la estatización de una economía socializada y dirigida, contraria al desempeño espontáneo de las fuerzas del capitalismo. Una economía híbrida bajo el dominio y dirección en su totalidad del Estado chino y del Partido Comunista de China.

China no es sistémicamente una economía totalmente estatizada de capitalismo de Estado transitorio bajo la dirección del Partido Comunista, tal como existió en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Es, en cambio, un socialismo con características chinas de una economía mixta de dos bloques económicos internos: el capital privado, por un lado, bajo el total desempeño capitalista tradicional y el bloque de estatización, por el otro, mediante megaempresas estatales o de capital mixto con participación de inversiones públicas y privadas, como partes modélicas integrales de un dirigismo económico de los dos bloques económicos internos y encaminado al desarrollo integral de China.

El éxito del modelo económico chino ha sido tal que en apenas unas cuatro décadas, China se ha convertido en la segunda economía mundial y con un crecimiento económico anual a un ritmo que augura termine suplantando en los próximos años a Estados Unidos como primera economía global. Tiene actualmente una actividad comercial internacional como tal mayor que la de Estados Unidos. La hegemonía unipolar de Estados Unidos se ha debilitado y está dando paso a la multipolaridad de un nuevo orden económico mundial.

Se abre una novel polaridad mundial bajo las alianzas económicas de India, Turquía, Irán, Arabia Saudita. Rusia y China. El diferendo entre Irán y Arabia Saudita se ha podido zanjar bajo la diplomacia mediadora de China, alineando a dos grandes potencias del Oriente Medio. Por otro lado, el acercamiento político y económico entre India y China coloca en un mismo bando internacional a las dos naciones más pobladas del mundo. Ambos países (India y China) representan juntos casi tres mil millones de los ocho mil millones de habitantes del mundo actualmente.

Estados Unidos se esta haciendo cada vez menos indispensable económicamente en el mundo. Además de haber ido perdiendo su hegemonía mundial absoluta, su política económica de regresión al nacionalismo económico para que inversiones de grandes capitales transnacionales estadounidenses en el extranjero regresen por motivaciones patrióticas con sus inversiones de capital a Estados Unidos.

El gobierno estadounidense está dado así la espalda a la globalización económica que fomentó en el pasado para que el capitalismo pudiera invertir donde sus inversiones de capital fueran más rentables bajo una economía mundial de libre mercado, está ganándole adversarios internacionalmente entre países que eran sus aliados, por entender que esa política nacionalista atenta contra sus mejores intereses económicos que intenta poner en fuga de sus territorios las inversiones de esas empresas transnacionales.

La nación que fuera una vez la cuna de un capitalismo libre de injerencias políticas que interfieran en las fuerzas intrínsecas del mercado, ahora antepone el nacionalismo a su política económica para contrarrestar la pérdida de su hegemonía mundial por mor del libre mercado y de la economía globalizada que favorecen a China, la potencia mundial que se ha convertido en el mayor desafío para Estados Unidos.

El problema es que se ha hecho tarde para que Estados Unidos pretenda ahora retroceder el reloj de la historia a tiempos ya superados. Es simplemente lo que pudiera considerarse la futilidad de intentar revertir lo irreversible.