La verdad sobre nuestra condición política [Puerto Rico y su historia colonial]

Agenda Caribeña
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Hace ya más de 500 años, unos seres extraños, vestidos y barbados llega-ron a las costas de las islas antillanas. Vinieron, según ellos, a traernos la civi-lización porque nosotros, es decir nuestros antepasados arahuacos, eran salva-jes, andaban desnudos y eran caníbales. Aunque casi nada de eso es cierto, los invasores allende los mares, así lo creyeron, por lo que se dedicaron a masacrar y destruir a los pueblos originarios isleños en nombre de los valores de su civilización. Esos valores culturales extranjeros fueron impuestos a sangre y fuego, lo que provocó un genocidio generalizado en todo el archipiélago caribeño.

Luego de haber estado vacacionando por estas tierras unas cuantas se-manas, el aventurero visitante conocido como Cristóbal Colón, le escribió una carta a los reyes de España, cuando llegó a Portugal, al regreso de su primer viaje porque no pudo atracar en el Puerto de Palos, de donde había partido unos meses antes, debido a que una tormenta se lo impidió. Entre otras cosas, Colón le dice en esa carta a Fernando e Isabel, con relación a las tierras por él encontradas [y no descubiertas], lo siguiente: “Y de todas ellas he tomado posesión por [para] sus altezas, con pregón [que lo dijo en voz alta] y bandera real extendida, y no me fue contradicho.”

Ése es el supuesto título de propiedad que ese navegante alega haber ob-tenido sobre las tierras que les pertenecían por herencia de sangre a los indígenas antillanos. Déjenme entender bien, o sea, que, porque Colón dijo en las playas de las tierras que visitó fugazmente, que había tomado posesión de ellas en nombre de los reyes españoles y como nadie le contestó contradiciéndole, ergo se adueñó de las islas. ¡Vaya proeza! ¡Tremendo título de propiedad que adquirieron los monarcas de Castilla y Aragón! Ni en aquel entonces, ni ahora, un título de propiedad basado en esas premisas tiene ningún valor. Es un título fraudulento, es decir, espúreo.

Ahora bien, ese mismo documento inválido e ilegal fue el que la reina de España le traspasó a los Estados Unidos en el 1898 cuando los ejércitos de ese país nos invadieron, también ilegalmente. Hay un principio jurídico que señala que un título de propiedad viciado de ilegalidad, nunca adquiere valor legal, sin importar las circunstancias en las que fue emitido. En otras palabras, que España nunca fue dueña de las islas caribeñas, ni de la llamada “tierra firme” y, por ende, no podía traspasar a los Estados Unidos algo que no le pertenecía. Esto quedó meridianamente demostrado cuando las llamadas colonias hispanoamericanas se independizaron de la Madrastra Patria y a ésta no le quedó más remedio que reconocer esa nueva realidad. Así que el supuesto título de propie-dad concedido por Colón y, posteriormente, refrendado por el Papa Alejandro VI a través de la bula Inter Caétera, pasó a formar parte de los archivos históricos de Sevilla, que es el único valor que le quedó a ese engendro demostrativo del pillaje de las tierras americanas.

Existe un principio jurídico que estipula que nadie puede apropiarse, utilizar y disponer legalmente de algo que no le pertenece. Solamente, los dueños legítimos o sus herederos, pueden realizar ese tipo de acción; es decir, quienes tengan un título de propiedad válido. Y de esto es de lo que estamos hablando, de que los únicos dueños verdaderos de nuestra tierra somos nosotros, los he-rederos directos por herencia de sangre, de nuestros antepasados indígenas borikeños. Todo lo demás es pura fantasía, puro invento fraudulento.

De esta manera lo ha dicho el afamado abogado experto en derecho internacional Dr. Francis A. Boyle: “¡Los puertorriqueños son los soberanos en Puerto Rico!” “Finalmente, bajo las leyes de la guerra, la soberanía nunca fue transferida del derrotado soberano a los ocupantes beligerantes yankys que invadieron a Puerto Rico en el 1898. Esto queda meridianamente claro en el párrafo 353 del Manual de Campo del Ejército de los Estados Unidos 27-10 (1956): ‘La ocupación beligerante en una guerra extranjera, que esté basada en la posesión de territorio enemigo, necesariamente implica que el soberano del territorio ocupado no está sometido a la potencia ocupante. La ocupación es esencial-mente provisional.” (Véase, Manual para la defensa legal y la construcción de un Movimiento de Resistencia Civil en Puerto Rico bajo el Derecho Internacional. Editorial Borikén, 2018, p. 158.). Más adelante dice el citado manual: “Al ser una guerra incidental, la ocupación militar les confiere a las fuerzas invasoras los medios para ejercer control por el período de la ocupación. La misma no transfiere la soberanía al ocupante, sino simplemente la autoridad o el poder de ejercer algunos de los derechos de soberanía. El ejercicio de estos derechos, resultan del poder establecido del ocupante y de la necesidad de mantener la ley y el orden, indispensables ambos para los habitantes y la fuerza ocupante…” (pp. 158-159.)

Añade, además, el Dr. Boyle lo siguiente: “Por lo tanto, para comenzar, el gobierno de los Estados Unidos no ha tenido nunca ninguna “soberanía” sobre Puerto Rico y los puertorriqueños. Tampoco la tuvo España. Por razones explicadas en este libro y en mi Free Puerto Rico! (2016), los ladrones genocidas es-pañoles nunca tuvieron ninguna soberanía sobre Puerto Rico y los puertorriqueños para empezar, en orden de transferir nada a los pillos yanquis genocidas por medio del ilegal Tratado de París de 1898 el cual fue firmado bajo amenaza de guerra. En Puerto Rico la soberanía ha estado siempre y aún permanece en las manos de los puertorriqueños.” (Ibid.)

Los argumentos jurídicos establecidos por el Dr. Boyle en el citado libro son irrefutables. De modo, que el problema del estatus de Puerto Rico no reside en nuestra condición política legal, sino en el hecho de que el gobierno de los Estados Unidos nos ha hecho creer un cuento de hadas que no es real. Eso de que “No somos parte de, pero pertenecemos a los Estados Unidos”, es una falacia que se le ha hecho creer a nuestra gente desde la propia invasión de 1898, de la que pronto se cumplirán 125 años de una ocupación militar beligerante que no ha cesado hasta el día de hoy. Por lo tanto, y como dice el refrán: “La verdad es hija de Dios.” En este sentido, es necesario hacer esta aclaración porque desde hace ese mismo tiempo, nuestro pueblo ha vivido engañado por la propaganda del gobierno invasor y por unos hijastros del País que se han beneficiado de esa mentira.

El problema peor reside en los llamados “independentistas”, que con el uso de ese término han ayudado a encubrir la realidad colonial, ya que nuestro país es, por derecho propio, independiente y cuya soberanía siempre ha residido en nuestras manos. Lo que ocurre es que, debido a la ocupación militar beligerante establecida por el gobierno y las fuerzas armadas de los Estados Unidos sobre nuestro pueblo y territorio, la soberanía de Borinken ha sido desplazada por el ocupante, pero sólo eso; no asumida. Este enfoque equivocado en el que han vivido atrapados los puertorriqueños, es uno de los factores principales de que todavía sigamos siendo colonia de los Estados Unidos.

Es hora ya de que cambiemos ese canal trillado y aburrido. Es hora de que la tarea cambie a otro nuevo canal, al de la restauración de nuestra soberanía nacional boricua. Y eso requiere que dejemos de hablar de independencia como un ideal casi inalcanzable y comencemos a restablecer un gobierno propio alterno, soberano y libre, sin injerencias externas y sin partidos políticos colonizados que nos sigan manteniendo en esta situación de inferioridad política, social, económica, cultural y espiritual. El colonialismo está catalogado por las Naciones Unidas como un crimen de lesa humanidad. Quienes lo profesan y mantienen son criminales. Los culpables de este crimen en Puerto Rico son el gobierno de los Estados Unidos y el gobierno colonial ejercido por hijos ilegítimos de este noble pueblo.