Luis Conti y una columna escrita por él que me toca el corazón

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“El fastidio del retroceso: los derechos de las personas LGBTIQ+ están bajo amenaza. En ocasiones tengo la sensación de que nuestra sociedad pretende subir al vetusto árbol del que alguna vez bajó. Ese árbol es, para propósitos de este ejercicio, una sociedad jerárquica de unos sobre otros. Y los viejos juicios de odio y desigualdad deberían ser un pájaro prehistórico ante una ecología transformada. Pero no, debemos reconocer el retroceso. Y es que con las recientes determinaciones del Tribunal Supremo Federal podemos establecer claramente que los derechos de las personas LGBTIQ+ están bajo amenaza. Hace falta repensarlo todo.

El uso de la sociología jurídica en la interpretación de las normas legales desde una perspectiva de derechos humanos implica analizar cómo las leyes y regulaciones afectan los derechos fundamentales de las personas. También asume el considerar no solo el texto literal de las normas, sino también su aplicación práctica y su impacto en la vida de las personas. Nos permite identificar cómo las normas jurídicas pueden reforzar o desafiar las desigualdades existentes en nuestra sociedad. Además, facilita el analizar cómo los actores sociales, como los operadores del derecho, los funcionarios públicos y los ciudadanos, interpretan y aplican las normas jurídicas en la práctica. Esto es especialmente importante en el caso de los derechos humanos ya que la forma en que se interpretan y aplican las normas puede tener un impacto significativo en la protección de los derechos fundamentales.

Uno de esos derechos fundamentales que tenemos las personas es a la igualdad ante la ley. Como personas, nuestra dignidad es inviolable. Somos dignos de tener un techo seguro, obtener empleo o ayudas gubernamentales, a ser protegidos contra todas las formas de discrimen que nos alejarían de ese derecho a la dignidad y por ende de lograr una vida plena desde el nacimiento hasta la muerte. Sin embargo, en ese caminar de la vida, nuestro estado de derecho tiene fracturas y vacíos que han permitido que todavía se discrimine en contra de grupos de personas y nos lleven ser catalogados como desventajados. Esas desventajas se ven en forma de políticas públicas que no incluyen o no reconocen y por ende no atienden de manera efectiva esos vacíos. Esto ha provocado que continuemos las desventajas perpetuadas en nuestra fibra social.

La Organización Mundial de la Salud define los determinantes sociales de la salud (DSS) como “las circunstancias en que las personas nacen crecen, trabajan, viven y envejecen…”. Esas circunstancias están reguladas por el estado de derecho que rige, decide e incide desde que nacemos hasta que morimos. Por ende, ¿no debería mirarnos a todos, entender las circunstancias y las desigualdades que provoca y procurar atenderlas? Por supuesto.

El que nuestros adultos mayores LGBTTIQ+ tengan que volver al closet para tener un “techo seguro”, que sigue sin reconocerles su orientación sexual o su identidad de género es una consecuencia directa de esas fracturas en la respuesta del estado como garante máximo de los derechos fundamentales. ¿Podemos decir que es seguro un lugar donde no puedas convivir tus últimos años con tu pareja, solo porque son del mismo sexo? No lo es.

¿Por qué la niñez y juventud LGBTIQ+ tienen que sobrevivir en el sistema educativo al acoso por su identidad o expresiones de género sin que este mismo sistema les proteja o les asista de manera coherente y consistente?

Ambos escenarios son una consecuencia de políticas públicas que no atienden el problema, porque no hay quien analice, implemente, mida resultados y que evalúe el impacto de estas políticas en las poblaciones que busca proteger. Y es que, la falta de datos sobre las necesidades como vivienda, salud, empleo, educación y acceso a servicios continúan manteniendo a las personas LGBTIQ+ invisibles para el estado. Esa invisibilidad continúa cobrándose vidas, particularmente las de aquellas personas que escapan los números en las estadísticas y cuyo estado de vulnerabilidad perdura desde que salen del closet hasta que mueren.

Hacen falta nuevas miradas para salir de la invisibilidad y alcanzar el reconocimiento de esa igualdad que nos pertenece a todas las personas”.