Muy buenos días. Para mi constituye un honor que ustedes me hayan
invitado a decir unas palabras en este acto de conmemoración del natalicio de Don
Pedro Albizu Campos, figura cimera de la lucha por la independencia de Puerto Rico
que tanta significación tiene para los puertorriqueños, nuestra patria y el resto de
América Latina.
Como todavía nos encontramos en el año del Centenario del Partido
Nacionalista de Puerto Rico intentaré, dentro de las limitaciones de tiempo, a
grandes pinceladas elaborar las grandes aportaciones de Don Pedro Albizu Campos
en el ideario y praxis de la lucha por la independencia y cómo estas marcaron el
rumbo del Partido Nacionalista de Puerto Rico.
Antes, es necesario ubicarnos en el contexto histórico del Puerto Rico de
finales del Siglo XIX y principios del siglo XX.
Es un hecho que, para las postrimerías del siglo XIX, los esfuerzos y recursos
humanos y económicos del independentismo puertorriqueño se concentraron en
auxiliar la lucha por la independencia de Cuba, en el entendido de que cuando esta
triunfara, todos los esfuerzos de los antillanos se concentrarían en lograr la
independencia de Puerto Rico.
Sin embargo, ese objetivo se malogró con la entrada de las tropas yanquis al
escenario de la guerra contra España. Como resultado de la guerra Hispano Cubano
Americana, Estados Unidos adquirió a Puerto Rico como botín de guerra, en
contravención de las disposiciones más elementales del derecho internacional y
natural. Carentes entonces, por las razones ya dichas, de efectivos independentista
en Puerto Rico, bien organizados y con la capacidad de combatir, oponerse o
siquiera resistir a tal ultraje, los Estados Unidos establecieron y gradualmente
fortalecieron su poder sobre Puerto Rico ante el embeleso de la comunidad
internacional y de la gran mayoría de puertorriqueños que, creyendo sus mentiras
de libertad y democracia, estaban convencidos de que la invasión de Puerto Rico
era algo temporal que habría de finalizar cuando derrotaran a las tropas españolas.
Derrotado el imperialismo español, las tropas yanquis permanecieron en
Puerto Rico con el único propósito de sustituir el imperio español por su propio
imperio. Muchos lideres políticos puertorriqueños de entonces, como buena parte de
los líderes políticos de ahora, con tal de participar de las migajas de poder que
caían de la mesa de su nuevo amo, dieron su anuencia cómplice al ultraje colonial.
Limitaron sus esfuerzos a disentir de la ley Foraker y a buscar reformas dentro del
régimen colonial que se aproximaran al “self goverment”. Solicitaron una y otra vez
la estadidad y en su defecto la ciudadanía estadounidense.
La indiferencia y el rechazo de los Estados Unidos a tales peticiones, generó
en muchos el descontento y luego la indignación que eventualmente hizo germinar
la semilla latente del sentimiento y pensamiento nacionalista en nuestro pueblo.
Surgen de esta forma las voces de Rosendo Matienzo Cintrón, Vicente Balbás Capó,
Luís Lloréns Torres, José de Diego, Eugenio Benítez Castaño, Manuel Zeno Gandía, y
Rafael López Landrón quienes, entre otros, habrán de defender la independencia
como destino político de Puerto Rico. Todos fueron elocuentes con su verbo y con
su pluma. Muchos fueron grandes legisladores. Dos de ellos llegaron a presidir la
Cámara de Delegados. Sin embargo, a la hora de organizar al pueblo para el
rescate de su soberanía, fracasaron. Muchos de ellos ni siquiera lo intentaron.
Con la muerte de José De Diego, quien en las postrimerías de su vida había
logrado que la independencia fuera el derrotero único del Partido Unión, dicha
colectividad, dirigida por Antonio R. Barceló, no solo regresó a sus cauces de
ambivalencia y conservadurismo, sino que se inició en el peligroso juego de
contemporizar con el régimen y de lavarle la cara a la colonia adoptando en 1922 el
Proyecto del Congresista Campbell que proponía una fórmula de Estado Libre
Asociado, como su derrotero político.
En protesta por tal afrenta, las dos organizaciones de jóvenes
independentistas del Partido Unión se retiraron de ese partido y fundaron el 17 de
septiembre de 1922 el Partido Nacionalista de Puerto Rico. Albizu Campos no
ingresó de inmediato al Partido Nacionalista, sino que ingresó al Partido Unión el 3
de octubre de 1922 con el fin de luchar para que la independencia volviera a ser el
único derrotero de ese partido.
En la reunión de La Alianza celebrada en Ponce se aprobó un entendido
bipartito con los republicanos para luchar por “la democracia dentro de la
democracia americana”. Albizu, como delegado de Ponce del Partido Unión de
Puerto Rico, se opuso enérgicamente a tal acuerdo, diciendo que esa era una
maniobra para retardar la solución final del estatus a cambio de unas promesas que
solo servían para aplacar el clamor del país por mayores poderes. Luego, en el
periódico El Mundo de 31 de enero de 1923, planteó que: la debatida frase
soberanía dentro de la soberanía, nos dicen unos que quiere decir el estado
federal y otros que quiere decir estado libre asociado. Los autores de ella
ofrecen interpretaciones que constituyen una antítesis. Lleva en sí la muerte...
Como la otra interpretación es tan contraria a ésta, llegamos a la conclusión que la
frase no quiere decir nada.
El 12 de mayo de 1924 Albizu renuncia al Partido Unión entendiendo que
dicho partido se había allanado al coloniaje. Poco después ingresó en el Partido
Nacionalista, y en 1927, siendo ya su primer vicepresidente inició un largo
peregrinaje por América Latina donde recabó apoyo para la independencia de
Puerto Rico. A Puerto Rico llegan las noticias de la prédica albizuista y se reseñan
los lineamientos de su pensamiento nacionalista que sin duda generan admiración y
expectativas de esperanza en la juventud puertorriqueña. De igual manera, el
impacto de dicha prédica en América Latina fue de tal magnitud que, el gran
Augusto César Sandino se refería a Albizu como el primer gran antiimperialista de
América.
Durante ese viaje de Albizu acontece el huracán San Felipe y el huracán
político que culminó con el rompimiento de los partidos de la Alianza, el Unionista
de Antonio R. Barceló y el Republicano de José Tous Soto. Este rompimiento unido
al éxito de la prédica de Albizu y el Partido Nacionalista, llevan al Partido Unión a
adoptar nuevamente la independencia en su programa político.
Mientras Albizu Campos continuaba su periplo por varias naciones de América
Latina recabando su solidaridad y ayuda a la causa de independencia de Puerto
Rico, buena parte de los líderes y miembros del Partido Nacionalista ingresaron al
Partido Unión, en gran medida como resultado del operativo organizado por la
inteligencia del imperio Yanqui cuyo objetivo era asimilar a los máximos dirigentes y
a los dirigentes juveniles del Partido Nacionalista de Puerto Rico.
Cuando don Pedro regresa a Puerto Rico el 4 de enero de 1930, el Partido
Nacionalista está hecho pedazos y buena parte de sus cuadros dirigentes habían
sido absorbidos por el Partido Unión. El Partido Nacionalista se encuentra
desorganizado.
Era evidente que el Partido Unión, poco después renombrado como Partido
Liberal de Puerto Rico, quería absorber a la totalidad del Partido Nacionalista con tal
de aumentar sus sufragios y ganar las elecciones de 1932. El liderato unionista
visitó a Don Pedro Albizu Campos al barrio Las Palmas (Villa Palmeras) intentando
que este ingresara al Partido Unión. Antonio R. Barceló y Luis Muñoz Marín lo
visitaron en una de las ocasiones con similar propósito. Albizu rechazó la
invitación. Para Albizu era prioritario la reorganización del Partido Nacionalista y un
cambio en su filosofía y estrategias de lucha. ¿Por qué un cambio? Porque hasta ese
momento, en el Partido Nacionalista de Puerto Rico, con la excepción de la prédica
y praxis albizuista, el resto de su liderato principal seguía combatiendo al imperio
en el plano jurídico y por momentos parecía más un contemporizador del imperio
yanqui que su antagonista. Hasta entonces los distintos presidentes que había
tenido el Partido Nacionalista, provenían de las clases acomodadas del país, eran
elitistas, y no le habían dado casi ninguna participación directiva a las mujeres, los
negros y los pobres en las estructuras del partido. Por si esto fuera poco, no habían
fortalecido en forma alguna la organización y las finanzas del partido, y su trabajo
político y militancia en la lucha por la independencia era uno marginal e
inconsecuente. Peor aún eran sus contradicciones ideológicas. Basta con decir que
mientras hablaban de independencia, se congraciaban con el invasor poniendo
banderitas de los Estados Unidos alrededor de la tribuna del Partido Nacionalista en
sus actos públicos. Todo eso cambió el día de las madres de 1930.
Por razones que ustedes pronto entenderán, Albizu escogió la fecha del 11 de
mayo en la que se celebraba el día de las madres, para llevar a cabo la asamblea
del Partido Nacionalista. En esa asamblea celebrada en el Ateneo Puertorriqueño, el
11 de mayo de 1930, se eligió a Pedro Albizu Campos como presidente del Partido
Nacionalista. Su mensaje a la asamblea presagió los cambios que se avecinaban.
Albizu comenzó su mensaje lamentándose de que no se oyera la opinión de las
mujeres en momentos en que la mujer puertorriqueña tiene en sus manos el
poder de realizar una gran labor cívica. En consecuencia, anunció que quería
llevar al corazón de las mujeres ese ideal de responsabilidad para con su
patria. Y vaya que lo hizo, puesto que, no solo extendido el mensaje
independentista a la mujer puertorriqueña, sino que la incorporó a la lucha por la
independencia y más aún, a la dirigencia de la lucha por la independencia.
Más adelante en nuestra en historia veremos cuán acertada fue esa visión y
determinación política.
A partir de entonces se incorporaron a la lucha de independencia una serie de
nuevos paradigmas que sentarían la tónica de la lucha antiimperialista en Puerto
Rico y el resto de nuestra América en el siglo XX. Don Pedro también acabó con el
elitismo y el racismo en el partido. No solo incorporó a las mujeres, los pobres y a
los negros al partido en cantidades nunca antes vistas, sino que fomentó su
participación en las posiciones de dirigencia. De inmediato, bajo la presidencia de
Don Pedro, el Partido Nacionalista se dedicó por entero a su reorganización. Se creó
la Asociación Patriótica de Jóvenes Puertorriqueños, el Cuerpo de Cadetes de la
República, las Hijas de la Libertad, el Cuerpo de Enfermeras, la Federación de
Estudiantes Puertorriqueños (FEP) y el Cuerpo de Exploradores Puertorriqueños
para niños y jovencitos, organización yuxtapuesta a los Boys Scouts of America que
en Puerto Rico era un brazo más de la propaganda asimilista del imperio. La
Federación de Estudiantes Puertorriqueños tenía como postulados básicos la lucha
por la independencia, la reforma universitaria, la autonomía universitaria y el
español como vehículo de enseñanza. Tuvo un papel importante en la huelga
universitaria de 1933 y en los sucesos acontecidos en Puerto Rico entre 1934 y
1937.
La fundación de las Hijas de la Libertad es el ejemplo más elocuente de la
apertura organizativa que experimentaba en esos momentos el Partido Nacionalista
de Puerto Rico ya que este Cuerpo fue fundado en marzo de 1932 por Lamia Azize
quien apenas contaba con 15 años, y otras jóvenes estudiantes de la Escuela
Superior de Caguas. Lamia fue electa presidenta de las Hijas de la Libertad y se dio
a la tarea de organizar capítulos en todos los pueblos. De igual forma surgieron en
muchos municipios las Juntas de Damas Nacionalistas, organización precursora del
Cuerpo de Enfermeras de la República, de corte militar e igualmente uniformado,
pero con su particular distintivo: sobre su gorro negro se destacaban dos machetes
en miniatura cruzados y una estrella. Sin duda, las damas nacionalistas fueron las
primeras macheteras de la lucha por la independencia de Puerto Rico.
Por su parte, el Cuerpo de Cadetes estaba compuesto principalmente de
estudiantes, obreros y artesanos que provenían de familias pobres de obreros y
agricultores. En ninguno de los cuerpos mencionados se discriminó por razón de
raza. Dos cadetes negros asumirán puestos de oficiales en el cuerpo de los Cadetes
de la República: Dionisio Pearson y Osiris Delgado, el que pronto se convertiría en
uno de los grandes artistas plásticos de Puerto Rico.
Tampoco se discriminaba por razón de creencias religiosas ni por la ausencia
de estas. El credo de cada cual o la ausencia de credo no era impedimento para
ingresar en ninguna de esas organizaciones. Basta con señalar que Tomás López de
Victoria y Casimiro Berenguer, altos oficiales del Cuerpo de Cadetes de la República
eran espiritistas.
Pero más importante aún es el hecho de que a partir de 1930 el Partido
Nacionalista de Puerto Rico, bajo la presidencia de Pedro Albizu Campos, se inició
una etapa de no colaboración con el régimen colonial y de lucha radical y militar
contra el imperialismo que lo distinguía del Partido Liberal y de los demás partidos
coloniales. En su mensaje a la Asamblea celebrada en mayo de 1930, Albizu
denunció la actitud sumisa asumida hasta entonces por algunos líderes del partido.
Dijo: Hay que acabar con este nacionalismo de cartón, y hay que fomentar
un nacionalismo de verdad, de acción, informado de un espíritu de
sacrificio y de patriotismo acrisolado. Al proponer una nueva actitud combativa
frente a la Metrópolis, dijo: Señores, no hay margen para tallar una política de
sometimiento como la que ha venido prevaleciendo en Puerto Rico. Hay
que postular una ideología nacionalista franca y definitiva frente a los
invasores. No hay margen para una actitud fraternal y solidaria con los
enemigos de la patria. Hay que ponerse de frente al invasor valientemente,
de lo contrario estaremos destinados a desaparecer irremediablemente.
Tanto el presidente honorario del partido, José Coll Cuchí como el presidente
saliente Antonio Ayuso Valdivieso, abandonaron la asamblea luego de criticar el
mensaje de Albizu. Poco después renunciaron evidentemente ante la radicalización
del partido. Ante dichas renuncias, Albizu declaró el 14 de mayo de 1930 en el
periódico El Imparcial que: el Partido Nacionalista había salido de esa
pesadilla. Y añadió: El templo está limpio.
La mayoría de los delegados del Partido reunidos en asamblea determinaron
participar en las elecciones de 1932. A pesar de las limitaciones financieras, el
Partido Nacionalista llevó a cabo la campaña más vigorosa jamás vista hasta
entonces a favor del ideal de independencia. La participación de Pedro Albizu
Campos y otros dirigentes en cientos de mítines, conferencias y programas radiales,
así como sus conferencias de prensa y artículos periodísticos, captaron la atención
de los puertorriqueños y generaron miles de adeptos al ideal de independencia, aún
en las filas del Partido Unión que pronto dejaría de serlo para convertirse en el
Partido Liberal. Tal éxito proselitista también llamó la atención de las autoridades
militares quienes temerosos ante el crecimiento del Partido Nacionalista (único
partido que no colaboraba con el régimen) obtuvieron de WKAQ radio que le
cancelara el resto de los programas radiales y anuncios que ya habían sido pagados
por el Partido. Ya era tarde, la juventud del partido liberal, encabezada por los
independentistas Ernesto Ramos Antonini, con el apoyo del Dr. Francisco Susoni,
Cayetano Coll Cuchí y Luís Llorens Torres habían logrado en la Asamblea celebrada
el 13 de marzo de 1932, en el Teatro Municipal de San Juan, que el Partido Liberal
que allí se fundaba tuviera la independencia como única solución al problema
colonial de Puerto Rico y fuera su propósito el demandar el reconocimiento
inmediato de la soberanía de Puerto Rico. No cabe duda de que la prédica
albizuista había germinado en las mejores conciencias de los unionistas que se
dieron a la tarea de fundar el Partido Liberal.
Tanto predicó Albizu Campos contra el colonialismo a finales de la década del
20 y principios de la década del 30, que ningún partido político tendrá durante esta
última década y principios de la década del 40, fórmulas coloniales tales como el
estado libre asociado, la comunidad, el dominio o el “self government”. Los
programas de los partidos que comparecieron a las elecciones durante la década del
30 y los primeros cuatro (4) años de la década del cuarenta (40) ofrecerán como
alternativas a la solución final del estatus de Puerto Rico, la independencia unos, y
la estadidad otros. Pero eso no era lo que el imperialismo yanqui quería para
Puerto Rico. Los yanquis nunca han querido otra cosa para Puerto Rico que no sea
la colonia. Si hubieran querido concederle o imponerle la estadidad a Puerto Rico,
hace tiempo lo hubieran hecho de la misma forma que nos impusieron su
ciudadanía en 1917, cuando nuestro pueblo por abrumadora mayoría la rechazaba.
Nada ni nadie le ha impedido a los Estados Unidos concederle a Puerto Rico la
independencia, no ahora cuando los independentistas todavía somos una minoría,
aunque en franco crecimiento, sino a mediados de los años 30’ y principios de los
40’ cuando indudablemente constituíamos una mayoría.
A pesar de su inmensa actividad proselitista, el Partido Nacionalista no obtuvo
ni 5,500 votos en las elecciones de 1932. Albizu obtuvo más del doble de esos
votos como candidato al Senado, a pesar de que no se contó, ni remotamente, con
fondos adecuados para la campaña y de que a este y al Partido Nacionalista les fue
vedado el uso de la radio cuando más era necesario. Albizu plantea a raíz del
resultado electoral: “La política imperialista norteamericana ha vuelto a
triunfar al conjuro de la propaganda de las facciones de gobierno;
liberales, uniorepúblicanos y socialistas. La victoria de puertorriqueños
sobre puertorriqueños es la derrota de la patria.”
A partir de entonces el Partido Nacionalista predicó el boicot electoral. Albizu
planteó en la prensa del país que, que con los 5,257 sufragistas del Partido
Nacionalista queda constituido el Ejército de la República de Puerto Rico.
Se inicia así una nueva etapa en el Partido Nacionalista de actividad política de
desafío al régimen colonial.
Contra todo pronóstico, luego de celebradas las elecciones de noviembre de
1932, la organización del Partido Nacionalista creció como la espuma. A partir de
entonces no era extraño ver en la celebración del Grito de Lares, el desfile de unos
1,700 Cadetes de la República e Hijas de la Libertad uniformados, entrando a la
plaza de la Revolución. Tan grandes eran esos desfiles que, hasta el periódico New
York Times los cubría en sus páginas.
La masificación del nacionalismo y las crecientes simpatías en torno a la
causa de la independencia de Puerto Rico y la figura de Pedro Albizu Campos, que
ciertamente trascendían los resultados electorales del Partido Nacionalista en 1932,
preocuparon al imperio. También le preocupaba al imperio el crecimiento del
estadoismo y la ausencia de fórmulas coloniales clásicas en los programas
políticos. Desde la perspectiva del imperio había que acabar con Albizu Campos y
el Partido Nacionalista al tiempo que crear otra figura o líder y otro vehículo capaz
de representar una fórmula que perpetuara la colonia, aunque con reformas
cosméticas. Más aún se preocupó el imperio cuando el Partido Nacionalista redobló
sus esfuerzos de organización política mediante el reclutamiento de muchos más
Cadetes y Enfermeras de la República para integrar el Ejército Libertador, bajo el
lema de que el nacionalismo era la patria organizada para el rescate de su
soberanía.
Finalmente, el imperialismo yanqui, su claque colonial en Puerto Rico y las
empresas que se lucraban de la explotación colonial, cundieron en pánico por el
asesoramiento, dirección y ayuda de Pedro Albizu Campos y el Partido Nacionalista
a los obreros de la caña y de unas doce uniones más en huelga. El imperio y los
capitalistas ausentistas de la caña, los ferrocarriles y otras empresas yanquis en
Puerto Rico no podían darse el lujo de que la organización de los cadetes de la
República se incorporase a las justas luchas de una clase obrera que había sido
azotada por par de huracanes, la gran depresión y la explotación económica más
brutal en la historia de nuestro país.
Había que provocar al nacionalismo, desarticularlo y desprestigiar a sus
líderes, todo ello antes de que el Partido Nacionalista solidificara su organización
política y sus finanzas, y se granjeara las simpatías del resto de la población.
Con esos propósitos el presidente Roosevelt nombra en marzo de 1934 al
General Blanton Winship como Gobernador de Puerto Rico. Winship era un racista
de Macon Georgia, hijo y nieto de los mayores esclavistas de Georgia. Llega
también a Puerto Rico el coronel de inteligencia militar Elisha Francis Riggs para
hacerse cargo de la Policía Insular. Mientras estuvo destacado en Nicaragua, Riggs
adiestró a la Guardia nacional al mando de Anastasio Somoza y fue el artífice de la
planificación del asesinato de Augusto César Sandino acontecido el 21 de febrero de
- La misión de Blanton Winship y Elisha Francis Riggs era aplastar al Partido
Nacionalista de Puerto Rico.
Estos personajes orquestaron un plan para asesinar a Pedro Albizu Campos, y
si no podían, desprestigiarlo, y si no podían, provocar al Partido Nacionalista. Como
no pudieron asesinar a Don Pedro ni desprestigiarlo, el 24 de octubre de 1935 la
Policía Insular Riggs emboscó a un grupo de nacionalistas que viajaban junto a
Ramón S. Pagán en su vehículo, en dirección a la Universidad de Puerto Rico y los
asesinaron a todos a mansalva con excepción del cadete Dionisio Pearson. Ramón
- Pagán había sido testigo, par de meses antes, de un complot para asesinar a
Pedro Albizu Campos, razón por la cual se le habían dado instrucciones de no
participar en actos públicos y proteger así su vida. La dirección del Partido
Nacionalista le imputó a Elisha Francis Riggs el atentado. Mutuamente Riggs y el
Partido Nacionalista se declararon la guerra. El 23 de febrero de 1936, habiéndose
cumplido dos años del asesinato de Sandino, Riggs fue ajusticiado por los cadetes
nacionalistas, Hiram Rosado y Elías Beauchamp quienes fueron asesinados luego
por la policía a mansalva.
Es en la despedida de duelo de estos dos gloriosos cadetes, que Albizu
pronuncia en el Cementerio del Ceboruco en Santurce, uno de sus más célebres y
significativos discursos. En dicho discurso incorpora, el que será un elemento
esencial de la lucha por la independencia, incorpora la imperiosa necesidad de la
virtud en el ideario y praxis de todo luchador por la independencia. Sí, se
trata de la virtud de la que habló Simón Bolivar en el discurso del Congreso de
Angostura en 1819, la virtud de la que hablaba Eugenio María de Hostos y Rosendo
Matienzo Cintrón a finales del Siglo XIX y principios del XX. Para Albizu Campos los
hombres y mujeres nacionalistas debían abrazarse a la virtud como algo inexorable
a la lucha por la independencia. Pero había una virtud que descollaba sobre las
demás, el valor. Dijo en esa despedida de duelo: El valor es la suprema virtud
del hombre y se cultiva como se cultiva toda virtud y se puede perder como
se pierde toda virtud. El valor en el individuo es un supremo bien. De nada
vale al hombre estar lleno de sabiduría y de vitalidad física si le falta el
valor. De nada vale a un pueblo estar lleno de vitalidad, y de sabiduría si le
falta el valor.
Si algo le ha sobrado al nacionalismo puertorriqueño es el valor.
Aun sin tener pruebas de que la dirección nacional del Partido Nacionalista de
Puerto Rico estaba detrás del asesinato de Riggs, un Gran Jurado Federal presentó
contra Pedro Albizu Campos y otros altos dirigentes nacionalistas sendos cargos de
conspiración para derrocar al gobierno de Estados Unidos.
La reacción del pueblo puertorriqueño no se hizo esperar. Más de 20
Asambleas Municipales aprobaron resoluciones solicitando del gobierno federal el
archivo de los cargos. Gabriela Mistral, Federico García Lorca y Pedro
Enríquez Ureña, entre muchas otras figuras prominentes a nivel internacional,
solicitaron lo mismo. También lo hicieron el Frente Unido Femenino de Puerto Rico y
la Liga de Libertades Civiles de Estados Unidos. Antonio R. Barceló, presidente del
Partido Liberal de Puerto Rico, declaró en el Periódico El Imparcial el 11 de mayo de
1936: Iremos a la revolución si fuera necesario. Puerto Rico no tiene otro
camino que luchar o morir si fuera necesario por la independencia, pero
aclaró que Puerto Rico no está en condiciones de ir a la independencia por
las armas.
Como al imperio yanqui no le importaban esas expresiones, y nada los podía
desviar de su objetivo de acabar con el Partido Nacionalista siguió adelante con el
proceso judicial. Sin embargo, se anuló el primer juicio porque no se obtuvo un
veredicto unánime. Los seis miembros puertorriqueños del jurado votaron a favor
de la absolución de todos los acusados mientras que los seis miembros
estadounidenses del jurado votaron por la convicción. Entonces, Blanton Winship se
aseguró con el fiscal Cecil Snyder de que el jurado fuera integrado casi por
completo por jurados estadounidenses comprometidos de antemano con la
convicción de los acusados. Y así fue. Los acusados fueron encontrados culpables y
enviados a distintas cárceles federales en los Estados Unidos.
No conforme con ello, en el afán del imperialismo yanqui de perseguir,
asesinar y encarcelar a los nacionalistas, perpetraron una segunda masacre, la más
grande que han llevado a cabo en la historia de nuestro país, la Masacre de
Ponce. El Domingo de Ramos de 21 de marzo de 1937, el Cuerpo de Cadetes de la
República se disponía a marchar pacíficamente por las calles de Ponce en
conmemoración de la Abolición de la Esclavitud y en protesta por la condena federal
de 10 años a Don Pedro Albizu Campos y a los demás dirigentes nacionalistas.
A pesar de contar con la autorización previa del alcalde de Ponce, José
Tormos Diego, antes de comenzar la marcha el gobernador colonial, Blanton C.
Winship, revocó el permiso de manera unilateral. Los Cadetes de la República, ya
organizados en filas, comenzaron a marchar pacíficamente por la calle Marina. La
Policía Insular, al mando del coronel Orbeta, armados con rifles, subametralladoras,
granadas de mano, y revólveres disparó en contra los cadetes, desarmados, que
cargaban “rifles” de madera de manera simbólica para marchar. Hubo más de 150
heridos y se desbordaron de inmediato los hospitales. Diez y nueve (19) hermanos
y hermanas boricuas incluyendo la niña Georgina Maldonado murieron de la manera
más vil y cruel. Tanto nacionalistas como no-nacionalistas fueron asesinados. Los
Cadetes estaban completamente rodeados. La Policía había organizado una
emboscada. El propósito no era impedir el desfile, el propósito fue MASACRAR
puertorriqueños.
No empece las protestas del pueblo, la indignación internacional y los
informes concluyentes sobre tamaño genocidio, el imperialismo continuó con su
faena de seguir arrestando nacionalistas. Como resultado del informe de la Unión
Americana de Libertades Civiles que señalaba el abuso de poder por parte de la
uniformada, y de las peticiones hechas en el Congreso por el congresista Vito
Marcantonio para que Blanton Winship fuera removido de la gobernación de Puerto
Rico tras sus cinco años de asesinatos y tiranía, este renunció. Aunque el daño
estaba hecho y se había interrumpido el paso avasallador que llevaba el Partido
Nacionalista de Puerto Rico, aun así, el nacionalismo no murió.
Concluida la condena, Pedro Albizu Campos y casi todos los dirigentes
nacionalistas encarcelados en 1936, regresaron al país. Albizu lo hizo el 15 de
diciembre de 1947. Una inmensa multitud lo recibió y se dirigieron al parque Sixto
Escobar donde pronunció un discurso. Allí dijo: No es la hora de las palabras, es la
hora de la acción. Al día siguiente, en conferencia de prensa celebrada en el
Ateneo Puertorriqueño, Albizu dijo: El Partido Nacionalista se dirige a obtener
la independencia patria y si los Estados Unidos deciden ahogar el derecho
de los puertorriqueños por la fuerza, entonces el Partido nacionalista
recurrirá a la fuerza para lograr sus objetivos. Preocupados por el regreso de
Albizu y su proclama, el imperialismo yanqui comenzó a darle forma a su mayor
farsa en Puerto Rico, que luego se conocerá como la Ley 600.
Con la llegada de Albizu a finales de 1947, el Partido Nacionalista superó sus
niveles organizativos de 1935 y duplicó su labor proselitista. El Partido Nacionalista
celebró mítines en todas las plazas públicas del país ganándose cada vez más el
apoyo de los puertorriqueños. El 10 de junio de 1948, asustado el imperio y su
títere Luis Muñoz Marín por la buena recepción del pueblo ante el mensaje
nacionalista, lograron que se aprobara la Ley 53 que declaraba “delito grave el
fomentar, abogar y aconsejar o predicar, voluntariamente o a sabiendas, la
necesidad, deseabilidad o conveniencia de derrocar, destruir o paralizar el Gobierno
Insular por medio de la fuerza o la violencia”. También incluye como delito el
imprimir, publicar, editar, vender, exhibir u organizar o ayudar a organizar cualquier
sociedad, grupo o asamblea de personas que fomenten la intención de derrocar,
paralizar o destruir el Gobierno Insular. Como penalidad se imponía hasta un
máximo de 10 años de cárcel, $10,000 de multa o ambas penas por cometer dichos
actos. Esta ley fue bautizada por el Representante Leopoldo Figueroa como la “Ley
de la Mordaza”. Esta ley represiva de la libertad de expresión y violatoria de los
derechos civiles era una “burda copia de la Ley Smith norteamericana.
Comenzó así, la segunda etapa de persecución del nacionalismo en
Puerto Rico. Pero la persecución, ahora como antes, venía acompañada de la
provocación. Con dicho propósito, otra ley del Congreso de EU, y una proclama de
su presidente bastaron para imponerle a los puertorriqueños el Servicio Militar
Obligatorio y su componente de castigo carcelario de cinco años de prisión para el
que se negara a inscribirse y/o participar en las fuerzas armadas estadounidenses.
Impuesta la infame ley, Albizu Campos recorrió las ciudades y campos de
Puerto Rico predicando el ideario independentista y manifestándose en contra de
que la juventud puertorriqueña participara en el ejército de los Estados Unidos. Lo
mismo hizo el Partido Independentista Puertorriqueño, por campos y ciudades, bajo
el liderato de Gilberto Concepción de Gracia. A pesar de ello fueron reclutados por
el ejército de Estados Unidos miles de soldados puertorriqueños.
Varios jóvenes nacionalistas puertorriqueños se negaron a acatar la ley. Entre
éstos Rafael Cancel Miranda, un hijo de Mayagüez que militaba en el Partido
Nacionalista de Puerto Rico. Por su negativa a inscribirse en el ejército de los
Estados Unidos Cancel Miranda fue acusado y sentenciado a cinco años de cárcel en
1949.
Al joven Cancel Miranda se le negó la fianza en apelación y se le ingresó en la
cárcel La Princesa. Enterados de que sería trasladado a una cárcel federal en los
Estados Unidos, sus abogados presentaron una moción oponiéndose al traslado
hasta tanto no se sustanciara y resolviera la apelación. Denegada la moción, Rafael
Cancel Miranda fue trasladado a la Penitenciaría Federal de Tallahassee, Florida. El
Tribunal Federal de Apelaciones del Circuito de Boston confirmó la sentencia.
El 25 de junio de 1950 estalló la guerra de Corea, y el presidente Truman
ordenó el envío de tropas a Corea. El 3 de julio de 1950, el Congreso de los
Estados Unidos aprobó la Ley 600, para darle paso a la engañifa del Estado Libre
Asociado, un nuevo nombre jurídico para la vieja colonia. Ello indignó tanto a
nacionalistas como independentistas. Pero lo que más los provocó fue que catorce
mil (14,000) soldados puertorriqueños fueron movilizados a Corea, y para colmo, el
mismo día en que el Partido Nacionalista celebraba el Grito de Lares, el 23 de
septiembre de 1950.
En esa celebración del Grito de Lares, pasó algo que pocos notaron, Blanca
Canales le dijo algo al oído a su primo Griselio Torresola. Albizu sabía que los
agentes del FBI tenían muy vigilados a los hombres del Partido Nacionalista, pero
no a las mujeres que eran tan líderes como los hombres nacionalistas y estaban
igual de preparadas que estos.
El 30 de octubre de 1950 estalló la revolución nacionalista con la movilización
de los Cadetes de la República en varios municipios del país, particularmente
Jayuya, Utuado, Arecibo y Peñuelas. Y es precisamente en la revolución
nacionalista que surte efecto la predica albizuista en favor de la participación de la
mujer en la lucha por la independencia en igualdad de condiciones que los
hombres. Para la revolución del 30 de octubre de 1950, habían pasado 20 años del
discurso inclusivo de Pedro Albizu Campos en la asamblea de 1930. No nos
sorprende el hecho de que veinte años después de la incorporación de la mujer
puertorriqueña a la lucha, los mejores cuadros de la dirigencia nacionalista fueran
mujeres, y buena parte de sus principales gestas estuvieran a cargo de mujeres
puertorriqueña.
Pasemos lista. Comencemos por Leonides Díaz dirigente arecibeña, esposa y
madre de grandes mártires arecibeños y prisionera política que se negó a ser
indultada, prefiriendo cumplir por completo su injusta condena como los demás
nacionalistas hombres.
Sigamos con Blanca Canales Torresola. Blanca Canales se unió al Partido en
1931, y ayudó a organizar a "Las Hijas de la Libertad", la rama femenina del Partido
Nacionalista de Puerto Rico. Fue la máxima dirigente de la revolución nacionalista
de 1950, y la primera mujer en dirigir una insurrección contra los Estados Unidos en
toda la historia de ese país. De todos los municipios que participaron en la
revolución de 1950, solo en Jayuya logró ocuparse el cuartel de la policía, la oficina
de correos y la ciudad, e izarse la bandera puertorriqueña en su ayuntamiento. Fue
allí donde se declaró la República de Puerto Rico. Jayuya fue, y debo destacarlo así,
el único operativo dirigido por una mujer. Blanca fue arrestada y acusada de matar
a un policía, y de herir a otras tres personas, incendiando la Oficina de correos.
Después de un breve juicio federal, fue condenada a cadena perpetua más otros
sesenta años por encima de la condena perpetua. En junio de 1951 fue enviada a la
de Prisión Federal Alderson en el estado de Virginia.
Recuerdan el susurro de Blanca Canales al oído de su primo Griselio en la
celebración del Grito de Lares el 23 de septiembre de 1950. Esas eran las
instrucciones para que Griselio regresara a los Estados Unidos con una importante
misión. Así, el día primero de noviembre de 1950, los Cadetes de la República Oscar
Collazo y Griselio Torresola, penetraron los predios de la residencia del presidente
de los Estados Unidos Harry S. Truman para darle muerte. Por primera vez la
revolución boricua se trasladaba a los Estados Unidos.
El saldo de la Revolución de 1950 fue la muerte y la prisión para muchos
nacionalistas que defendieron el derecho de todo el pueblo de Puerto Rico a su
independencia. Se inundó la cárcel la Princesa con cientos de nacionalistas
detenidos incluyendo a Pedro Albizu Campos. Tras docenas de juicios resultaron
convictos y fueron encarcelados en Puerto Rico, salvo Oscar Collazo y Blanca
Canales que cumplieron su condena en cárceles federales.
Detenida casi por completo la acción del Partido Nacionalista, el imperio
continuaba con sus planes de aprobar una nueva constitución de juguete para
Puerto Rico, el Estado Libre Asociado, habilitado por la Ley 600. Y lo logró con la
abstención y el voto en contra de la mayoría de los puertorriqueños. El imperialismo
había engañado una vez más a los puertorriqueños y a la comunidad internacional
diciéndoles que se trataba de una nueva fórmula política de gobierno propio, a
sabiendas de que Estados Unidos retenía todos sus poderes sobre su colonia.
Engañaron a todos menos al independentismo y el nacionalismo. Desde la cárcel la
Princesa, Albizu Campos proclamó:
Muñoz Marín es un simple títere del gobierno yanqui en Puerto Rico,
que tiene razón en una sola cosa. Y es que, en verdad, el “estado libre
asociado” es una forma política nueva porque este ‘estado” no tiene
ninguno de los atributos de un Estado.
Es un “estado” sin ciudadanía, porque le está vedado intervenir en
este asunto; Estados Unidos sigue afirmando que los puertorriqueños
son ciudadanos de Estados Unidos. Es un “estado” sin dominio sobre
la moneda, tiene que usar la extranjera impuesta, el dólar. El famoso
“estado” no puede mantener relaciones internacionales; es un
“estado” al que ningún Estado reconoce.
Estados Unidos sostiene esas relaciones a nombre de Puerto Rico, sin
reconocer derecho a su criatura – el “estado libre asociado”- a
relacionarse con nadie. Por lo tanto, tampoco puede celebrar tratados
internacionales económicos, ni de ninguna índole, indispensables para
la vida de un país libre e independiente.
No tiene dominio tampoco sobre los transportes, ni marítimos ni
aéreos. Ese famoso “estado” no tiene ni un correo propio donde echar
una carta. Y así hasta el infinito.
Ese “estado” si tiene una gran responsabilidad de esclavo: recaudar el
dinero, forzosamente para cubrir los gastos del “gobierno” de la
intervención militar de los Estados Unidos en Puerto Rico. Los gastos
para administrar la colonia. Esa es su gran labor. El esclavo que no
está dispuesto a pagar por su libertad será obligado a pagar por su
esclavitud.
Como un mentís a la farsa del Estado Libre Asociado, justamente antes de las
elecciones de noviembre de 1952, las primeras bajo el ELA, el ejército de los
Estados Unidos envió a una muerte segura a los soldados puertorriqueños que
debían tomar las colinas Jackson Heights y Kelly en Corea a sabiendas de que ello
era imposible ya que los ejércitos de China y Corea tenían suficientes nidos de
ametralladoras en la cima de esas colinas como para evitarlo. Así murieron en tan
solo mes y medio, entre septiembre y octubre de 1952, 660 soldados
puertorriqueños y los que se negaron a correr igual destino fueron juzgados en
cortes marciales. La opinión pública internacional y en Puerto Rico se volcó contra
ese genocidio. Se ordenó de inmediato una investigación por el Congreso de los
Estados Unidos que obligaba a la Tercera División del Ejército de los Estados Unidos
a rendir cuentas de por qué había enviado a los puertorriqueños a una muerte
segura sin apoyo aéreo y sin apoyo de artillería. El independentismo y el
nacionalismo plantearon que enviar a soldados de las colonias a pelear las guerras
de la metrópolis violaba la Carta de las Naciones Unidas y también la violaba el
hecho de que Estados Unidos no había rendido un solo informe sobre su colonia
Puerto Rico.
Con tal de no enfrentarse a las presiones internacionales por la cruda realidad
colonial en que tenía sumida a la isla, el gobierno de los Estados Unidos promovió
en la ONU, la Resolución 748 (VIII) que fue aprobada el 27 de noviembre de 1953
por 26 votos a favor, 16 en contra y 18 abstenidos. Mediante la Resolución 748
(VIII) la ONU reconoció “la condición de gobierno propio del Estado Libre Asociado
de Puerto Rico” a pesar de las dudas y reservas de los representantes de muchos
países importantes. A partir de entonces, los Estados Unidos no tuvieron que rendir
informe alguno sobre Puerto Rico ante la ONU y, por supuesto, se economizaron los
embarazosos esfuerzos de ocultarle información comprometedora a dicha
organización.
Aprobada que fuera la Resolución 748, La realidad seguía siendo la misma,
Puerto Rico era una colonia de los Estados Unidos, donde, como dijera Neruda, “Los
Puertorriqueños de manera singular combaten. Los americanos dan las armas y los
puertorriqueños dan su sangre.”
Nuevamente el imperio se burló y engañó a todos menos al independentismo
y al nacionalismo. A través de Julio Pinto Gandía, Pedro Albizu Campos le envió un
mensaje a la dirigente del Partido Nacionalista en Nueva York con los detalles de
una misión que tenía como propósito vengar la muerte de los soldados
puertorriqueños en Corea y la afrenta de la Resolución 743 XV.
El mensaje fue entregado a la dirigente nacionalista más cualificada de
entonces. Así, el día primero de marzo de 1954, bajo el mando de una mujer,
nuestra gran Lolita Lebrón, un comando de nacionalistas integrado por Rafael
Cancel Miranda, Irving Flores y Andrés Figueroa Cordero, arriesgando sus
vidas atacó la Congreso de los Estados Unidos para denunciar la situación colonial
de Puerto Rico. Cuando el grupo llegó hasta la galería de las visitas en el piso
superior de la Cámara, Lolita se incorporó y gritó ¡Viva Puerto Rico Libre! y sacó
la bandera monoestrellada de Puerto Rico; luego el grupo abrió fuego utilizando
armas automáticas. Alrededor de treinta disparos fueron hechos y cinco
representantes fueron heridos, entre ellos Alvin Bentley, representante del estado
de Míchigan, quien fue seriamente herido en el pecho. Un agujero del tamaño de un
centavo se puede apreciar en el escritorio que es usado por los Republicanos
cuando se dirigen a hablar en el piso de la Cámara. Era la primera vez en la historia
de Estados Unidos que se atacaba a los congresistas en el recinto del Capitolio. Era
la primera vez que una mujer atacaba a los Estados Unidos en su propio territorio.
En su arresto, Lolita expresó: ¡Yo no vine a matar a nadie, yo vine a morir por
Puerto Rico! Lebrón y sus compañeros de lucha fueron sentenciados por intento de
asesinato y otros delitos. La fiscalía, encabezada por Leo A. Rover, exigió la pena de
muerte, pero el juez Alexander Holtzoff decidió condenarlos a los plazos más largos
de prisión. Lebrón fue encarcelada en la Institución Federal Industrial para Mujeres
en Alderson, Virginia Occidental, mientras que los otros comandos nacionalistas
cumplieron décadas de condena en otras prisiones federales.
Los presos nacionalistas Oscar Collazo, Lolita Lebrón, Rafael Cancel Miranda,
Irving Flores y Andrés Figueroa Cordero cumplieron condenas de más de 25 años,
convirtiéndose en los presos políticos más longevos en las cárceles de Estados
Unidos.
Antes y después de ser indultados en 1979, la lucha del Partido Nacionalista
continuó, irradiándose a otras organizaciones patrióticas en y fuera de Puerto Rico.
Hoy nadie duda de la grandeza de Pedro Albizu Campos como faro y dirigente de la
lucha antiimperialista en Puerto Rico y en toda América latina. Hoy nadie duda de la
gloria y las gestas del Partido Nacionalista de Puerto Rico ni del heroísmo y valentía
de sus mártires. Casi todos los líderes antiimperialistas de nuestra América han sido
influenciados por la prédica y la praxis de Don Pedro Albizu Campos y el resto de
los líderes y mártires del nacionalismo puertorriqueño. Las gestas que acabo de
relatar son gestas adoptadas por todos los revolucionarios de nuestra América.
Hoy día Puerto Rico tiene aún menos poderes que los que tenía bajo la Carta
Autonómica bajo España y durante los inicios del Estado Libre Asociado. Hoy día ni
siquiera gobierna para fines locales el partido que gana las elecciones. Hoy día
gobierna una Junta de Supervisión Fiscal nombrada por el Congreso de los Estados
Unidos cuyo norte es exprimir las finanzas y recaudos fiscales del país para pagar la
deuda billonaria incurrida por los estadistas y colonialistas del patio para
administrarle la colonia al imperio. Hoy día el Tribunal Federal de Estados Unidos en
Puerto Rico y el resto de las instituciones políticas yanquis, tiene más poder en
Puerto Rico que el que antes tenían.
Por consiguiente, hoy solo nos queda hacer el compromiso de no olvidar a
Don Pedro Albizu Campos y al resto nuestros mártires, héroes y heroínas
nacionalistas, y menos aún olvidar de que les corresponde a todas las generaciones
y a todos los militantes y dirigentes del movimiento patriótico.