Malagradecidos a Dios gracias

Política

Se escucha el alivio. “Dios gracias que ya pasaron las elecciones” me djio empinando su vista hacia el cielo la gerente de una tienda que suelo frecuentar. Dijo estar cansada del debate hueco y del insulto que predomina en la política puertorriqueña. No expresó sorpresa ante la derrota del oficialista Partido Nuevo Progresista (PNP) por “lo mala que están las cosas”. No obstante, existen políticos que, dándole un extraño giro al asunto, acusan al electorado de ser “malagradecido” por echarlos a la calle.

¡Y yo que me había acostumbrado a oír a los políticos agradeciendo al Pueblo por su voto! No me había dado cuenta de que eso de dar gracias es para los que ganan. Es natural entonces que aquellos que pierdan sus escaños acusen al Pueblo de ser malagradecido. ¿Tiene lógica, no cree usted? Lo que me asusta es pensar que una posible relación con una fuerza superior como Dios termine en enemistad. Una de las candidatas que lanzó la acusación de mal agradecimiento fue la Representante Albita Rivera, aludiendo a la inesperada derrota del Alcalde capitalino Jorge Santini y muy obviamente a la suya, ya que su precinto es parte de San Juan. Al otro día de las elecciones de la semana pasada, y con casi la totalidad de los votos contados, Rivera todavía apostaba a que los que restaban por contar le darían la victoria. Se contaron ya y es oficial-- el malagradecido electorado le votó en contra.

Santini, un político dado al insulto y a la macharranería, aceptó su derrota con lágrimas de cocodrilo tan copiosas que no logró aunar fuerzas para felicitar a la alcaldesa electa, Carmen Yulín Cruz. Los políticos de Puerto Rico, en antaño elegantes, son cada vez más capaces de una soberbia que le sale aceitosamente por los poros. Hace un mes, y por eso de seguir hablando del Cielo, Albita y otras dos distinguidas legisladoras, hicieron un llamado a los PNP católicos a castigar su iglesia por una carta pastoral del Arzobispo de San Juan, Monseñor Roberto González. Señalaban equivocadamente estas sacerdotisas que la carta favorecía al principal rival de su partido, el que luego ganó las elecciones. He leído la carta, y mi ineludible conclusión es que el presunto pecado del Monseñor fue no decir que Dios mismito favorecía al PNP. El gesto de desaprobación consistiría en no echar ni una sola moneda en la canasta durante las misas. Uniéndose a esta singular sugerencia estuvo el exGobernador Carlos Romero Barceló. Surgieron, por otro lado, voces ignorantes que acusaban a la Iglesia Católica de “violar la Constitución”. Las constituciones que gobiernan a la Isla rigen la relación entre el Estado y el ciudadano. No puede el Estado favorecer o establecer una religión oficial, pero un representante de una iglesia puede expresarse libremente. En Puerto Rico, hay ministros fundamentalistas que les han dado el visto bueno a figuras electas, especialmente del PNP, que han dicho presente en sus actividades públicas.

Ahora que escribo sobre la supuesta falta de agradecimiento del Pueblo hacia el pelotón de personeros que sacaron de carrera la semana pasada, me viene a la mente unas elecciones celebradas hace 16 años. Tras una aplastante victoria del partido de Gobierno, varios políticos triunfantes, en un ambiente eufórico de “dugout” beísbolero, vociferaban roncamente ante las cámaras que se acababa de manifestar “un Pueblo agradecido”. El mismo partido perdió las próximas cuando se descubrió una corrupción gubernamental nunca antes vista. No estoy solo al denominar los últimos cuatro años como un fiasco. Gracias a Dios que pasaron las elecciones. Pero parece que los puertorriqueños siguen siendo unos malagradecidos.