¿Por qué nos matamos?

Política

Recientemente leía un artículo del profesor retirado Bernard Headley, criminólogo adscrito a la Universidad de West Indies en Jamaica, quien intentaba explicar una vez más y de forma novedosa el porqué de la alta tasa de asesinatos en su país. En Jamaica se refleja una de las tasas más altas de criminalidad del hemisferio americano, y también del mundo. Según las estadísticas, para el año 2009, Jamaica reflejaba una tasa de 63 asesinatos por cada 100 mil habitantes. Esto pone la tasa anual en 1683 habitantes, lo cual es exorbitante para una población de apenas 2.9 millones de personas.

No obstante, el ensayo del profesor Headley es muy ilustrador. Este explica que antes de la independencia de Jamaica en 1962, la tasa de asesinatos era apenas de ocho o nueve personas por cada 100 mil habitantes. Luego de la independencia, en aproximadamente cinco años, según nos narra el académico, la situación cambió de control y explotó, llevando de forma consistente la situación de violencia/homicidios a una tasa que se ha mantenido en los números alarmantes antes descritos.

La pregunta que se formula el profesor Headley es una de sentido común: ¿por qué sucede esto? Su explicación es sumamente interesante: las expectativas de mejor calidad de vida a raíz de la independencia no se cumplieron, por lo cual la criminalidad se convierte en una manifestación de la lucha de clases (en su sentido amplio) que se disputan los legados irresueltos de la desigualdad social y racial que vive esta hermana isla caribeña.

Es la desigualdad, mi querida lectora, la desigualdad. Sea usted libre o colonia, como en el caso de Puerto Rico, la desigualdad provoca una serie de reacciones que nos llevan a esta compleja situación en el Caribe, donde salvo el caso de Cuba, las tasas de asesinatos en las antillanas mayores (entiéndase República Dominicana, Haití, y Puerto Rico) es un problema serio.

Los criminólogos culturales puertorriqueños, José Raúl Cepeda y Gary Gutiérrez han despertado esta curiosidad en muchos de nosotros, de vincular la desigualdad social a la criminalidad. La lectura de Headley me hace pensar que hay que incorporar el componente del colonialismo, como un asunto adicional. Esto cuando se ve en comparación que en Jamaica antes de la independencia, y bajo el yugo colonial británico se vivía con unos controles imperiales que luego dejaron de existir. En el caso de Puerto Rico, y hablando hipotéticamente, los niveles de consumo que ha impuesto el colonialismo para un país que sigue siendo 46% pobre (según el censo del gobierno de los EE.UU del 2010), nos mueve a sugerir que la criminalidad, incluyendo los homicidios por múltiples razones, son parte de un proceso de acumulación de capital ilegal, para luego legalizarlos.

Como salirnos en el Caribe de este atolladero solo podría ser desde una mirada colectiva y regional. ¿Será momento de mudarnos hacia esa nueva óptica, fuera de las lógicas de Washington? Habrá que pensarlo.