Ahora que ya nos hemos enterado que en Puerto Rico, como en el resto del Caribe, con la sagrada excepción de Cuba, el crimen campea por su respeto, ha llegado el momento de cambiar la respuesta tradicionalmente aplicada, por otra. Es decir, si no hemos logrado contener la criminalidad con policías, agencias federales de contención de la criminalidad, y sobre todo con leyes mucho más punitivas, pues entonces debemos hacer algo diferente: devolvamos al soberano lo que le corresponde al soberano – poder popular.
Salvo en los procesos revolucionarios del Caribe (Cuba 1959; República Dominicana, 1965; Granada 1979), de ordinario el poder popular o soberano, se mantiene resguardado, a la espera. Es el estado normalmente el gestor de toda acción, sobre todo aquella que sea para preservar el orden democrático y el bienestar colectivo. No obstante, en los tiempos modernos, el principal enemigo del estado en el Caribe es la actualidad la violencia y la criminalidad asociada en muchas ocasiones al narcotráfico, pero no limitada a este.
En otras palabras, se vive bajo un estado de excepción creado a partir de la violencia y la criminalidad que emanan en la actualidad a partir de la sociedad civil. Los estados, es decir los gobiernos, en el Caribe, son hoy, independiente de su diversidad, seguidores de un ordenamiento legal y democrático. La violencia y la criminalidad no lo son. Lo peor de esta situación es que, y reiteramos que la única excepción lo es Cuba, ningún estado hoy en todo el Caribe puede garantizar vida plena a sus ciudadanos. Estos, desde Haití hasta Trinidad y Tobago, viven asediados por una violencia que tiene a varios países de esta región (Santa Lucía, Jamaica y Puerto Rico) compitiendo a nivel global dentro de los primeros 10 países con la tasa más alta de asesinatos por cada 100 mil habitantes.
Entonces, ¿qué podemos hacer? Pues a la luz de los últimos asesinatos en Puerto Rico, y sobre todo la muerte incidental de un joven de 18 años llamado José Vega, a manos de unos despiadados sicarios que invirtieron en él y su acompañante, 300 balas de por lo menos cuatro calibres, creo que hay que movilizar al pueblo, al verdadero soberano, para que se enfrente a estos que hoy determinan quien vive y quien muere. El pueblo soberano, desde actos de desobediencia civil hasta posibles actos de confrontación pacífica, debe cuestionarle a estos sicarios de donde han tomado la autoridad para determinar la vida y la muerte de los ciudadanos.
Es curioso, pero la masacre más grande en la historia de Puerto Rico, la llamada Masacre de Ponce, la cual ocurrió en el 1937, hoy no ocurrirá a manos del estado. Por el contrario ocurrirá a manos de sicarios irresponsables que asesinan a mansalva.
El pueblo soberano debe decir no más violencia. Debe imponer su voluntad contra aquellos que han determinado de forma no democrática, quien vive y sobre todo quien debe morir.