La Comay: ¿Boycot, Censura o Cancelación?

Creativo

En días recientes ha habido un gran debate en torno a esto en Puerto Rico, en relación al principal programa de televisión local, Super Xclusivo – la Comay. A la muerte del publicista José Enrique Gómez, y el mal manejo de este caso por parte del productor y animador del programa, Antulio ¨Kobo¨ Santarosa, se ha desatado toda una campaña para censurar, boicotear, y finalmente cancelar este programa por vía de un boicot de patrocinadores, la suspensión por parte del canal donde se transmite y finalmente la postura de denuncia de varios organismos nacionales y de los EE.UU.

De mi parte este es un asunto complejo. Es complejo, pues la Constitución de Puerto Rico, garantiza el derecho de libertad de expresión y más aún tiene una serie de garantías, entre otras la presunción de inocencia de toda persona acusada o sospechosa.

El estado no le puede censurar los derechos a nadie, y contra éste debemos tomar postura de forma uniforme cuando intenta censurar. Pero lo cierto es que el programa no tiene amenaza alguna por parte del gobierno local o el gobierno federal, para obligar su cierre. No existe ni denuncia por utilización lenguaje de odio contra el programa, ni contra su productor y animador, ¨Kobo¨ Santarosa.

Ahora bien, la protesta se inició solicitando la censura del programa. Ante esto, René Pérez del grupo Calle 13, como Ricky Martín, indicaron que era necesario cambiar a boicot o educar para que la gente libremente dejara de ver el programa. Estas posiciones son contrarias a la palabra censura. Son consistentes, no obstantes, con la idea de boicotear que es el derecho a protestar como uno entienda – en este caso que no se patrocine y financie este programa. Esta acción logró que más de una docena de patrocinadores del programa suspendieran su participación en el mismo.

Hace unos días ¨Kobo¨ Santarosa por conducto de la muñeca que personaliza a La Comay (la madrina del chisme), expresó su sentir ante el incidente que desató la controversia, y le pidió disculpas a las personas que se ofendieron con la situación. Yo vi el programa y escuché la disculpa. Me parece que fue expresada, aunque hubiera preferido que el propio Santarosa y no la muñeca lo hubiera expresado. No fue así, y lo que pasó, pasó.

Los grupos que se oponen a él, en particular ciertos sectores de la comunidad LGTB, se expresaron al día siguiente e indicaron que no era suficiente. Que no le creían, y en su lugar ahora pedían la cancelación del programa. Es decir, que desaparezca el mismo de la programación del canal por donde se transmite el mismo.

Me pregunto, de censurar a boicotear para luego cancelar, ¿no nos encontramos ante el mismo requerimiento: impedir que se transmitan las ideas de otros con las cales no coincidimos? En este punto me distanció del accionar dominante, y sobre todo me diferenció con posturas asumidas en días anteriores. El valor de la libertad de expresión de las ideas es para mi un asunto fundamental. Si una persona comete un error, como todos, y luego se arrepiente, le debo dar la oportunidad para continuar haciendo su gestión de vida sea la que sea.

Para mi cancelar es negar el flujo de las ideas. A partir de un medio como El Post Antillano donde hemos promovido profundo debates desde la diversidad de las ideas, entonces creo que la postura que asumo debe ser conveniente. Aun cuando no me guste lo que hace Kobo Santarosa, no voy a caer en una acción que lo censure. Y aclaro, que aquí no es donde comencé el debate, pero es donde estoy hoy – y las ideas no son estáticas, sino deben moveré y cambiar.

Como todo en la vida, los debates son complejos. Kobo Santarosa no es el primero que se manifiesta contra una persona muerta en Puerto Rico, ni contra sectores históricamente marginados, como lo es la comunidad LGTB. Pero a otros y otras los hemos sabido perdonar y olvidar. En el caso de Santarosa reconocemos que existe un alto grado de animosidad contra su persona y comportamientos. Tomando en cuenta esta condición, aún estimo que más conseguimos si trabajamos esta situación a partir de la educación a la población y la transformación cultural.

No se trata de la Comay y de ¨Kobo¨ Santarosa. Nos oponemos a la cultura del odio que discrimina contra las personas que transgreden el orden social; nos oponemos al odio contra la gente negra; nos oponemos la odio contra las mujeres; nos oponemos al odio contra los miembros de la comunidad LGTB. Ahora bien, nos oponemos a odiar al que odiamos.

Finalmente, nos oponemos a que sean las redes sociales, originadas a partir de Puerto Rico o la diáspora, las que constituyan un poder político de facto, y que a partir de ahí transgredan nuestros derechos constitucionales, entre otros el respeto a la libertad y expresión de las ideas.

Para muestras un botón: a la luz del mismo caso del publicista asesinado, Gómez, se ha desatado una campaña por la cual, todo sospechoso de una actividad delictiva, termina con una foto en las redes sociales y perseguido de a través del ¨silente colectivo¨. Esta persecución en línea, violenta múltiples derechos constitucionales en Puerto Rico, el más básico la presunción de inocencia; otro, igual de básico, es que los procesos de identificación de sospechosos, están hechos de forma seria y con múltiples garantías constitucionales. Esta forma de proceder a través de las redes es como una persecución digitalmente autoritaria.

En fin, que nadie quiere crímenes de odio. Ni la gente heterosexual ni la gente homosexual. De igual forma, nadie quiere que de forma inadvertida o intencionalmente, su foto acabe en una red social como sospechoso. Pues si nadie quiere esto, es mejor que impongamos un régimen ético a las redes sociales y a las campañas que a través de ellas desarrollamos.

Nadie debe odiar al que odia. Ni destruir al que destruye. Lo que yo por lo pronto quiero, es promover una cultura donde la diversidad de las ideas sea un valor fundamental aceptado por todos.