Santa Clos, un helicóptero y un regalo

Economia Solidaria

A Jaime Pieras, por el recuerdo compartido.

Tendría yo apenas tres años, fue sin lugar a dudas muy temprano en mi vida. Pero me dijeron que habríamos de ir a Forest Hill, una ascendente urbanización de asalariados medios en el municipio de Bayamón, para ver a Santa Clos. Yo no sabía quien era este señor, pero si me acuerdo que la persuasión vino pues me dijeron que tenía un regalo para mi. Como niño al fin, pensé que era algo bueno. Los regalos, siempre los he visto como algo bueno, pues me benefician. Este no sería el último, ni el primero, pero fue el atractivo que me llevó a una larga espera.

Me recuerdo que estábamos en un terreno abierto, como una urbanización sin terminar, la cual luego se convirtió en un parque. Allí esperábamos al sol, por la llegada de Santa Clos. Era realmente una invitación compleja, pues los desarrolladores de la urbanización se habían inventado este truco publicitario para atraer familias jóvenes a relocalizarse en este barrio emergente. Allí esperamos varias horas, siempre al sol. Mi padre con el mayor entusiasmo, pues yo habría de ver a Santa Clos. Mis hermanas, también a la espera, junto a mi madre. Al rato, alguien gritó ¨por ahí viene¨, señalando al cielo. Sólo me recuerdo que era un punto negro en el cielo. SI ese era Santa Clos, pensé, no traía regalos para mi.

A los pocos minutos descendió un helicóptero, y dentro de el salió este personaje vestido de rojo. Mi primer encuentro memoria con Santa Clos. Luego la fila, y casi cuatro horas después, Santa Clos me regaló un carrito de plástico, que no era la gran cosa. Pero aguarde, como valiente infante por toda una tarde para este, mi primer regalo de Santa Clos.

Al tiempo descubrí que este personaje no existía. Luego, a los ocho años mis padres, Emiliano y Nela, me regalaron la famosa foto de Alberto ¨Korda¨ López sobre el Che Guevara, y a partir de ahí se terminó todo idilio con el viejo rojo y regordete, que a fin de cuentas regalaba regalos inmeritorios.

En otras palabras, ante una crisis económica, donde el pueblo boricua se encuentra profundamente empobrecido, donde se ha perdido cerca de un cinco porciento de la población que ha migrado a los EE.UU, ¿debemos seguir regalando de forma adictiva? Creo que no.

Sugiero que en el día de la Navidad regalemos muchos besitos, abrazos, y sobre todo que le digamos a todas las personas que conocemos ¨te quiero mucho¨. Lograr decir esto, por lo menos a mi, me devuelve un sentido de ilusión, de afirmar que Santa Clos nunca existió, así venga en un Cohete. Que el capital y el mercado se han impuesto como lógicas de lo común, cuando no es cierto. Lo común es el amor, un beso y un te quiero.