¡Alabanza! No más balas al aire

Política

Algunos días antes de finalizar el año 2012, específicamente por el canal 4 (WAPA TV) apareció en repetidas ocasiones un anuncio televisivo auspiciado por la Policía de Puerto Rico. En él, aparecía una bandera de Puerto Rico, la cual gradualmente se iba manchando de un pigmento simulando sangre luego de escucharse repetidas detonaciones, a su vez, simulando disparos. Lo visual iba acompañado de la voz de Roy Brown cantando algunas líneas de la canción Oubao Moin, incluida en el disco Distancias (1977) del mismo cantautor. La combinación me estremeció.

Como si fuera poco, dicha propaganda de la Policía se hizo a finales del gobierno del PNP encabezado por Luis Fortuño Burset, uno de los gobernadores más desastrozos en la historia reciente de este país. Nuevamente me estremecí cuando llevé a cabo las conexiones antes mencionadas. Resultó inconcebible de antemano el hecho de que uno de los organismos más represivos hacia los sectores independentistas o de izquierda en general utilizara una canción que desde su aparición se convirtió, junto con otras, en manifestación de todo aquello que había que extirpar de la sociedad puertorriqueña para hacer de ella una más moderna y controlada. El mismo cantautor al que se le persiguiera hace décadas ahora aparece como avalando una campaña de un cuerpo policíaco al que actualmente se le demanda, entre otras cosas, por violar una buena cantidad de derechos civiles a ciudadanos. Podría pensarse lo siguiente: los tiempos han cambiado. Pero en el fondo también podría decirse que nada ha ocurrido aquí hace años como para generar un cambio significativo y profundo en sociedad.

Las condiciones sociales no cambian simplemente por el paso de los años como creen fielmente muchos. Por otro lado, es altamente probable que muchos y muchas que hayan visto este anuncio piensen que finalmente el independentismo se coló en las esferas que antiguamente lo asediaba. Inclusive, y más allá, podrían pensar que ha llegado el momento en que el Estado comienza a significarse a través de significantes que el propio aparato gubernamental había declarado como enemigos décadas atrás. Lo peor en el fondo es que para las generaciones que nunca se enteraron de estas relaciones, dicho anuncio o su conformación, su creación como texto significante, no significa nada más allá de lo evidente: no más balas al aire en las festividades de fin de año. Y ése es el peligro de todo esto: la aparente vacuidad histórica de las representaciones televisivas para el consumo. En ese sentido, las imágenes, las representaciones, la cultura visual en general, se consume, a través de los ojos y oídos, de maneras inmediatistas, automatizadas, sin mayores llamadas de atención que las que se hacen desde lo superficial.

En este anuncio, al Estado, a su policía, le parece muy bien secuestrar el sentido de origen de una canción como Oubao Moin, se le asigna otro sentido, como si no hubiese ocurrido nada, y a fin de cuentas al amanecer del primero de enero se supo de 5 casos de heridos por balas perdidas. Juan Antonio Corretjer, si viviera físicamente, habría estado escandalizado. Más allá de todo fundamentalismo, esta mezcla es absurda. No es muestra de reconciliación alguna, de reconocimiento por parte de la Policía de que por años abusó de sectores que políticamente se oponían a la relación colonial con los Estados Unidos. Este anuncio, y muchos otros, hacen un llamado a lo nacional, a una supuesta conciencia de pueblo, borrando sistemáticamente todo rastro de pasado sangriento. Redefinir, recortar, diseccionar y rearmar son funciones básicas en la producción de cultura visual, pero este anuncio ha sido un emplaste monumental y, como tal, debe ser desarmado críticamente.