Ha surgido un quinto poder político: las redes sociales. Sin darnos cuenta y frente a nuestros ojos, por lo pronto aquí en Puerto Rico, ha surgido un fenómeno sumamente curioso, donde las redes sociales han comenzado a influenciar, y a veces a determinar, nuestros patrones de comportamiento social, nuestras luchas políticas, y más que nada que definimos como bueno, aceptable, tolerable, vis a vis, a que nos oponemos, repudiamos y sobre todo condenamos.
Las redes sociales, entiéndase lo que en el lenguaje de comunicaciones cibernéticas se llama ¨sociales” o “comunidad”, es fundamentalmente lo que usted logre insertar a través de la red social más poderosa, llamada Facebook. A esta red se le une la otra igual de poderosa pero más limitada llamada Twitter. Ambas promueven de una forma u otra, no sólo que usted se comunique, sino y más que nada que usted exprese sus sentimientos, ideas, frustraciones y alegrías.
En principio, esto suena bien, pero lo interesante es que su frustración puede ser la misma que su vecino, su amiga o su enemiga, y más que nada sus aliados. En esta medida, las redes sociales crean esta metáfora de comunidad virtual en la cual todos y todas nos podemos comunicar y encontrar para compartir sentimientos en común. Eso en principio sería la red, sino fuera que hay otros elementos que hacen exitoso el encuentro entre sus sentimientos expresados por la red, y los de otros desconocidos. Si su sentimiento crea una tendencia (o en inglés trend), entonces como diríamos en el Caribe, hace bulla. Es decir, hace ruido. Esta bulla digital, crea entonces una relación “viral” la cual fuerza a todos y todas a comunicar sus sentimientos sobre un asunto, lo cual, entre otros asuntos, crea estas monumentales campañas a favor o en contra de algo.
Hasta ahí, todo es perfecto y si se trata de un nuevo movimiento social con capacidad de ejercer influencia política en cualquier país. Lo interesante es que ante la ausencia de regulación objetiva, las redes son libres para decir lo que le convenga a quien le convenga. No hay censura. No hay verdad ni falsedad. Lo que hay es sentimientos emocionales encontrados entre los que favorecen o no una situación. Es decir, las redes sociales son sentimentalmente empáticas.
Mi problema es que cada día que pasa, por múltiples criterios que tengo, me comienzo a distanciar de todas las campañas que se desarrollan en la red. Sobre todo que mi posición en contra de ciertas campañas es sobre cogida por la fuerza de la propia red, la cual deja de ser tolerante a la diversidad, diferencia y deja de ser plural.
Entonces, ¿no será momento de comenzar una campaña para democratizar las redes sociales, para que se constituyan en un parlamento genuinamente de la diversidad y creyentes en la democracia? Veremos.