El país que no existe

Crítica literaria
Typography
  • Smaller Small Medium Big Bigger
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

En The Portable Famine[i], poemario de Rane Arroyo (1954-2010), artista de performance y escritor gay puertorriqueño, de la región centro-oeste de los Estados Unidos, hay una curiosa invocación a Ricky Martin, específicamente en el poema titulado “Mortals: London Poems”. Hacia el final del poema, y tras haberse desplazado todo el día por espacios diversos de la urbe londinense, vemos al sujeto poético entrar a una tienda de discos en donde tocan la música de Ricky Martin (56). El poema concluye con un apóstrofe al astro boricua: “Amigo, we’re sad/ ambassadors from a country/ that doesn’t exist. Will it ever?” (56).

Para buscarle sentido a estos versos hay que considerar que con Ricky Martin el caminante comparte una identificación como puertorriqueño. En la quinta sección del mismo poema, tras transitar por gentiles jardines londinenses, también recorridos por perros, sufragistas abandonadas y activistas con celulares, llega a proclamar su nostalgia no de los Estados Unidos, sino de Puerto Rico:

Strolling through genteel

gardens contested by dogs,

abandoned sufragettes and

activists with one-cell cell phones.

It’s not America I miss, but

Puerto Rico. (55)

Sin embargo, en otro poema de la colección, “Returning to Puerto Rico as a Stranger”, reconoce, ya desde el título, un sentido de extrañeza, ante una tierra ancestral a la que describe como “a crime scene without a crime” (22). Llega, más aún, a afirmar que “the dead don’t care about my family roots” (22), delatando lo que Homi Bhabha llama “unhomeliness”[ii], un estado de perenne desplazamiento, una situación liminal experimentada por el sujeto suspendido entre tradiciones culturales en conflicto. Entre la evocación nostálgica de su identidad isleña, en el contexto anglo de un jardín londinense, y la renuencia a abrazar la isla de Puerto Rico que visita más como extranjero que como puertorriqueño, en The Portable Famine estamos ante un sujeto nómada, un trotamundos sin un lugar fijo al que pueda llamar “hogar”.

En la invocación a Ricky Martin, en la tienda de discos en Soho, en Londres, resalta la tristeza ante la idea de ser embajador, es decir, de representar a “un país que no existe”. Tanto el hablante como Ricky Martin figuran como embajadores de la isla de Puerto Rico en Londres: el “turista sin cámara” (55) que es el hablante lírico, con su modo de verse, entenderse y de ser, mientras camina por Soho, y el cantante boricua, con su música. Hay que notar que en el caso del sujeto poético que transita los poemas de Arroyo estamos ante la versión queer de un Ulises que se embarca en una odisea poética en gozosa aceptación de su identidad homosexual.

Ya antes de entrar a la tienda de discos donde tocan la música de Martin, reflexionaba el caminante sobre la entrepierna del artista en los siguientes términos:

Ricky Martin’s crotch is a puzzle

to the purists. […]

It’s an age in which Brown might not

be a bastard on the color wheel.

Ricky is a bottom on top, trickster

with copyrighted codpiece. Sure, I

wouldn’t kick him out of my hammock.[iii] (56)

Al reconocer que no lo botaría de su hamaca, así tornándolo en objeto de su deseo homoerótico se pone de manifiesto la identificación de género queer que es fundamental para entender la propuesta poética de Arroyo. Podemos, además, colegir que el hablante se identifica étnicamente con ese color “brown” atribuido a los latinos en los Estados Unidos, y que tienen en común él y Martin. La perspectiva de los versos de Arroyo sobre un país que no existe es definitivamente diaspórica, toda vez que tanto el poeta como el cantante son puertorriqueños residentes en los Estados Unidos.

La invocación de Arroyo tiene la elocuencia hiriente de una pregunta distendida hasta el punto del desgarre, pregunta manoseada que enuncia la dificultad de su propia respuesta. ¿Existe un país llamado Puerto Rico? ¿En qué sentido? ¿Encierra el concepto de “país” esas comunidades políticas imaginadas de manera tan limitada como soberana[iv], a las que Benedict Anderson adjudica el concepto tan problemático como ineludible[v] de “nación”?

Si aceptamos la definición de nacionalismo de Anderson como aplicable a la configuración de Puerto Rico como país, no cabe duda de que desde el punto de vista de los puertorriqueños, existe un país llamado “Puerto Rico”, colonizado, pero país al fin; una comunidad de intereses con una extensiva identificación común en lo económico, lo político, lo social y lo cultural. Incluso los más acérrimos defensores de la estadidad en Puerto Rico han llegado a proclamar el oxímoron de una “estadidad jíbara”, lo que demuestra el deseo de acceder a los beneficios económicos de la estadidad sin dejar de lado la idea nacionalista de preservar rasgos culturales tradicionalmente asociados al “puertorriqueñismo”, dentro del imaginario cultural isleño.

Somos un país. Esto es tan cierto para los habitantes de la isla, como lo es para los boricuas en la diáspora. Pero, si, hoy por hoy, hay más puertorriqueños (alrededor de cuatro millones seiscientos mil) en los Estados Unidos que en la misma isla (unos tres millones setecientos mil), ¿puede todavía aplicarse la definición de Anderson a la idea de Puerto Rico como país? Existimos como comunidad políticamente imaginada, si bien los puertorriqueños nos encontramos mayormente divididos entre dos territorios, con tradiciones culturales divergentes, separados por el mar.

¿Históricamente hemos sido capaces de imaginarnos como comunidad política soberana? La gestión de tantos próceres demuestra que sí, desde María de las Mercedes Barbudo (1773-1849), considerada como la primera mujer independentista en la isla, Ramón Emeterio Betances (1827-1898), principal promotor del Grito de Lares, Eugenio María de Hostos (1839-1903), “El Ciudadano de América” que abogó fervientemente por la independencia isleña, Lola Rodríguez de Tió (1843-1924), poeta y revolucionaria puertorriqueña, hasta Pedro Albizu Campos (1891-1965), figura cimera del siglo XX en la lucha por la independencia de Puerto Rico, por tan sólo mencionar algunos. Cierto que el nacionalismo ferviente de estos próceres no necesariamente se ha traducido en un consenso a nivel del pueblo, o sea, de la mayoría ciudadana, pero demuestra, con todo, que Puerto Rico ha sido imaginado como comunidad política soberana.

¿Cómo entender entonces el planteamiento del sujeto poético en “Mortals: London Poems” cuando afirma ser embajador de un país que no existe? La perspectiva diaspórica de su posicionamiento sugiere que si Puerto Rico no existe como país es más bien desde la óptica imperial estadounidense. El sujeto poético del poema de Arroyo representa a Puerto Rico ante los Estados Unidos, y en ese contexto hay que entender su afirmación.

La novela Los derrotados[vi], de César Andreu Iglesias (1915-1976), periodista y escritor ponceño que destacó por su afiliación al partido comunista y su ardiente defensa de la independencia para Puerto Rico, se hace eco, si bien muchos años antes (la novela fue originalmente publicada en 1956), del planteamiento en el poema de Arroyo. Las perspectivas de cada texto son diferentes, sin duda, ya que Arroyo escribe su poema en el siglo XXI desde una perspectiva diaspórica, mientras que Andreu Iglesias escribe en la década de los cincuenta desde el marco de una novela nacionalista-albizuista, cuya trama se desarrolla en contexto isleño. Mas, puede verse en ambos textos el desasosiego que produce la “falta de existencia” de un país llamado Puerto Rico.

Los derrotados es crónica del aparatoso fracaso de un grupo nacionalista determinado a consumar una intentona contra un personaje estadounidense, el general Kelly, de visita en Puerto Rico. Gracias al título de la novela, sabemos desde el principio que los esfuerzos de dicho grupo están  abocados a la derrota. No podemos, empero, dejar de admirarnos ante la caracterización de individualidades consumadamente humanas dentro de lo que es la causa colectiva del movimiento.[vii] La preocupación de Andreu Iglesias ante la “inexistencia” de Puerto Rico como país encuentra vehículo de expresión en una mordiente sátira contra el general Kelly. Aunque este personaje antipático es capaz de apreciar la belleza isleña, su “apreciación” enmascara una evaluación de las posibilidades de la isla para la explotación capitalista. Asimismo, le molesta sobremanera la presencia y modo de ser de los puertorriqueños:

Por eso le agradaba tanto su estadía en Puerto Rico. El campo de golf de El Morro era uno de los mejores bajo la bandera americana. La isla entera era ideal para ese deporte. Toda ella parecía un inmenso campo de golf. Lo único molestoso es la gente que la habita. La isla es bella, muy bella… (163)

Para el general la isla no es más que un vasto “campo de golf”, dura imagen que delata la “inexistencia”, desde una óptica imperial, de un país llamado “Puerto Rico”. El sentimiento de tristeza que subyace a la sátira de Andreu Iglesias no es muy diferente del sentimiento que domina al hablante de “Mortals: London Poems” al escuchar la canción de Ricky Martin en la tienda de discos en Soho. “Tristes embajadores de un país que no existe”, eso son tanto Martin como el hablante del poema, en tanto que miembros de la diáspora puertorriqueña en los Estados Unidos. “Tristes embajadores de un país que no existe” son los personajes que componen la patética comitiva boricua que se emperifolla para recibir al despreciativo imperialista, en Los derrotados, como si fuera un héroe, sólo para ser blanco de su desdén cuando no son capaces de hablar el inglés con fluidez; como también lo son, trágicamente, “los derrotados”, es decir el grupo de nacionalistas que fracasa en su intento de afirmar a Puerto Rico como país.

Al presente, proliferan en la isla lujosos complejos turísticos en torno a campos de golf, diseñados primariamente para el turista anglosajón. El acceso a las atracciones de estos proyectos está vedado al ciudadano común puertorriqueño, puesto que requiere matrícula a altos costos. En esta tendencia vemos, en cierto modo, una versión literal de la figuración de la isla como “campo de golf” y nada más, tal y como se representa en Los derrotados.

Desde 1917 la Ley Jones concede la ciudadanía estadounidense a los puertorriqueños. Por un lado, la misma hace asequibles los derechos civiles de la constitución de los Estados Unidos. Por otro, afirma el control imperial estadounidense sobre la isla, como se ve en el poder del gobierno de los Estados Unidos para vetar las decisiones de la asamblea legislativa bicameral. Ciudadanos estadounidenses, pero con una identificación nacional con un país que no es plenamente reconocido como tal dentro de la comunidad de las naciones; en tal disyuntiva nos encontramos los puertorriqueños; muy lejos de acceder al “ámbito de la ciudadanía reconocida”[viii] como país por derecho propio. Ya lo dijo José Martí: “El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país”.[ix] ¿Seremos capaces de pensarnos como un país libre, más allá de un anquilosado nacionalismo, con todo lo que ha demostrado tener de purista, patriarcal, sexista, homofóbico y opresivo? Los versos de Arroyo ciertamente nos invitan a imaginar nuevas y más inclusivas maneras de pensar en la existencia de un país llamado Puerto Rico.

La autora es escritora y catedrática auxiliar de literatura colonial latinoamericana en Marquette University, Milwaukee, WI, U.S.A.

Notas


[i] University of Missouri-Kansas City: BkMk Press, 2005.

[ii] The Location of Culture. New York: Routledge, 1994.

[iii] Esta última idea alude al musical u ópera beat Hair y, en particular, al personaje de Woof, quien dice famosamente: “Well, I wouldn't kick Mick Jagger out of my bed, but uh, I'm not a homosexual, no”.

[iv] Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. London: Verso, 2006.

[v] En Nación Post Mortem: Ensayos sobre los tiempos de insoportable ambigüedad (San Juan, Puerto Rico: Ediciones Callejón, 2002), Carlos Pabón problematiza el concepto de “nación”, en el contexto puertorriqueño, como “muerto viviente” o “zombi” que sin estar vivo tampoco está muerto.

[vi] 2da. Edición. Río Piedras, Puerto Rico: Editorial Cultural, 1964.

[vii] Andreu Iglesias valientemente muestra, asimismo, la doble vara moral que se les aplica a las mujeres dentro del movimiento nacionalista. Esto se ve especialmente con el personaje de Monse, mujer íntegra y fuerte dedicada en cuerpo y alma a la causa. Para su consternación y coraje, es excluida del operativo central en la narrativa por el simple hecho de ser mujer.

[viii] Del que habla Beatriz Gimeno, activista española a favor de los derechos LGBT, para referirse a la exclusión que sufren las lesbianas en la esfera de la agencia política.

[ix] Nuestra América. http://www.ciudadseva.com/textos/otros/nuestra.htm