Cómo dije, pero repito: luchar contra nuestros prejuicios no es fácil, pero hay que hacerlo

Cartas de un(a) Antillano(a)
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Al ver la reacción inicial de los miembros populares y penepés de la Cámara de Representantes a las propuestas legislativas para alcanzar la equidad y continuar luchando contra los prejuicios que todavía hoy tenemos como sociedad, tuve un flash back. Regresé al momento que viví hace más de 20 años cuando era asesor legislativo del Gobernador Rafael Hernández Colón y bajo el liderato vertical de la senadora Velda González y el apoyo decidido de Miguel Hernández Agosto, como Presidente del Senado, el Senado había aprobado con el respaldo de La Fortaleza, el proyecto de ley que tipificaba como delito la violencia doméstica.

Lo que está pasando hoy, me hizo recordar que cuando el proyecto de ley contra la violencia doméstica llegó a la Cámara de Representantes, parecía destinado a morir. Los mismos argumentos retrógradas que hoy se hacen, se hacían entonces: "Esa ley no es necesaria, para eso ya hay otras leyes"; "si aprobamos esta ley, a dónde vamos a parar"; "esta ley va a provocar que los Tribunales se llenen de casos porque las esposas van a denunciar a los esposos por cualquier tontería", y otros similares.

Al igual que hoy, ninguna de las personas que se oponía a la medida en la Cámara hace más de 20 años, se atrevía a decir su verdad: para ellos, insultar a "su mujer", humillarla o pegarle, "de ser necesario", era algo natural "y parte de nuestra cultura". Al igual que hoy, los que se oponen no se atreven a decir lo que de verdad sienten y piensan: no quisieran tener a un homosexual de vecino, ni de pariente y se quisieran reservar el derecho a no emplear a una persona si sospechan que es gay o lesbiana "porque son raros".

Pero, afortunadamente, al igual que hoy, en aquel momento las mujeres y hombres que luchaban para erradicar la violencia doméstica no se quitaron y muchos reconocieron sus prejuicios y aceptaron dar un paso al frente para erradicarlos. Recuerdo que cuando el proyecto se llevó a votación, finalmente, no sabíamos con certeza si iba a tener los votos para ser aprobado, pero al llegar la hora de la verdad, el momento histórico se impuso a los temores políticos y a los prejuicios. Los rostros de aquellos reaccionarios votando A FAVOR, (de mi partido y del PNP) nunca los olvidaré. El resto es historia. Hoy, nadie se atreve a negar que la Ley 54 fue un paso gigantesco de avance a favor de las mujeres puertorriqueñas, aunque siga siendo un grave problema social contra el cual hay que seguir luchando todos los días.

Tengo la certeza de que lo mismo sucederá en este momento. Las fuerzas de la historia se impondrán sobre los miedos, los prejuicios y el cálculo político. A los miembros del PNP que dicen que luchan por la igualdad política (según ellos la definen), no olviden que la igualdad humana es pre-requisito para cualquier modelo de igualdad política. A los miembros de mi partido en la Cámara, hombres y mujeres, que sepan que para eso son mayoría, para propiciar cambios reales, no para ser detentes del cambio social. Además, si estaban en contra de estas medidas, debieron pararse en la Asamblea de Programa de Gobierno del PPD y decirlo de frente. Decirlo ahora, luego de que ganaron su escaño con esas promesas en el Programa de Gobierno, no solo es un acto de cobardía, sino también de negación democrática.

Los invito a que hagan lo mismo que hicieron los que les precedieron hace 20 años, confrontados con las fuerzas de la historia. No se trata de partidos, se trata de dignidad. Ya el Senado se creció y ahora le toca a ustedes: voten A FAVOR. Voten SÍ. El veredicto del juicio de la historia está pendiente.