A mi Pueblo

Cartas de un(a) Antillano(a)
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altDurante los 30 años que llevo encerrado en los gulags estadounidenses, he vivido experiencias buenas y malas, he enfrentado grandes desafíos, abusos e injusticias. Siempre he tratado de lidiar con los retos que he encarado. Algunas veces con éxito, y otras veces pagando el precio por haber fallado.

Un hecho que no se puede negar es que el enemigo de la causa que he escogido servir nunca ha cesado con sus intentos para romper mi espíritu de resistencia y lucha. Sé que esto es cierto porque carceleros que me conocen por muchos años y que me respetan por mis principios, me han informado que hay elementos en las altas esferas del Buró de Prisiones y de otras agencias federales que pretenden mantenerme preso por todo el tiempo que sea posible.

Pero lo importante, creo, es que he podido sobrevivir en este mundo tóxico, deshumanizante y violento, sin perder mi sentido de humor, con mi espíritu y voluntad para luchar y resistir intactos, con mi corazón lleno de amor para mi pueblo y por la justicia y la libertad, y con mucha fe en la capacidad del ser humano para hacer que el mundo sea uno mejor y más justo.

Las tres décadas de existencia en las mazmorras me han servido de mucho aprendizaje y de crisol. He aprendido mucho de presos y de carceleros. He experimentado la alegría y satisfacción de poder ayudar con la alfabetización de un preso o con ayudarlo a descubrir sus energías creativas y ser un ser productivo. He podido ayudar con esfuerzos para mejorar las condiciones, para crear programas o para que no los eliminen. He podido ayudar a crear pequeños grupos de estudio para despertar interés y conciencia en presos que quieren trascender su enajenación y dedicarse a luchar en sus comunidades al salir de la prisión. Hasta he aprendido a dibujar y pintar un poquito.

Puedo afirmar que las tres décadas me han servido para acrisolar mi identidad boricua, mi amor por la Patria, y por la lucha por un mundo mejor y más justo. Navegar en el medio ambiente de los gulags no es fácil, porque el racismo institucional y entre presos está bien atrincherado. Cada día hay menos programas de rehabilitación y menos ayuda para los presos. Ello contribuye mucho al hacinamiento y a la reincidencia. Esas condiciones, creadas por la burocracia, es para seguir creciendo y fortaleciendo, pero querer es poder. Hay que luchar si se pretende convertir a las prisiones en escuelas y universidades. Seguiremos pa’lante con mucha esperanza y valor.

¡Que Viva Puerto Rico Libre!

 

En resistencia y lucha,

Oscar López Rivera