¿Qué significa Oscar?

Caribe Imaginado

altOscar López Rivera, oriundo del pueblo de San Sebastián, es el preso político más antiguo en todo el mundo. El que no conoce su historia, podría presumir que está preso en una cárcel en Cuba, un país comunista, al que se le imputa tener decenas de presos políticos en sus cárceles. Lo paradójico del asunto es que recién cumplió treinta y dos años confinado en una cárcel de los Estados Unidos, país que hace alarde de ser el paladín de los derechos humanos. Oscar fue convicto del delito de conspiración sediciosa: planificar el derrocamiento del gobierno de ese país. A pesar de que nunca se le probó ser autor intelectual ni material de ningún hecho violento, su vinculación a las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), grupo armado que profesaba la independencia de Puerto Rico en los estados Unidos, fue suficiente para que se le condenara a una extremadamente larga condena en prisión.

Durante 32 años de encierro, Oscar ha sufrido torturas físicas y psicológicas, doce años de encierro en un calabozo, aislamiento total de sus familiares y hasta la prohibición de viajar al entierro de su madre. Sin embargo, el afán de doblegarlo ha sido inútil. Su espíritu se ha mantenido sereno, indómito y libre. Su conciencia limpia y clara. Su lucha, incólume. Su pensamiento enfocado en la única aspiración posible: la libertad de su país. Para los que anhelamos ver nuestra patria liberada, Oscar es un símbolo y un ejemplo vivo del decreto de Don Pedro Albizu Campos: “La patria es valor y sacrificio”.

Son muchos los valerosos boricuas que han asumido la misión de lograr, cuanto antes, la liberación de Oscar. Así, han hecho infinidad de reclamos al gobierno estadounidense para lograr que se le libere, habiendo ya cumplido 70 años de edad. Su objetivo persigue que el Presidente Barack Obama, le conmute la sentencia y hacer realidad el sueño de tantos de ver a Oscar regresar el suelo patrio. Luego de tantos años de lucha, el caso de Oscar ha logrado la unidad de propósito de miles de puertorriqueños y puertorriqueñas de diversas edades, nacionalidades, ideologías políticas y religiosas, en pro de su excarcelación. En el aniversario número 32 de su reclusión, se hizo un llamado a decenas de personas a encarcelarnos por treinta minutos, en un sencillo, legítimo y emotivo acto de solidaridad para y por Oscar.

En los momentos en que me tocó estar “encarcelada”, una mujer se me acercó y me dijo: “no soy la misma luego de que salí”. Tiene razón. No somos los mismos, luego de ese breve pero apreciado encierro, que nos permitió reflexionar sobre el valor del sacrificio de Oscar, así como de tantos otros prisioneros y prisioneras políticas, que entregaron su libertad a la noble causa de la independencia patria. Ese espacio nos permitió reevaluar nuestro compromiso con la libertad de nuestro país y la urgente necesidad de formar las presentes y futuras generaciones para lograrlo. Ahora más que nunca y ante la profunda crisis que vivimos, es indispensable arreciar la lucha por Oscar y por todos y todas los que como él, han mantenido nuestra patria viva y nuestro ideal ilustre. ¡Viva Oscar! ¡Viva Puerto Rico libre!