A 33 mil pies…

Creativo

altCuando Shadrick se sentó en su silla del pasajero 28C, del vuelo que lo conducía a su destino, siempre supo que sería un vuelo para no volver jamás. Lo pensaba así pues por primera vez en su vida regresaba a la tierra de su madre. Siendo hijo de un hombre migrante de un continente de esclavos, quien conoció a su madre en la principal cafetería de isleños sita en la gran urbe, Shadrick pensaba siempre que cuando llegara a dicha isla, se daría un encanto que no le permitiría regresar. Por esa intuición fue que compró un pasaje de ida, sin retorno, a la espera que algo le cautivara en la tierra de su madre.

Una vez sentado, los pasajeros no dejan de transitar por el pasillo que le quedaba a su derecha. A los minutos de una fila interminable llegó una mujer de tez mulata, cuadraba en bolsos, pero delgada en espíritu, posando una profunda blusa color rojo, un par de audífonos color blanco, que luego de pedirle mil disculpas, solicitarle ayuda para poner sus bolsos cuadrados en el compartimiento superior del asiento, entró con más tropiezos por encima del escuálido cuerpo de Shadrick y se sentó en el asiento 28A. No se sentó sin antes dejar dos bolsos en el asiento que les quedaba entre medio, tal si lo reservara para alguien.

En su español entre-cortado, y con mucho respeto Shadrick a penas con 23 años y una vida aún sin vivir, se dirigió a la señora con respeto:

‘ - Permiso señora, ¿usted cree que podamos acomodar sus bolsos, de forma tal que pueda ir yo más cómodo?

Le preguntaba él con tranquilidad de espíritu esperando siempre una contestación de cortesía. Sobre todo al comienzo de un viaje de varias horas, hacia un destino del cual tan sólo él conocía bien a su madre. Pero ni con la gente ni con la isla tenía él experiencia alguna salvo que fuera por vía de las fotos y cafetines de la orbe y las personas que por allí transitaban.

- Pues claro que las muevo mijo si aquí estamos para resolverle los problemas al que fuera.

Ella procedió a mover sus bolsos cuadrados y los dispuso debajo del asiento del frente. Nuevamente volvió a su música la cual la tenia capturaba en sus audífonos.

Shadrick la miraba de reojo. Quería conversarle pues apenas era una mujer unos años mayor que él, y su ritmo musical ese que entonaba con el bolígrafo que sostenía en la mano derecha, le hacía pensar que se trataba de algo interesante. Shadrick pensaba que esta mujer de unos 27 años en apariencia, podría convertirse en su amada eterna. Sería la mujer de la isla de su madre, que le daría continuidad a esa forma de ser tan de su madre. Esa forma que él pensaba era tan de los de la isla.

Pero entre el ritmo de sus manos, donde le pegaba rítmicamente a su mulos, Shadrick elevaba su plegaria a los creadores y les pedía que esta fuera la mujer a ser amada. Pensaba en todas las cosas que podría hacer con ella una vez llegara a su isla querida.

Por lo pronto para él todo lo que fuera rítmico, sacado de la tierra de su madre, le causaba una ilusión en particular, la cual siempre lo llevaba a vivir el momento más allá de lo real. Como no sabía cómo sacarla a ella de sus audífonos y ganar su atención, pensó que si elaboraba un contra ritmo al de ella la lograría rescatar y provocaría un diálogo entre ambos. Pensó que bastaba con esto para que ella le hiciera caso. Así que decidió tocar una canción rumbea de salsa, al ritmo de rock según el grupo Queen.

Con un bolígrafo en mano, para imitarla a ella, se acordó de Ismael Quintana y un viejo éxito de la década de 1970, que su madre utilizó para enseñarle a bailar rumba, La blusita colorá. Así lo cambio al ritmo de We will rock you del grupo Queen, y comenzó a tocarlo en el preciso momento que el avión despegaba. Como Shadrick se había perdido en la relación de tiempo y espacio, solo se dejaba llevar por su mal humor con su vecina que no le permitía seguir el ritmo que guardaba ella dentro de sus audífonos y más aún que no le permitía conocerle.

Con su manos de pandereta, tal si fuera la versión original de Queen salvo que a ritmo de Ismael Quintana, comenzó a aplaudir fuerte tal si fuera un bajo de percusión. Luego desde sus adentros inició ese cántico profundo de La blusita colorá. Solo que ahora lo decía al ritmo de “vete a arreglar pa fiestar, vamos a danzar, vamos a cumbiar”. Aplaudía fuerte y con sus piernas estrellaba sus zapatos en la alfombra del avión.

Shadrick pensaba en Freddie Mercury mientras veía a Ismael Quintana en medio del escenario contorsionándose al ritmo del rock and roll. Estremecía su cuerpo como lo hiciera Freddie Mercury en el concierto de Wembley en el 1986. Lo cierto es que el rock and roll inundó la espesura de Shadrick, hasta que llegado al punto de los 33 mil pies de altura del avión, la azafata principal, luego de haber escuchado el mensaje del piloto decir que ya se podían desabrochar sus cinturones, se paró corriendo y fue a donde él. Le tocó al hombro, y sólo ahí Shadrick salió de su viaje rockero salsero.

En ese preciso momento la calma regresó al avión. Todo se hizo silencio. Se trataba de lo común para la ocasión.

La mujer se viró y lo miró. Le sonrió. Y se presentó.

- Soy Michaela. Vendedora de perfumes. Perdone que no le pueda hablar, me estoy memorizando las instrucciones de venta de un nuevo producto y tengo que mantener un ritmo, pues son 33 productos que tengo que aprender.