Arturo Hernández: el poeta que se convirtió en activista político

Voces Emergentes

Conozco a Arturo Hernández González desde que tengo un poco más que uso de la razón. Lo conozco desde que cursé mi primer año, y en particular, mi primer curso de verano, de la carrera de derecho. Él era un estudiante de último año de derecho, mientras que yo me encontraba [aún] en las filas de los aprendices. Ambos nos encontrábamos en ese momento en la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana tomando un curso de Derecho y Cambio Social bajo la dirección del destacado constitucionalista y distinguido profesor Carlos Gorrín Peralta. Fue un verano significativo en mi vida, sobre todo por haber conocido a Arturo Hernández González.

Era el verano de 1982. Se trataba de un año particularmente difícil. Ya había pasado el Cerro Maravilla, y los asesinatos políticos de Santiago Mari Pesquera, Carlos Soto Arriví y Arnaldo Darío Rosado, Carlos Muñiz Varela y Ángel Cristóbal Rodríguez (1976 a 1979); el asesinato de Adolfina Villanueva (1980); la represión al movimiento estudiantil en la huelga de la Universidad de Puerto Rico (1981); y el desalojo violento, causando la muerte de un policía, de la comunidad pobre de Villa Sin Miedo (1982). Por esto lo digo, no se trató de cualquier verano, sino de uno particular en el cual el País maduraba a partir de varias crisis políticas con altos niveles de represión contra los sectores de izquierda y liberales por parte del estado, y más que nada contra los sectores populares, negros y pobres.

Entrevistar 32 años después al distinguido jurista y excandidato a la gobernación por el Movimiento Unión Soberanista (MUS), Arturo Hernández González, debe ser examinado a la luz del contexto particular en el cual nos conocimos. Es decir, éramos dos jóvenes idealistas, insertados en un curso particular para cualquier facultad de derecho, analizando jurídicamente el contexto en el cual transitaba el País. La vida nos demuestra que la formación en un ser humano puede ser determinante. El verano del 1982, sumado a otros procesos en la vida de Arturo Hernández, le permitió haber realizado en 85 días una campaña política meteórica, alcanzando la quinta posición en seis partidos, en las elecciones de noviembre de 2012.

Pero, como diría Calle 13, “las memorias son muerte vivida”. No obstante en el caso de Arturo Hernández se constituyen en un referente para entender la vida y obra de una persona que desde muy temprana edad se consagró a luchar por la justicia social, y dentro de este proyecto, a luchar por la soberanía e independencia de su patria: Puerto Rico.

Hijo de una familia originaria de Jayuya la madre y Quebradillas en el caso del padre, que luego se relocalizaron a la ciudad de San Juan, a la urbanización obrera-clase media asalariada de Puerto Nuevo. Su padre fue primero maestro, sobre todo allá en Jayuya donde había conocido a su madre, y luego se hizo abogado. Su madre era ama de casa. Era una familia boricua de la década de 1950, la cual terminó en una separación y divorcio de los padres, aunque siempre manteniendo en el seno de la familia un grado de unión y sobre todo de visión. De este núcleo inicial hay tres hermanos. De otros núcleos que continuó gestando el padre, suman en total 10 hermanos y hermanas.

Su madre, junto a sus tres hijos, del cual Arturo Hernández es el menor, se mudó a la urbanización de sectores populares de Country Club en Carolina. Allí fue donde Arturo dio sus primeros y fundacionales pasos.

Se trató de una familia muy consagrada a las artes y al pensamiento liberal, enmarcado dentro de un nacionalismo influenciado por la figura de Don Pedro Albizu Campos. Fue una familia que mantuvo una línea de valores, y donde la madre se consagró al cuidado de forma esmerada de sus tres hijos, siempre apoyada por un padre que fue presencial.

En la familia del padre había muchos abogados, y entre otros se destaca la figura de Francisco Hernández Vargas. Este no solo fue un destacado poeta, jurista, pero por encima de todo, fue el abogado de Don Pedro. Posiblemente de este tío es que le surge con mayor fuerza la combinación del amor a la patria, la práctica de la poesía, y el ejercicio de la práctica de la profesión con mucha tenacidad.

DN: ¿Dónde estudiaste?

AHG: Fui a la escuela modelo Ángel Ramos, hasta sexto grado. Luego de séptimo a duodécimo, estudie en la Escuela Bautista de Carolina. Entré a la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. De ahí me gradué, y luego ante la incertidumbre de qué hacer, ingresé a la Escuela de Derecho de la Universidad Interamericana.

DN: Conozco tu trayectoria social, como presidente del Colegio de abogados, pero ¿por qué insertaste en la actividad política partidista?

AHG: El Colegio de Abogados es una ilustre institución, que me permitió, mucho antes de ser presidente en otros cargos que ocupé, entender las necesidades del pueblo menos afluente económica y políticamente de Puerto Rico. Este proceso me sensibilizó, y posiblemente creó las bases para que me insertara luego en la política partidista.

Luego en el devenir, por vía del fenecido amigo y abogado David Noriega, José Ché Paraliticci como a su vez por Julio Fontanet entre otros, me enteré que había un colectivo político llamado Movimiento Unión Soberanista (MUS) y decidí afiliarme al mismo. Me pidieron estos colegas si estaba disponible para afiliarme como candidato a la legislatura. Nunca había sido participe de la política partidista. Pedí tiempo para meditarlo, y reconociendo lo complejo del proceso, decidí participar.

En agosto de 2012, surgió una crisis en el MUS cuando el candidato a gobernador Enrique Vázquez Quintana, decidió renunciar repentinamente. No había candidato para sustituirlo, se les consultó a otros colegas como Julio Fontanet, Mariluz Guzmán y a mí, y yo me ofrecí a hacerlo. No tengo tradición de este tipo de quehacer político. Yo era en ese momento un libre pensador, influenciado por mi trabajo en el Colegio de Abogados, y mi única vinculación con la política partidista había sido en el 1980, cuando fui funcionario de colegio electoral bajo la insignia del Partido Socialista Puertorriqueño, del cual fui miembro con carnet de simpatizante y llegué a vender el periódico Claridad en los semáforos de Carolina.

DN: ¿Cómo fue la experiencia de correr para gobernador en el 2012?

AHG: Siempre hay que recordar, que sólo lo hice por 85 días. Pero fueron 85 días que requirieron mucho sacrificio personal, y familiar, durmiendo a veces apenas tres horas al día. Había muchas actividades a las cuales me tuve que insertar, sin hacer muchas preguntas. Fue muy intenso y conllevó mucho sacrificio.

DN: ¿Valió la pena el esfuerzo?

AHG: La experiencia me permitió crecer mucho. Ver a mi país de otra forma. La experiencia como presidente del Colegio de Abogados, me había dado cierto grado de exposición. Pero correr para gobernador me permitió proyectarme a nivel nacional, y esto en sí mismo conlleva un alto nivel de responsabilidad. La gente comenzó a identificar a uno allí donde lo encontraban. Era tener que reconocer que todos los días la gente te habla, te comenta y te pide consistencia y continuidad. Entonces esto me permite entender y comprender de otra forma al país.

Me permitió sensibilizarme a otras corrientes ideológicas como las del Partido del Pueblo Trabajador (PPT), Partido Puertorriqueños por Puerto Rico (PPR) y el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP). Pero también nos permitió sensibilizarnos con las posturas del Partido Popular Democrático (PPD). En este sentido es ver al país de otra forma y reconocer que hay buenas ideas en distintos sectores y no solo en nosotros, los que estábamos bajo la insignia del MUS.

Este proceso me impone una gran responsabilidad. Y como uno está vinculado a trabajar por las causas justas del país, se impone esta condición como un deber moral por la lucha de nuestra patria.

DN: Nosotros participamos en un Frente Amplio el 19 de agosto de 2012, el cual se convirtió en una Mesa Amplia de Diálogo para las elecciones de noviembre de 2012. ¿Cómo podríamos hacer política de otra forma en Puerto Rico?

AHG: El Frente Amplio fue muy apropiado para recoger todas las fuerzas sociales, sin protagonismos, para presentar una voz única, a partir de la diferencia. Creo que esta experiencia, o la de la Mesa Amplia de Diálogo, nos permite crear una convergencia política que nos ayude a aspirar, a impulsar, una reforma legislativa sin precedentes en Puerto Rico, que permita que se puedan seleccionar de forma continua a los partidos minoritarios.

También podríamos hacer una convergencia entre el MUS, PPT, PPR y el PIP para impulsar, en aquellos municipios donde los alcaldes ganan por escaso margen, un candidato único. Intentar constituir un nuevo país desde la gobernanza municipal, que cree un precedente al cual podamos hacer referencia.

DN: Mariluz Guzmán es hoy la presidenta del MUS, ¿A partir de las lecciones aprendidas, que le recomiendas?

AHG: Luego de las elecciones en la subsecuente asamblea del MUS, tuve la iniciativa de sugerir que el partido debería continuar bajo la dirección de una mujer. En particular, porque la coyuntura política lo requería. Propuse a la compañera Guzmán para sustituirme. Hubo una negociación y ella asumió la presidencia y yo me quedé de primer vicepresidente.

Mariluz Guzmán está realizando un trabajo excelente hoy. Ha puesto al partido y su figura en un sitial de comentarista de los problemas nacionales. Es una mujer de izquierdas, que vive con mucha flexibilidad, desde la inclusión, la diversidad y sobre todo las alianzas. Si me preguntas, la invito a seguir por la línea en la que va, pues al MUS como a la transformación del país le he está haciendo bien.

Nosotros colaboramos en varios foros, y yo como presidente del Comité Puerto Rico en la ONU (COPRONU) presido la delegación que va ahora para la Habana, Cuba, a la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), a la cual también va la compañera Guzmán. Es un momento importante, y poco a poco como partido nos vamos abriendo camino.

DN: En tres puntos, ¿cómo podríamos transformar el País?

AHG: Me parece que lo más importante: adquirir la soberanía e independencia nacional. A la espera de esto, tenemos que, primero, luchar por el país, no abandonarlo. En segundo lugar, debemos promover la educación del País. En tercer lugar, promover soluciones concretas que le permitan confrontarse con su/nuestra problemática. Por ejemplo, ¿por qué no podemos comprar petróleo barato a nuestros vecinos? ¿Por qué tenemos que continuar con las leyes de cabotaje, que nos impone la marina mercante de los EE.UU., la más cara del mundo?

Tendríamos que exigirle un mayor grado de compromiso a las empresas multinacionales que operan en Puerto Rico. Que contribuyan al desarrollo. Esto incluye también desarrollar por vía de prácticas de democracia participativa soluciones colectivas a nuestros problemas.

DN: ¿Volverías a la política partidista electoral?

AHG: (Se ríe a carcajadas). Se trata de una pregunta capciosa y compleja. Tendríamos que ver. Hay que evaluar la situación y ver en un análisis coyuntural, si se trata de una decisión patriótica, entonces lo haría. Pero hay que ver la situación. El poder no es algo que me mueve. Ayudar a la patria sí. Llegado el momento habremos de decidir qué hacer.

DN: ¿Cómo ciudadano privado que es lo más que ansias en tu vida diaria?

AHG: No sin contradicciones, lo más que ansío es mi vida privada. El anonimato. No es fácil, pues asumí unas responsabilidades. Ahora bien, lo que he hecho, junto a otros esfuerzos de tantos y tantas otras, espero que esta pérdida de privacidad contribuya, con muchos otros factores, a conseguir la soberanía plena e independencia de mi patria.


Escuchaba a Arturo Hernández, con esa entonación y pasión particular que lo han caracterizado siempre como un gran orador, a veces un tanto decimonónico, pero también como un insigne patriota del Siglo XXI. Ante su oratoria final, me insertó en un profundo viaje de liberación nacional. Como en la obra de Dario Fo, La muerte accidental de un anarquista, decido que esta no sea la última pregunta. Por el contrario inserto dos preguntas, para que esta entrevista tenga dos finales.

DN: Con curiosidad te pregunto, a la cumbre de la CELAC, ¿quién va, el gobierno o los Movimientos de Liberación Nacional de Puerto Rico?

AHG: Nosotros, entendemos que el gobierno de Puerto Rico debe aceptar la invitación del presidente venezolano, Nicolás Maduro. Pero si no tiene nuestro gobierno el valor de participar, entonces nosotros como pueblo, debemos aceptar la invitación e integrarnos, como Movimiento de Liberación Nacional. Al hacerlo, estaríamos poniendo en práctica la política pública del propio gobierno de Puerto Rico de regionalizarnos e integrarnos a los pueblos hermanos del Caribe y América Latina.

Hoy Nicolás Maduro, siguiendo los pasos de Hugo Chávez, retoma la batuta de Simón Bolívar. Por esto, si el gobierno hoy no responde, entonces nosotros como pueblo debemos de responder asumiendo el deber patriótico de insertarnos en cada instancia que valore nuestra independencia y soberanía nacional.


La contestación de Arturo Hernández González, me fuerza a continuar mi viaje por la senda de Bolívar, Betances, Filiberto Ojeda Ríos y sobre todo un segundo final a la Dario Fo. Me voy en un viaje en dirección a la ternura más básica: una invitación a la libertad.

Pensando en la libertad me acuerdo como en verano de 1982, en el último día de reunión del curso del profesor Gorrín Peralta, el joven –casi- abogado - Arturo Hernández le pidió permiso al profesor para despedirse de la clase, y también de la facultad ante su inminente graduación, con un poema. En este caso, no un poema de su distinguido tío Francisco Hernández Vargas, sino por el contrario un poema de su propia autoría.

Para alguien como yo que nunca ha sido poeta, pero que aprecia profundamente la poesía y a los seres queridos y queridas que la practican, puedo dar fe, que ayer como hoy, mantengo grabada en mi memoria –que es mi vida- el recuerdo del contenido del poema, como a su vez la oratoria que lo acompañó.

Ante esto le pedí a Arturo Hernández González, el hoy destacado político y jurista, que terminara la entrevista recitándonos el poema que lo devuelve a su punto de origen: el poeta que hay en él.

Póstumo


Extraedme cuando muera la roja sangre de mis venas,

plasmadla en forma horizontal

de tres hileras sobre una tela.


Bajad del cielo un pedazo

y en forma de triángulo

colocadlo en el extremo

de la izquierda.


Extráiganme entonces el alma

y de ella, colocad dos franjas blancas,

entre las tres hileras primeras,

y sobre el triángulo azul de la izquierda

colocadle blanca una estrella.


Y que sea ese mi entierro,

que de mis despojos se haga

un humilde homenaje a mi tierra.


-Arturo L. Hernández González-