El régimen de Corea del Norte, una macabra comedia

Agenda Caribeña
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altEl día del nacimiento de Kim Il sung los cielos se abrieron, desde una montaña rayos luminosos se abrieron por paso por entre todo el contorno circundante del lugar, el viento se tornó espectacularmente fresco, una lluvia de flores hermosas irrumpió de repente, pájaros volaban formando círculos perfectos, un pequeño grupo de elegidos pudo presenciar de primera mano tal acontecimiento de epopeya. Nació en una montaña en medio de un prodigioso acontecer el elegido por los dioses para que fundara la sacrosanta República Democrática Popular de Corea. Según el mareante y payaso aparato de propaganda norcoreano, así fue que llegó al mundo el prohombre Kim Il sung, Presidente Eterno de la República.

Efigie pluscuamperfecta. Pero no fue así realmente, desde luego. Kim Il sung nació en una humilde aldea en los tiempos en que la península coreana era gobernada por el ejército invasor japonés. Sus padres eran dos campesinos analfabetos y el 12 de abril de 1905, el día en que su madre lo trajo al mundo, no pasó nada ni en montañas ni en el cielo. Un mortal más que llegaba al mundo. Pero los norcoreanos no lo creen así, porque allí, en el estado más encerrado y huraño del mundo, todo cuanto diga el régimen es verdad. Régimen que mata mucha gente e inventa surrealistas relatos para sustentar desde una ridículamente caricaturesca perspectiva histórica la “grandeza” norcoreana. Una macabra comedia.

Al norte del paralelo 38 ocurren muchas cosas. Cada cierto tiempo el mundo conoce, por enésima vez, de una nueva amenaza norcoreana dirigida hacia sus vecinos de Corea del Sur y los Estados Unidos. Corea del Norte es un empobrecido país asiático que advino a la comunidad mundial de naciones finalizada la Guerra de las Coreas el 9 de septiembre de 1948, cuando los rusos, en respuesta a la fundación de la República de Corea en la mitad sur de la península aupada por los Estados Unidos, reconocieron el establecimiento de la República Popular Democrática de Corea en la sección norte. El paralelo 38 divide desde entonces ambas naciones. Una paz nunca firmada dio punto final a la guerra. Geográficamente Corea del Norte es una pequeña nación donde poco más del 20% de la tierra es cultivable, cuyo subsuelo está desprovisto de recursos importantes, tiene unos 24 millones de habitantes de los cuales gran parte vive en la más abyecta de las miserias, su producción agropecuaria es en el mejor de los casos famélica, su insignificante industria opera a partir de vetustos y extemporáneos métodos estalinistas  y el nivel medio de educación de su gente transita entre muy bajo a nada. Tal cuadro conduce a cualquier observador a pensar que, dado esos datos, una amenaza de un país tan tétrico hacia los Estados Unidos, superpotencia económica y militar hegemónica en el mundo, sería tomada como una broma. Pero no.

El régimen de Corea del Norte, mientras buena parte de su población pasa hambre y muere a causa de enfermedades absolutamente curables, destina la mayor parte de sus recursos económicos a fabricar armamento nuclear. Dicha idea fue concebida por el fundador del país –el susodicho timonel Presidente Eterno Kim Il sung- a los fines de, con dicho arsenal nuclear a la mano, primero, evitar agresiones militares estadounidenses, y segundo, tener con qué manipular y negociar ayudas con los chinos por una parte y americanos por otra. Una táctica muy efectiva y que ha redituado nada despreciables prebendas al régimen norcoreano. Con esas ayudas, la exportación de arroz al puñado de naciones que mantienen relaciones comerciales con ellos y la venta de material militar casi prehistórico a cierto grupo de repúblicas ancladas en la lógica de la Guerra Fría, la dinastía Kim norcoreana ha podido mantener en pie su esperpento de país y, por lo mismo, dar rienda suelta a una imaginación sin paragón en lo que a reescribir la historia e hilvanar relatos oficiales y propaganda se refiere. De ahí la Corea del Norte que conocemos, una nación donde no hay líneas divisorias entre surrealismo y realidad.

En Corea del Norte la mayoría de las carreteras siempre están vacías. Se pueden recorrer cientos de kilómetros por carreteras cuyo asfalto luce impecable y nuevo sin ver ni una sola persona ni ningún tipo de vehículos en el recorrido. Así lo atestiguan algunos de los poquísimos extranjeros que han podido acceder a este enigmático país. Solo en algunas vías de rodaje en la capital Pyongyang se pueden avistar vehículos y gente andando en bicicleta. El paisaje de dicha urbe capitalina es adornado por gigantescos edificios de arquitectura soviética sempiternamente vacíos. Nadie vive ni entra en ellos. Frente a éstos se ven guardias vigilando las 24 horas del día. Los hoteles donde se alojan los extranjeros están en las afueras de la capital. Todo en ellos está milimétricamente controlado por el gobierno, desde el internet hasta la comida que se sirve. Solo con un permiso especial los extranjeros pueden salir de los mismos sin la compañía de un inescrutable y lúgubre oficial del régimen.

En Pyongyang no hay enfermos mentales ni minusválidos. Todas las personas que se ven se encuentran en buen estado físico y mental. El régimen controla con mano de hierro el acceso a la ciudad. Allí solo viven los cercanos al aparato oficial, tanto el civil como el militar –que es lo mismo-, y aquellas personas que hayan pasado el implacable cedazo oficial. Los gais, locos, minusválidos, poco afectos al régimen y otros elementos de igual pelaje, son confinados a vivir en la periferia y zonas interiores del país. Donde unos son condenados a pasar interminables faenas picando piedras y haciendo burdos trabajos sin sentido alguno tales como ahuyentar aves en los bosques, barrer las ceras de carreteras por las cuales no transitan vehículos, embellecer montañas, limpiar los ríos, custodiar gallinas y descifrar la meteorología…Por su parte, los elementos más peligrosos, quienes hayan sido hallados culpables bajo acusaciones de delitos de sabotaje e infidelidad al timonel de la nación, son llevados a campos de concentración en los cuales el régimen los somete a toda suerte de pruebas físicas y mentales con el objeto de “estudiar la mente de los traicioneros” que no obstante el buen “corazón y cariño” del Líder Supremo del momento y el Presidente Eterno de la República, cometen tales crímenes. Completados los estudios de rigor, los reclusos pasan a la fase de trabajos obligatorios en terrenos abiertos, y una vez finalizada esa fase –la cual puede durar décadas- unos son ejecutados en el paredón y otros forman parte del menú que devoran jaurías de perros hambrientos amaestrados en las tareas de comer gente.

Los descendientes de quienes durante la guerra de los 40 abandonaron el ejército del Eterno Presidente o, según el relato oficial, traicionaron la nación, desde sus primeros días de vida son condenados a vivir en campos de concentración diseñados para ellos en las zonas del interior del país. Jamás conocen la ciudad capital. El régimen creó una categoría de “ciudadanos indignos” para clasificar a estas personas. Miles de niños, desde la más tierna edad, son conducidos junto a delincuentes comunes, enfermos mentales, gais, minusválidos y militares y políticos caídos en desgracia, a pantagruélicos campos de concentración donde pasarán el resto de sus días soportando cualquier cantidad de sufrimientos, vejámenes y castigos. El aparato oficial posee rigurosos registros con los que determina si por las venas de algún recién nacido corre sangre que lo vincule a algún “traicionero” del pasado. Cuando una de estas personas escapa de un campo de concentración, muchas veces, los oficiales del régimen la dejan huir a sabiendas de que lo más probable es que mueran de hambre, calor o frío, según la temporada, durante la huida.

Norcoreanos exiliados en China, Europa y Estados Unidos han permitido que el resto del mundo se entere de estos castigos sádicos perpetrados por un régimen que transita, sin inmutarse, entre las atrocidades más perversas e inhumanas y las payadas más risibles. Por ejemplo, según el decano de la Escuela de Filosofía de la Universidad de Pyongyang, considerado por la nomenclatura norcoreana el “profesor más sabio y culto del mundo”, el señor Kim Il sung escribió 18 mil libros en los que abordó con impecable elocuencia e inusitada profundidad –según el decano- temas militares, económicos, de filosofía, historia universal, religión, matemática, física, ingeniería, ciencias sociales, medicina, arquitectura, música, arte, geografía, gastronomía, biología, literatura, confucionismo, relaciones familiares y deportes, sin dudas un caudal de conocimientos que ni los propios Sócrates, Platón y Aristóteles juntos, en sus más productivos días, pudieron dominar. Los 18 mil libros del señor Kim Il sung forman parte del catálogo que celosamente protege “del peligro extranjero” la Universidad en cuestión (razón por la cual nadie en el resto del mundo ha podido leer ni una sola línea de alguna de esas supuestas miles de obras). Cuando se consideran los 82 años que vivió Kim Il sung –que son más o menos 26 mil días de vida-, haciendo un cálculo a partir de ese dato y otras consideraciones, el resultado es que para poder escribir tamaña cantidad de obras, como mínimo, el señor Eterno Presidente, desde la tierna edad de los diez años, tuvo que haber escrito la friolera de un libro por día y medio sin descanso…Asimismo, en el mausoleo del Eterno Presidente, lugar de peregrinación donde cada norcoreano, so pena de ejemplares castigos, debe ir al menos una vez cada año, un guía de mirada adusta cuenta que el fundador de la nación fue, también, un formidable inventor. Entre  cuyas invenciones se encuentra el misil, objeto sagrado para los norcoreanos puesto que según la historiografía oficial, hubo el día en que, en medio de la refriega cuando transcurría la Guerra de Corea, Kim Il sung, sin la ayuda de nadie, mientras su ejército estaba al borde del precipicio, inventó un artefacto mágico con el cual pudo derrotar de un zarpazo los ejércitos enemigos americanos y surcoreanos. Ese artefacto fue el misil. Y en Corea del Norte, en cada esquina, hay representaciones de ese objeto inventado por el Eterno Presidente, símbolo del “victorioso” devenir norcoreano.

Cuando los grupos de gente entran en el mausoleo del timonel Kim Il sung tienen que mantener el silencio. Una vez frente a la enorme estatua blanca del Eterno Presidente, comienzan a dar vueltas entorno a la misma. La cantidad de vueltas depende de las indicaciones del oficial del ejército que presida el paseo, pueden durar horas dando vueltas sin detenerse. En este recinto se narra con imágenes, objetos, cuadros gigantescos y reliquias históricas la “gloriosa” historia de Corea del Norte. Es el lugar más solemne del país. Todos entran ataviados con sus mejores ropajes, solo son permitidos los colores oscuros. Los guías del lugar, imperturbables gendarmes del relato oficial que sonríen muy poco y se saben de memoria todos los episodios de la vida del fundador de la patria, pertenecen a los cuerpos castrenses norcoreanos. Y son vigilados por cámaras y oficiales de mayor rango que se ocupan, igualmente, de velar porque se mantenga el silencio y la solemnidad en el lugar. Si alguno de los guías se equivoca narrando la historia del Querido Líder recibe contundentes reprimendas que oscilan entre la cárcel, el trabajo forzado, la reeducación política, la vuelta a la escuela primaria, el paredón o en su defecto las jaurías.

Del mausoleo la gente sale formando filas exactas y sonriendo. Nadie sale sin reírse. Asimismo, a la salida, todos van portando una flor en la mano, la misma flor que según la historia del régimen cayó a raudales del cielo el día en que nació el Eterno Presidente. Los norcoreanos son expertos en las coreografías. Las practican en distintos ámbitos. Saliendo del mausoleo, donde todos van en filas exactas y sonriendo al unísono; cuando miles de personas se agolpan en formaciones perfectas en las calles de Pyongyang durante los kilométricos desfiles militares que preside el Líder Supremo y, sobre todo, en las efemérides vinculadas a las gestas del Eterno Presidente o la Guerra con la cual lograron la independencia. Esos días, en recintos cerrados y en las calles abiertas, grupos de entre tres mil y cinco mil elementos, todos en perfecto estado físico y sonrientes, ante la mirada fija del Líder Supremo flanqueado por su innumerable caterva de numantinos acólitos y jefes militares, desarrollan unas excelsas coreografías en las cuales toda esa masa humana baila, brinca y acomete acrobacias sin nadie salirse del orden. Esas festividades son clausuradas por un enorme camión militar en cuya parte trasera, en posición de despegue, se encuentra un misil de largo alcance. Llegado ese momento la muchedumbre formada en compactos grupos perfectos es arropa por el éxtasis. Muchos comienzan a llorar. El Líder Supremo, como una maquinita, aplaude sin cesar, sus acólitos lo siguen en la misma faena. El misil que pasea por la calle es el mismo que inventó el Eterno Presidente y con el cual derrotó apabullantemente a los americanos…Acontecimiento digno de la suerte de orgasmo colectivo que se genera en las calles.

Los desfiles militares norcoreanos recuerdan la iconografía nazi que desplegaban los hieráticos y rubicundos elementos del ejército de la Alemania de Hitler. Jornadas de tipo fascista en las que miles de militares marchan perfectamente a paso sincronizado en medio de exhibiciones de equipos bélicos y carruajes coloridos. En dichos desfiles el régimen norcoreano exhibe a su lunático y embobado pueblo monumentales aparatos de guerra tales como tanques, aviones y misiles con capacidad de transportar material nuclear que cuestan millones de dólares. Mientras estas fantoches y orwelianas exhibiciones se llevan a cabo, cuyo costo debe oscilar entorno a los millones de dólares, la mayoría de los norcoreanos apenas come arroz y pasa días enteros haciendo nada en sus humildes casitas en la afueras de Pyongyang y zonas interiores de este país.

En Corea del Norte solo se ve televisión pública. Compuesta la misma por unos cinco canales televisivos. El noticiario del gobierno, el único existente, en la voz de dos presentadores, hombre y mujer, vestidos de negro y con semblante sombrío, dedica la primera parte de su programación a narrar las desventuras que ocurren en el resto del mundo: perversión, indisciplina popular, música indigna, actos deshonrosos generalizados, corrupción y la acechanza del gran Satán germen de todos los males, los Estados Unidos. En la segunda parte del noticiario, los presentadores hablan, en cambio, de la genialidad del conductor Líder Supremo que nunca se equivoca: el pueblo tenía sed, entonces inventó grandes sistemas de agua potable para transportar el líquido vital hasta todos los hogares, cosa de la cual carecen los demás países del mundo…; en medio de la oscuridad, creó tendidos eléctricos que permiten que la luz brille en la noche; el mundo le dio la espalda a la nación, en respuesta a ello diseñó un sistema económico único en el cual todos los norcoreanos pueden ser felices y comer arroz fresco sin la necesidad de relacionarse con ningún país extranjero; hace unos días los americanos, que copiaron el invento del Eterno Presidente en cuanto a los misiles, lanzaron sendos ataques aéreos con aviones que iban camino a la nación a bombardearlos, pero no pudieron cumplir su objetivo pues el Líder Supremo y su ejército desplegaron una ofensiva que destruyó todos los aviones americanos, ni siquiera lograron aquellos acercarse a las costas de la nación...Al final del noticiario, aparece el Líder Supremo caminando por una idílica pradera rodeado de niños cachetoncitos y saludables, los futuros timoneles de la nación. La siguiente programación trata de películas predecibles e infantiles acerca de tópicos belicistas, mitos de un pasado glorioso y misiles, para variar...

El 17 de diciembre de 2011 Kim Jong il, hijo del Eterno Presidente –quien según él mismo se leyó varias veces cada uno de los 18 mil libros que escribió su padre…- que tras la muerte de su progenitor asumió la tarea de gobernar el país, murió inesperadamente. La televisión oficial norcoreana, fiel a su conspicuo estilo, sostuvo que éste pasó a mejor vida luego de una lucha feroz en la cual derrotó todos sus enemigos y que tras hacerlo, como consecuencia del cansancio, se fue del mundo no sin antes pasar la batuta a su hijo menor…La realidad es que el impresentable anciano Kim Jong il murió a consecuencia de un paro cardiaco, igual que su padre. Y  en quien recayó el poder fue en uno de sus vástagos, el imberbe Kim Jong un, muchacho regordete con cara de peluche que estudió en Suiza y, según los servicios de inteligencia surcoreanos, es un amante del baloncesto, los carros deportivos, las películas de Hollywood, las mujeres rubias con senos grandes, el whisky escocés y los juegos de videos de la consola PlayStation (existe el rumor de que durante sus años en Suiza se escapó a Dinesyland con un pasaporte falso acompañado de una novia europea; rumor que, desde luego, el régimen niega rotundamente). De su formación académica nadie sabe. De igual modo su edad es un misterio: unos dicen que apenas tiene 25 años y otros que son 28. El asunto es que su edad exacta, secreto de Estado norcoreano, no la conocemos ni la conoceremos seguramente. De su parte, la jefatura del régimen puso un tutor al muchacho ahora Líder Supremo. Su tío Jong Song thaek asumió la ardua de tarea de encaminar al joven y enseñarle los ardid del poder y a hacer uso de las incontables tropelías que tanto su padre como su abuelo usaron durante sus mandatos para manipular su pueblo y la comunidad internacional.

El tío era el segundo hombre más importante del país. Solo el Líder Supremo podía darle órdenes. Los militares le obedecían y seguían sus indicaciones a pie juntillas. Pero de pronto todo cambió. El tío fue arrestado en medio de un cónclave del partido. Su arresto lo vio todo el mundo en la televisión. Días después se supo que el tío era un traidor y que su arresto era correspondiente con ello. Según los órganos de comunicación oficiales, el tío tramaba derrocar el gobierno para hacerse con el poder y de tal modo “vender la nación a fuerzas extranjeras por un inmenso botín”…En un juicio veloz se presentó toda la evidencia. Fue hallado culpable y sentenciado a muerte. La ejecución se hizo en secreto. A través de medios digitales chinos el mundo supo que el tío fue ejecutado de una forma muy practicada por el régimen: fue lanzado a una jauría de perros entrenados en devorar personas que llevaban días sin comer. El desquiciado pueblo norcoreano aplaudió tal sanción.

De ahora en adelante el Líder Supremo, camarada Kim Jong un, queda como único hombre fuerte del país cuyo liderato, sapiencia, guía y brillantez nadie a lo interno cuestiona. No hay indicios de que la suerte de los norcoreanos, sometidos a los criterios de un régimen policial y un absurdo relato oficial que parece sustraído de una obra de Orwell, pueda siquiera experimentar ligeros cambios en los próximos años. Lo cual se explica en tres asuntos: primero, el régimen cuenta con el apoyo de la poderosa dictadura china que por virtud de temas de geopolítica, balance de poder con los americanos y protección de su zona fronteriza con Corea del Norte no permite ningún tipo de inestabilidad interna en la ermitaña nación de marras; segundo, porque la tenencia de armamento nuclear por parte del régimen norcoreano descarta de plano, por el momento, cualquier intervención militar occidental en su territorio; y tercero, porque Corea del Norte es un pobrísimo país cuyo territorio no contiene cantidades importantes de recursos ni agua, lo cual lo convierte en una ficha de menor importancia en el ajedrez de la geopolítica mundial.

Una suerte de inercia con ribetes internacionales mantiene en pie el régimen militar que desde 1948 conduce los destinos, a través de la dinastía Kim, de la República Popular de Corea. Seguiremos desde lejos muchos en el mundo observando las peripecias de este enclave perdido en el tiempo donde la mentira más infantil y absurda adquiere estatura de asunto de Estado cuando en su contenido aparece el apellido Kim. Asimismo, seguirán las perfectas coreografías en Pyongyang, las filas exactas de gente entrando y saliendo del sagrado mausoleo, los noticiarios crípticos mitad mundo perdido y mitad gloriosa nación, las carreteras vacías, el filósofo decano cuidando los 18 mil libros escritos por el Eterno Presidente. Todo eso ocurriendo al mismo tiempo que la mayoría de norcoreanos pasa hambre y siembra un arroz que no comerá. Otros, aún peor, condenados a métodos de esclavitud en campos de concentración. Las jaurías hartándose de carne humana. Los descendientes de los “traicioneros” naciendo sentenciados.

Corea del Norte, un cavernario confín sin nada que aportar al mundo que no sean amenazas atómicas, improbables historias de risa, misiles, un Líder Supremo imberbe que no tiene ni idea del mundo y muchedumbres sufrientes que no pueden hacer nada para cambiar su terrible destino, es una auténtica comedia macabra.

 

 

Por Elvin Calcaño Ortiz, San Juan, Puerto Rico, 6 de abril de 2014