
El valor de invertir en la gente

Muy cansado, cabeceo entre las palabras y las ideas, para volver a levantarme y, con los ojos cerrándose, pensar qué es lo que voy a escribir. ¿Cuanto más se puede decir sobre la economía solidaria en un mundo donde impera la lógica de la producción y acumulación eterna, para enriquecer a los menos? La competencia sin límites de todos contra todos no entiende de solidaridad, más allá de la que se tienen entre los ricos. Tengo pocas horas de sueño, pero debo escribir. Mi niño me levantará temprano, pero debo escribir. De economía solidaria, en un sistema insolidario.
El comentario cambió la conversación, y los rostros. “De todos los ancianos que vivían ahí, no queda ni uno vivo.” Los sacaron de sus casas, de sus vecinos, de su ambiente, de su barrio, de su área, de su lugar, de las redes cotidianas de apoyo y conversación, de la rutina que le daba valor a sus presencias, a sus manías y hábitos. Los sacaron de sus memorias, los sacaron de la ciudad. Los ‘desplazaron’ para que llegaran los jóvenes ricos, los ‘urbanitas’, los metro-burgueses, los a saber quiénes.